La Protectora de Málaga cuenta en la actualidad con más de 100 cachorros en casas de acogida y unos 30 en el refugio. Es la consecuencia del incesante y creciente abandono de camadas de cachorros de perros que sufre Málaga y que está desbordando al colectivo protector.
Y es también la clave de una situación desesperada, pues según relato a Viva Málaga Carmen Manzano, presidenta de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga, “día tras día, nos entregan camadas de cachorros de perros, nos avisa la policía local de camadas encontradas a pie de los contenedores, los voluntarios van a salir del refugio y se encuentran cajas con cachorros en la puerta”.
Una situación lamentable que se perpetúa a pesar de que se explica a las personas que los abandonan “que no podemos tener camadas en el refugio, que hay un brote de parvo y los cachorros, sin vacunar y tan débiles, son como esponjas absorbiendo enfermedades”, afirma Manzano que asegura además que “las casas de acogida no pueden ya” porque “estamos sobrepasados, al 200% y los perritos van a morir en el refugio, por mucho que hagamos”.
La presidenta lamenta la respuesta que dan los abandonadores: “¿Pues no sois una protectora? Estáis obligados a cogerlos, si se mueren no es culpa mía, bastante que los traigo”. “O sea, encima de dejarlos, hay que hacerles la ola”, indica irónicamente Manzano.
Además destacó que “la mayoría de esas camadas suelen ser de perros de caza, algunas recogidas por personas que las encuentran en el campo, sin sus madres, otras en bolsas de basura tiradas en contenedores y otras directamente a la puerta del refugio” como también que no faltan “los que traen regularmente camadas de sus perras porque no quieren esterilizarlas”.
Manzano destaca como “al cerrar la puerta del masificado refugio, empieza la batalla por salvarles la vida: la coordinadora de casas de acogida se deja la piel, buscando donde ya no hay, casas de acogida que puedan sacar a esos cachorros y librarlos de una muerte por parvo, muerte dolorosa y lenta”. Indica además que alguno sale pero el resto se queda cada día más apáticos de modo que “de nada sirve darles de comer con jeringuilla, ponerles un gotero en sus pequeñas y frágiles patitas para que no se deshidraten, y así hasta que vas y los ves lacios y a punto de morir y el veterinario no tiene más remedio que eutanasiarlos”.