Las dotaciones de soldados, bomberos, médicos y otro personal especializado, además de voluntarios, no han llegado todavía a las localidades más remotas y de las que se tiene poca o ninguna información desde que ocurrió el fuerte temblor que duró veinte segundos, hace 24 horas.
Una de las últimas áreas a las que ha accedido el Ejército indonesio es la aldea de Sukasetia, donde Adang, de 57 años, buscaba entre los escombros en que ha quedado convertida la casa de su hijo, sin dejar de volver la mirada hacia el rincón que fue la cocina, donde falleció su nieto Hendra, de 6 años.
“Estaba ahí, con su madre, que estaba cocinando cuando comenzó el temblor y la casa se les vino encima. A ella los cascotes le rompieron la pierna derecha, pero pudo escapar. El pequeño no sobrevivió”, explicó a la agencia de noticias Efe Adang, sin dejar de retirar ladrillos, baldosas y maderas rotas.