El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha señalado que "un signo de nuestro tiempo es el individualismo, la exaltación de lo nuestro, el nacionalismo en todas sus expresiones, y tal exaltación la hacemos muchas veces en contra de los demás", mientras que la acción misionera y evangelizadora de la Iglesia Católica, por contra, es "inclusiva".
A este respecto y en su carta semanal, recogida por Europa Press, Demetrio Fernández ha indicado que, en la actualidad, "valoramos lo nuestro y despreciamos lo de los demás", pues "vivimos en una constante competitividad", de tal forma que, "si al que saludas es de los nuestros o no, será distinta la actitud de cercanía o de rechazo en las relaciones humanas".
Según ha argumentado el obispo, "esta actitud del corazón humano es tan antigua como la misma historia, y Dios quiere corregirla abriéndonos a la universalidad, ensanchando nuestro corazón y nuestra mirada", pues, de hecho, "la actitud de Jesús es una actitud inclusiva, universal", de manara que, "aunque el otro no reúna todas las características exigidas, reconoce todo lo valioso que puede haber en él".
En este mismo contexto, según ha afirmado el obispo, "la actitud de la Iglesia en su tarea misionera es también inclusiva", pues "es enviada al mundo entero para evangelizar, y la evangelización no es excluyente", ya que "solo están excluidos los que se autoexcluyen, y nunca definitivamente", porque "en el corazón de toda persona, sea quien sea, siempre hay mucho de bien" y, "por eso, la evangelización es diálogo y anuncio".
"El diálogo --prosigue la carta del obispo-- comienza por el reconocimiento de lo bueno que hay en el otro. No se trata del 'todo vale', sino de que en todos hay mucho de bien, que de entrada nos hace sintonizar con cualquiera, aunque no sea de los nuestros, porque con toda persona tenemos mucho en común".
Se trata, según ha concluido Demetrio Fernández, de que prevalezca la "paciencia del cristiano, que abre su corazón a todos, valorando lo bueno que allí se encuentra y ofreciéndole lo bueno que él ha recibido", por lo que ha conminado a los católicos "a valorar lo que otros tienen, aunque no sean de los nuestros. Eso nos dará un corazón amplio, como el de Dios, como el de Jesús. Un corazón católico y universal, que sabe valorar todo lo bueno que hay en los demás, y les propone con humildad lo bueno que él ha recibido".