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Miércoles 27/11/2024
 
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Motor

Citroën C4 Cactus: transformación a la inversa

Ha dulcificado su diseño y le ha modificado los rasgos que le emparentaban con los todocaminos, como una carrocería más alta o unos pasos de rueda más marcados

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Citroën, dentro de su ofensiva SUV, ha decidido con el C4 Cactus, que nació más crossover que turismo, hacer una transformación a la inversa y dotarle de una imagen más de berlina que de todocamino.

A pesar de que lo que actualmente más demanda la gente es un SUV, la marca gala del doble chrevon ha procedido a una actualización del C4 Cactus en la que no ha apostado por esa apariencia.

Al contrario, podemos decir que ha dulcificado su diseño y le ha modificado los rasgos que le emparentaban con los todocaminos, como una carrocería más alta o unos pasos de rueda más marcados.

El resultado es que no ha recibido el "apellido Aircross", que sí lleva la versión campera del C3 y el nuevo C5.

Habrá a quien le guste esta decisión y a quien no, pero para gustos... colores.

Y ya que hablamos de ellos, lo primero que llama la atención es que los Airbump (los remates de plástico situados a mitad de puerta en el modelo de 2014 para salvar la pintura de golpes y arañazos) se han reducido a una línea en la parte baja del vehículo, lo que casi hace que se les confunda con una talonera.

Lo bueno es que además de en negro o gris puede tener remates en color (rojos o blancos) que también se repiten en los marcos de los antinieblas, lo que le da un toque informal y juvenil al coche que le sienta muy bien.

Otro cambio apreciable en el exterior del C4 Cactus, al que Citroën define como berlina, es el referido a los faros delanteros. Ahora son mucho más estrechos y alargados, y quedan camuflados con la rejilla en la que va montada el logotipo de la marca.

Con esta modificación, el C4 Cactus gana más en seriedad comparado con el modelo al que sustituye, que parecía más ancho al situar la doble mirada lumínica en los extremos del frontal.

También la rejilla para ventilar el motor ahora es mucho más grande y transmite más calidad al conjunto, a lo que también contribuye un parachoques de nueva factura.

Las medidas no han cambiado mucho. De largo llega a los 4,17 metros (13 milímetros más), mientras que la anchura se ha recortado casi en la misma medida (19 milímetros, hasta los 1,71 metros). La altura es de 1,48 metros y la batalla de 2,59 metros.

En el interior nos encontramos con que los asientos delanteros ya no están juntos. Lo que se mantiene es el formato butaca, lo que resta algo de agarre en curva o en movimientos bruscos de la carrocería.

Al conductor todo lo queda a mano, ya que a la mayoría de las funciones se accede desde la pantalla táctil central: climatización, ajustes de las ayudas a la conducción, radio o teléfono.

En el volante hay botones en las palancas de los intermitentes y los limpias. Si se aprieta el de la izquierda podemos dar instrucciones vocales para regular la calefacción o navegar a un destino, mientras que con el de la derecha se consulta el ordenador de viaje.

El cuadro de relojes es digital y nos muestra las luces, la velocidad, si hemos accionado el automatismo del limpiaparabrisas o el limitador de velocidad, así como el estado del depósito de combustible (el consumo mixto que le han homologado es de 4 l/100 km, que en la prueba ha sido de algo más de 5 l/100 km).

Lo que no tiene el cuadro es un cuenta revoluciones con el que buscar las zonas donde trabaja peor o mejor el propulsor.

El motor probado por Efe ha sido el diésel BlueHDi de 1.5 litros y 99 CV, con un par máximo de 250 Nm a 1.750 rpm.

Con este propulsor el Cactus C4 es un vehículo polivalente con el que se pueden hacer viajes largos. La caja de transmisión es manual y con cinco marchas, por lo que los recorridos entre ellas no son muy largos para poder sacar el potencial al motor.

Frente a un gasolina de similar potencia, ahora tan demandado para poder acceder con mayor tranquilidad a las ciudades, destacar que este pequeño diésel cuenta con la etiqueta C de la DGT y no con la B que les corresponde a los gasóleos menos nuevos.

Hecha esta salvedad señalar que el 1.5 del Grupo PSA no es muy ruidoso y tampoco transmite vibraciones al interior, por lo que en este aspecto también se asemeja a un gasolina.

Por lo que respecta al comportamiento dinámico, los amortiguadores progresivos hidráulicos hacen a esta berlina un turismo muy cómodo para el día a día.

Unos topes se encargan de enmascarar los movimientos de comprensión y expansión del amortiguador. Esto se traduce en una suspensión que puede considerarse algo blanda, que penaliza los balanceos que pueda acusar la carrocería en giros cerrados o maniobras sorpresivas, pero que en ningún momento transmite inseguridad.

Los más beneficiados por esta regulación son los pasajeros, a los que se les quiere ofrecer -está más conseguido en el C5 Aircross- un efecto alfombra voladora que filtre a la perfección las irregularidades del asfalto.

Ya que hablamos de pasajeros decir que atrás viajarán cómodos dos adultos, mientras que tres irán algo apretados. La plaza central no tiene el mismo mullido que las de los laterales.

En el caso de que -como sucede en la unidad probada- se monte el techo panorámico éste restará algo de altura para la cabeza.

Otra peculiaridad del C4 Cactus es que atrás la apertura de las ventanas es de compás, por lo que no puede bajarse el cristal.

Para transportar equipaje este Citroën dispone en el maletero de 348 litros, que se pueden ampliar tumbando los asientos en una proporción 60:40, sin obtener un suelo completamente plano. Con lo que sí cuenta es con espacio para la rueda de repuesto.

En definitiva, este vehículo sigue siendo una apuesta atrevida -ahora algo menos- de Citroën en un momento en el que en el primer lugar de las preferencias de los conductores siempre aparece un SUV.

Por la relación calidad/precio y medidas/espacio es un coche aconsejable que, además, con el motor diésel probado, registra buenas medidas de consumo.

A los que les guste los vehículos fabricados en España decirles que este galo se sigue montando en la planta que el Grupo PSA (Peugeot, Citroën, DS y Opel) tiene en el madrileño barrio de Villaverde, desde donde se exporta a más de 50 países (entre ellos Francia, Reino Unido, Holanda, Italia, Australia, Japón o Sudáfrica).

Esta planta ha fabricado desde 2014, año en que se lanzó el primer C4 Cactus, más de 27.000 unidades de este vehículo, que milita en el segmento C del mercado automovilístico.

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