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Viernes 15/11/2024
 

Campo de Gibraltar

Don Antonio, el hombre que enseñó inglés a miles de algecireños

a Academia Rubio cumple su 65 aniversario y es un referente en Algeciras

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  • Antonio Rubio, en una foto en su despacho -

De pequeño, jugando en las instalaciones de la empresa Corchera Española donde su familia vivía, Antonio tuvo una caída y sufrió una lesión en la espalda que un curandero y un médico empeoraron. Sus secuelas las sufriría de por vida. La dolencia le obligó a estar metido en la cama hasta los 16 años. Este revés no le amilanó sino que le forjó  como una persona tenaz que entendió que ante su deficiencia física no tenía otro remedio que desarrollar su inteligencia para salir adelante. Y así hizo.

Tras trabajar en su juventud como escribiente en la Corchera Española, emigró a Inglaterra, donde se sacó el título de profesor de inglés y se hizo chef después de trabajar como camarero. A su vuelta a España tuvo que convalidar el título obtenido en Londres para montar en 1953 una academia de idiomas que este año cumple su 65 aniversario. Su nombre es Antonio Rubio Díaz, que falleció en 2011 a los 78 años de edad, pero al que se le recuerda en su ciudad natal, Algeciras, donde una plaza lleva su nombre. Está ubicada en la barriada de La Bajadilla, justo encima de la sede de la peña de flamenco Cante Grande, que fundó hace más de setenta años.

“Mi padre fue un autodidacta y tenía una voluntad de hierro. Era muy perfeccionista. Cuando se empeñaba en algo lo llevaba al extremo y cuando veía que lo hacía a la perfección lo dejaba”, recuerdan sus hijas Virginia y Esther, que siguen como profesoras en la Academia Rubio, sita en Villa Palma y por la que han pasado miles de alumnos y que se ha convertido en una de las señas de identidad de Algeciras. “Era una persona extraordinaria, fuera de lo común”, agrega la hija mayor. Antonio Rubio Díaz nació en 1933 en la Banda del Río de Algeciras. Fue el más pequeño de seis hermanos. Su padre era capataz en la empresa Corchera Española, donde también él trabajaría como escribiente.

El accidente en su infancia forjó su personalidad de hierro y sus años de convalecencia los aprovechó para crecer física y creativamente. En la misma Corchera Española se hizo su propio gimnasio, donde fortaleció su cuerpo. Y allí también comenzó a aprender inglés, por su cuenta. Le ayudó su jefe, un británico estacionado en Algeciras, quien le dio clases. Una de sus hermanas se casó con un gibraltareño y Antonio aprovechó que la pareja se había mudado a Londres para emigrar a la capital de Inglaterra. Quería conocer mundo y continuar con sus estudios. Allí se sacó el título de profesor de inglés en la Escuela de Comercio de Londrés. Y además, entre otras tareas, trabajó de camarero y luego de chef, para volver más tarde a Algeciras.

Ya en España se casó. Antonio Rubio volvió a trabajar en la corchera y además daba clases particulares de inglés. Lo hacía en su casa y poco a poco empezaron a llegarles más alumnos. El joven profesor no olvidaba la gramática, pero centraba su empeño en que el alumnado aprendiese a hablar. Las conversaciones eran la prioridad.  “Fluidez, comprensión y naturalidad”, es el logo de la academia, aseveran sus hijas.  El matrimonio se instaló en una casa en el Secano y Antonio vio que con la docencia podía ganarse la vida. Dejó la corchera y fundó la Academia Rubio.  Acondicionó dos habitaciones del  domicilio familiar como aulas, combinando las clases en casa con otras en diferentes lugares, como los colegios Salesianos, Huerta de la Cruz, Los Pinos, el hotel Reina Cristina o la Escuela de Hostelería de San Roque. También dio clases a  altos cargos de navieras y otras empresas de la comarca.

El éxito continuó y la academia creció tanto que tuvo que ubicarla en otro inmueble, ya en la década de los setenta. Fue en Villa Palma, donde 65 años después continúa abierta. Una alumna aventajada fue su primera profesora. “Nunca hemos cerrado”, aseguran con orgullo sus hijas, quienes definen a su padre como un adelantado a los tiempos que le tocó vivir. En una España que vivía en pleno franquismo y donde se imponía la lógica de “la letra con sangre entra”, Antonio Rubio echó mano de la tecnología y convertió sus clases en un encuentro de amigos que se dedicaban a aprender y a charlar, eso sí, en inglés. “Su éxito es que quería que sus alumnos aprendiesen hablando inglés, que se comunicaran. El libro sólo era una guía”, explican sus hijas. Eso sí, era muy estricto en cuanto a las pronunciaciones.  Y aunque amigo de sus alumnos, nunca olvidó que era el profesor y según cuentan, un duro profesor, eso sí, de corte moderno y visionario. El fue de los primeros que hizo uso de los vídeos para sus clases, en las que también se sacaba provecho como material didáctico de las canciones de las estrellas de la música moderna. Y las películas en versión original eran una de  sus herramientas predilectas. En 1978 fundó el Standard English Club, que entre otras actividades propiciaba que los alumnos se reunieran  los sábados y domingos para mantener conversaciones en inglés en locales de copas. En la Agrupación de Cultura y Arte montó quince obras en inglés. La cuestión era renovarse continuamente. La Academia Rubio sigue abierta al público seis décadas después y con el método de su creador.

Antonio Rubio fue mucho más que un profesor de idiomas. Sus aficiones fueron múltiples y variadas: pintura, escultura, fotografía, cine, teatro. También fue un  lector apasionado y pescador de caña y chambel. No en vano una piedra de la playa de Getares, señal de buen sitio de pesca, fue bautizada con su nombre. También fue gimnasta y nadador y se llevó más de una medalla.

Pero ante todo fue un apasionado del flamenco, lo que le llevó a fundar la Peña del Cante Grande, que tiene el honor de ser una de las de mayor prestigio en Andalucía. Aún sigue abierta y con gran éxito. Él fue un estudioso de este arte. Dio conferencias y tuvo un programa en Radio Algeciras durante varios años en los que fue desglosando todos los cantes. Entre sus amistades: Paco de Lucía y Camarón de la Isla o Corruco de San Roque, entre otros.  También preparó a unos presos para un concurso de cante entre cárceles  y el candidato que él llevó  ganó el certamen. Amigo de sus amigos, fundó la caseta de feria de Los Camborios y su nombre figura en otras peñas y asociaciones.

Fue uno de esos hombres que deja huella en su pueblo. Premios recibió muchos y en diferentes disciplinas. Uno de ellos fue  la medalla de la Palma de Algeciras, en 2006. “Don Antonio sigue vivo en la Academia Rubio y en el pueblo de Algeciras”, aseguran sus hijas.

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