¿Le ha afectado al campo de la provincia la protesta de los chalecos amarillos?
—Le afecta y sobre todo a nuestra zona costera, que es donde nosotros producimos las frutas y hortalizas, y hay una parte de hortalizas que va para exportación y ahora mismo no ha tenido salida. Hay un parón en esas exportaciones y son además unos productos con primor, caso de la zanahoria, que tiene muy buen precio, el boniato, la patata. Esperemos que sea un problema puntual y que no nos afecte de manera tan directa a la zona de Sanlúcar o Conil.
¿Hay alguna cifra sobre la repercusión económica?
—En Andalucía se habla de unos tres mil millones de euros. Nosotros no representamos ni el 10% de esas exportaciones, pero donde toca lo hace de lleno, ya que son zonas que se dedican exclusivamente a las hortalizas.
Acaba 2018 y ¿cómo lo hace? ¿Mejor, peor, igual que en 2017?
—Peor. Fundamentalmente tiene el mismo mal que el resto de los sectores, que es el precio. Perdimos la capacidad de negociar colectivamente el precio, por la defensa de la competencia que nos lo prohíbe, cuando esa función de negociar era primordial. Y eso significa que los compradores lo tienen ahora muy fácil, porque tenemos los sectores muy atomizados, poco organizados, y cuando hay dispersión eso es caldo de cultivo del abuso en los precios. Eso lo estamos comprobando ahora en el sector de la ganadería, que está muy dispersa, con altísimos costes de producción, altísimas exigencias administrativas, y tenemos cuatro compradores. Somos una potencia en Cádiz en cabreros, y tenemos solo tres compradores, que proceden además de la industria francesa, y parece que se ponen de acuerdo para comprar y presionar a la baja en precios. Por lo demás, hay costes de producción altos, pero tenemos unas condiciones extraordinarias para producir carne y leche de gran calidad, pero con esos precios es imposible competir. De hecho, las estadísticas dicen que hay un retroceso en el sector y un descenso en el número de ganaderos en la provincia. Es triste que por un lado entren ganaderos jóvenes, porque es un sector atractivo, pero por el otro hay abandono o no hay relevo generacional, y cuando se abandona es porque no queda más y es una situación muy dramática.
¿Qué consecuencia está teniendo esa política de precios en el caso de los cultivos?
—También. Es el gran caballo de batalla actualmente en la agricultura. Los precios. Por lo demás, el campo de la provincia no tiene otro problema, ni sanitario, ni de estructura, ni de transporte. El problema del agricultor es el precio y la conformación de la renta. También acompaña la PAC que es un complemento de las rentas. Ahora hay una propuesta sobre la remolacha que nos tiene con las carnes abiertas en la que se habla de bajar un 20% el precio de la remolacha, con lo cual se hace insostenible el cultivo. Nos quedan pocas hectáreas, y a día de hoy se trata de un cultivo atractivo, que mueve mucho empleo y mantiene abierta una fábrica en Jerez. Sabemos que fábrica necesita unas 4.500 hectáreas para abrir y que sea rentable, y sin embargo no llegamos apenas a las dos mil hectáreas comprometidas actualmente por los agricultores. ¿Cuál es la reflexión?, pues que tenemos un problema de precio, unido a que la PAC, cuando hablamos de reforma, hablamos de recorte presupuestario, por lo que las rentas que se conforman ha disminuido.
También hay preocupación por que se produzca ese mismo abandono en las viñas de la DO porque dejen de ser rentables.
—Lo de las viñas es curioso. He hablado antes de la incorporación de jóvenes, auspiciados por una orden de la Consejería para un plan de desarrollo rural que contaba con mucho dinero; empezó con 30 millones de euros y ha terminado con 130. Se ha metido dinero porque hay demanda de los jóvenes para incorporarse, y según todas las encuestas todos los sectores son atractivos, excepto el Marco de Jerez. Que sepa, solo hay dos incorporaciones como viñistas en el Marco de Jerez. Hay otras más fuera del Marco, dedicadas al vino de la Tierra de Cádiz, pero es curioso como a las claras se ve que la vid no es rentable. Es un cultivo permanente y te ves atado a esa inversión y con la expectativa de que esto cambie. De todas formas, yo soy optimista y no queda otra opción que esto cambie. Jerez tiene un prestigio y una categoría como para jugar en la primera liga junto a grandes denominaciones de origen, que es su sitio natural. Hay que direccionarse a ese objetivo común, y los primeros interesados son los propios bodegueros, que han vivido en el pasado muy buenos momentos. Se trata de recuperar ese precio y ese prestigio que tenemos para hacer atractivo el conjunto del sector.
Desde el Consejo Regulador ya han admitido que no es una cuestión coyuntural y algo hay que hacer. Y el mensaje que se nos da sobre las ventas de vino es que baja la cantidad, pero el margen de negocio crece.
—Eso dicen, pero también hay que decir que cuando baja el volumen de ventas es sobre todo en el vino de exportación de marca blanca, y eso duele pero no tanto, ya que es un mercado de baja rentabilidad. Es un mal menor. Paralelamente están subiendo las ventas de vinos de gama de mayor precio, lo que deja mayor rentabilidad, pero necesitamos datos globales para poder tomar decisiones. Todos nos hemos puesto de acuerdo a la hora en una campaña de promoción distinta. Los viñistas estamos pagando para participar en esa campaña. Y si se trata cambiar volumen por rentabilidad, si mantenemos un mínimo de hectáreas, a mí me parece interesante.
Le noto más optimista en la vid, que en la remolacha.
—La remolacha es una pena. Pero tiene solución. Lo que le dio la puntilla a la remolacha fue la política agraria comunitaria, en especial a partir de la liberalización de las cuotas, ya que de alguna forma la remolacha se enfrenta al mercado mundial del azúcar, y es muy difícil competir con terceros países, por los costes de producción que tenemos aquí. Y antes de eso, con la propia PAC, que vino con enormes cantidades de dinero para cerrar fábricas y que gente que tenía contratos históricos empezó a cambiarlos por dinero. El dinero público vino a desmantelar toda la estructura que teníamos. Y ahora nos encontramos con esa liberalización de cuotas en las que fábrica nos dice que nos tenemos que adaptar porque el cultivo no es rentable. Y lo que está claro es que el remolachero no va a seguir con el cultivo si le va a costar el dinero. Habrá que solicitar además que se nos trate igual que a la zona norte. La PAC allí pone más dinero que aquí, y esa decisión se tomó en España no en Europa.
¿El Brexit preocupa en el campo, o no tanto?
—Sí que preocupa, pero sobre todo en determinados sectores, los que tienen vocación exportadora a las islas británicas, caso del jerez, que vive pendiente de lo que ocurra con el Brexit, y qué esconde la letra pequeña de ese macroacuerdo. Todavía estamos esperanzados en que sea posible que Gran Bretaña vuelva a la senda de Europa. Por otro lado, también la zanahoria se puede ver muy afectada, porque se exporta mucho a Inglaterra, además de productos manufacturaros con vocación exportadora.
Hace un año hablábamos de la amenaza de la sequía. Ahora hay un 30% más de agua embalsada
—Es un otoño estupendo. Hace un año hasta Medio Ambiente tenía un decreto preparado para la sequía, con cortes, restricciones, hacer previsiones de siembra. A partir de ahí se tiró dos meses lloviendo y nos fuimos por encima de la media de un año normal. Ahora tenemos el 65% de agua embalsada, con lo que tenemos aseguradas dos campañas de riego sin problemas.
¿Qué le piden al nuevo gobierno andaluz, ante la previsión de que habrá un cambio de color político?
—Siempre se pide lo típico, pero hay que centrarse más en lo de diario. La Junta es un motor económico desde lo público, caso de la PAC, pero las cosas se pueden hacer mejor, si no no se entiende que la Junta, repartiendo dinero, salga criticada, y es por la gestión. Es una gestión muy complicada, porque son 290.000 perceptores en Andalucía, y conlleva una burocracia difícil, pero hay que establecer un sistema. La PAC funciona de forma razonable, hay una dinámica, pero en el resto de las ayudas cada vez es más complejo. Sobre todo desde que se produjo el tema de los ERE. Desde entonces parece que hay un temor en la administración y todo está más encorsetado, todo es más difícil. Se asegura todo tanto, que nos estamos pasando. Todo es por si acaso y nos estamos perdiendo en un mar de papeles, de trámites y eso es imposible. El nuevo consejero tendrá que asumir la nueva reforma de la PAC, pese a que ya se habla de prórroga. En la última reforma salimos escaldados. Perdimos casi mil millones de euros, y eso es mucho dinero que necesita Andalucía. Y parece ser que todo el mundo está mirando el cheque andaluz, porque es el más cuantioso. Pero el nuevo consejero o consejera debe saber que tiene a todas las organizaciones agrarias de su lado para defender el cheque andaluz, y que llegue y hagamos una política agraria a la carta que nos venga mucho mejor.
Con la recuperación económica de la que se habla, ¿tienen cifras de jóvenes que hayan vuelto al sector?
—Hay un antes y un después, incluso a la hora de prestigiar el campo. El campo estaba desprestigiado cuando el boom del ladrillo, estaba como mal visto. Pero ha ganado mucho, está de moda el campo, y eso es bueno. Y no sé si porque no tiene otras cosa, o porque cree en el campo, y yo conozco ejemplos de ambos casos, ha vuelto. El campo es un sector refugio de empleo. Hasta el punto que durante un tiempo dio mucho empleo a población inmigrante, y ahora está dando de nuevo empleo a población local. Creo que el campo ha resurgido, pero tiene la capacidad que tiene. Además hay otros sectores que se han quedado tocados para los restos, caso de la flor cortada de Costa Noroeste. Pese al paro que hay en esa zona, si uno se da una vuelta verá que hay invernaderos con una imagen dantesca, abandonados, y no hay interés de jóvenes o no tan jóvenes por invertir y recuperar un sector que son muy intensivos y necesitan mucho dinero a la hora de ponerlos de nuevo en funcionamiento. Pero en líneas generales hay una vuelta al campo y con un mayor prestigio al que había antes.
Imagine que le sientan por delante al nuevo consejero, ¿qué tres peticiones o reflexiones le trasladaría?
—La primera, recuperar el plan agroindustrial que se planteó en su día para Jerez, porque tenemos magníficas condiciones para innovar y hacer cosas nuevas, diversificar el cultivo. Ahora mismo estamos muy centrados en el algodón, en remolacha, en cereales, muy tradicionales, y nos falta acompañar eso con cierto dinamismo en otro tipo de producciones hortícolas. Tampoco tiene que ser todo hortícola, pero hay que diseñar un plan, con centros de venta, de producción, de manipulación, tiene que haber formación, a partir de lo que se hace en Murcia y en el Levante. Tenemos agua, y de muy buena calidad, buenas tierras, clima. Se dan las condiciones perfectas para diseñar un plan en la capital agraria, que es Jerez. Lo segundo, la defensa de la PAC porque esos cultivos hay que mantenerlos para apuntalar las rentas que tienen los agricultores. Lo tercero, la gestión administrativa, que sea más ágil, que no haya que esperar tres años de media para poder cobrar unas ayudas. Y añadiría una cuarta, que hay que hablar de precios y parece que hablamos del demonio, que porque lo diga una ley, esa ley se puede cambiar, y creo que hay que excepcionar de la ley al sector agrario. Es una ley que persigue sobre todo proteger a los consumidores, pero cuando hablamos de campo hablamos de alimentación, hablamos de cosas de comer, y eso no puede entrar en el comercio de lo baladí, hablamos de cosas básicas, y esa cadena productora y de venta hay que ordenarla mínimamente, no intervenirla. Y ahí hay que hablar de una forma vertebrada de precio, y los políticos deben hacerlo. Tenemos que cambiar esa norma porque se trata de la comisión nacional de competencia.
*Entrevista realizada en el programa A Compás de 7 TV