Por Cecilia Álvarez
Como un preludio del estío y su luz, Jorge de Arco (Madrid, 1969) nos obsequia con sus Huellas (Ed. Ars Poética), una cuidada y esmerada antología que recoge una compilación de su quehacer poético desde 1996, con Las imágenes invertidas, hasta 2017, con El sur de tu frontera.
Entre ambos títulos, y la veintena de años que los separan, Jorge de Arco ha seguido de forma acertada la misma senda, la de la auténtica poesía, aquella que hace creer al lector en la lírica como fuente de belleza. Y nos adentramos en sus páginas con la certera satisfacción de descubrir que el afán de este poeta por aportar sobriedad y elegancia a sus versos, lo ha hecho posible, con total destreza, desde su primer poemario hasta la actualidad, siguiendo, categóricamente, una línea de calidad ascendente que mucho tiene que ver con su madurez vital y poética y que le ha proporcionado, sin duda alguna, la habilidad de poseer su propio registro, un estilo que se nos antoja personal e inconfundible.
Al hilo de la estructura que conforma esta antología, no podemos pasar por alto el excelente prólogo que Carlos Murciano le dedica, así como el lazo sentimental que el autor deja plasmado en un entrañable recuerdo a su madre, recientemente fallecida. Y es que el amor, en sus múltiples vertientes, se va abriendo paso de forma contundente en cada uno de los poemas que Jorge de Arco va trasladando a Huellas.
A medida que avanzamos por sus páginas, el tema amoroso se erige como el pilar que sostiene su andadura, aunque en sus libros más recientes se decante también por temas que enlazan con la existencia, el hombre y el paso del tiempo, como reflejo de su propia vida. Así lo indica el poeta en sus palabras previas, al afirmar que “mis poemas han ido surgiendo de la mano de lo vivido”. Y queda patente en cada uno de los volúmenes que engloban esta compilación, en su mayoría premiados en diversos certámenes internacionales, como Lenguaje de culpa (1998), Premio “Ciudad de Alcalá”, De fiebres y desiertos (2000), Premio “Comunidad de Madrid de Arte Joven”, La constancia del agua (2007), La casa que habitaste (2009), Premio “San Juan de la Cruz”, Las horas sumergidas (2013), Premio “José Zorrilla”, y La lluvia está diciendo para siempre (2016), Premio “Rafael Morales”.
Como si de un hilván lírico se tratara, Jorge de Arco va ensamblando progresivamente versos sellados por el amor, su sentir más hondo: “Dime, cuando la ausencia / se vuelve piedra y río / dónde fueron quedando / aquellos paraísos, aquellos mediodías, / aquellos / pájaros del clamor y la nostalgia”. Invoca añoranzas que traspasan la línea de los verbos en pasado, remembranzas atadas al transcurso de sus días desde un tiempo evocador que él transforma en poético. Y lo consigue con ese estilo que ha hecho suyo, que ha ido creando y recreando en el transcurso del tiempo, sin abandonar la exquisitez de la palabra y su poder sugeridor, todo ello envuelto de un sutil y magistral lirismo.
Huellas es, en definitiva, una excelente compilación del buen hacer que define el decir de Jorge de Arco y nada resume mejor su contenido que sus palabras: “Al filo de estos ocho poemarios, hay paisajes reales y familiares, espacios imaginarios y pretéritos, protagonistas cercanos y almados, silencios de ayer y anhelos de hoy, instantes de gozo y mareas de penumbra, estíos azules e inviernos de sombra…”.
Sólo añadiríamos que es eso y mucho más. Es, sencillamente, la poesía en su pureza.
PATIO
Y hoy es otra gente la que aquí habita.
(Enrique Barrero)
EN este patio
queda un rescoldo,
late una llama,
vive un incendio donde se refleja
el sur de nuestra vida.
En este patio, digo,
no ceso de trepar
por tu desnuda yedra,
no dejo de volver muy quedo
a cada paso tuyo.
Guardo en mis ojos
tus asombros, tus mares,
el pequeño alfiler
de nuestras remembranzas.
Y ahora, tanto tiempo después, siguen
llegando hasta aquí, huéspedes,
mujeres y hombres sin edad.
Y yo soy todos ellos,
clamando para mí
la bendición amante de tu boca.
PERRO
UN perro sin edad
está cruzando
el parque.
No lleva dueño,
ni collar, ni caricias.
Se ha detenido frente a mí
y en sus ojos he visto
el exacto tamaño
del mundo mío.
Paso mi mano
por su cabeza blanca
y humanamente casi,
se echa a mi lado
como volviendo de otro sueño.
Tal vez tuvo una sombra y la ha perdido.
Quizás tiene su nombre
y lo ha olvidado.
Pero le pongo uno,
lo llamo azar
y se levanta,
y persigue mis huellas
mientras la noche alumbra nuestros pasos.
Jorge de Arco
(De “Huellas. Antología 1996 -2017”. Ars Poética, 2018)