Ligadas a Alcalá la Real desde 1475, las Monjas Trinitarias son, sin duda, la congregación religiosa más estrechamente vinculada a nuestro municipio. Hoy, más de quinientos años después, esta Orden sigue estando presente a través de la comunidad ubicada en el convento de Santa Ana. Hoy conversamos con la madre superiora, sor Lucía Madueño, sobre su realidad pasada y presente, y su día a día, en pleno siglo XXI.
La comunidad trinitaria cuenta con presencia en Alcalá la Real desde hace más de cinco siglos, estando, por tanto, su existencia muy ligada a la de la propia ciudad. Sin embargo, en una sociedad como la actual, que se conoce como la sociedad de la información, la vida en el interior de una comunidad religiosa sigue siendo muy poco conocida. ¿Cómo han cambiado, por ejemplo, las cosas en la vida de su comunidad si se compara con el momento en el que usted entró a formar parte de ella? En general no ha cambiado desde que ingresé en la comunidad, me refiero a las cosas esenciales y que deben de perdurar para siempre. Nuestra vida tiene una serie de compromisos y obligaciones a las que no podemos renunciar, por ser vitales para llevar a cabo nuestra misión y servicio dentro de la Iglesia y de nuestra Orden. Lo que sí debo decir es que el paso del tiempo y las necesidades de la vida, hacen, como cualquier persona o familia, que deba amoldarse a las exigencias y desafíos del momento en el que vive. Me dice que estamos en la sociedad de la información, pues entre otros cambios éste ha sido uno de ellos. Cuando ingresé, no había en la comunidad internet ni teléfono móvil, tampoco teníamos coche, porque en realidad no lo necesitábamos al vivir en el centro de la ciudad, y a la hora de hacer cualquier compra no nos hacía falta pues teníamos una portera que nos hacía este servicio. Cuando nos tuvimos que cambiar de monasterio, las circunstancias nos obligaron a tomar otras opciones.
¿Cómo es un día cualquiera en el convento? A esta pregunta le puedo decir que está constituida en varios momentos: la oración, tanto a nivel comunitario con el rezo de la Liturgia de las Horas, como a nivel personal, el trabajo, ya sea manual como en la acogida a personas que se acercan a nuestra casa para descansar o hacer días de retiro, el estudio, la convivencia fraterna y el descanso. A todas nuestras actividades y ocupaciones debemos darle un profundo sentido eclesial, trinitario y redentor, esa es la forma de servir y llevar con plenitud nuestra misión en la Iglesia.
¿Cuáles son los principales problemas o preocupaciones a los que se enfrentan en la actualidad? En cuanto a la subsistencia, como cualquier familia, nos preocupa la economía para el mantenimiento del monasterio y la vida de las hermanas. Gracias a Dios, siempre hemos tenido trabajo y personas que nos ayudan. En lo referente a la sociedad, nos duele la indiferencia que hay con respecto a la fe y la falta de valores cristianos que se percibe en la humanidad. No podemos desentendernos ni quedar insensibles ante nuestros hermanos pobres y perseguidos por creer en Cristo; pues como Monjas Trinitarias, es la forma de ofrecer nuestro humilde servicio de misericordia y redención. Otro problema que apuntaría es la falta de respeto y libertad al bien común.
¿Cuántas hermanas componen la congregación y cómo ha cambiado su número, origen y edad media en los últimos tiempos? Actualmente nuestra comunidad está formada por ocho hermanas de tres países: de Madagascar, cuatro; de Lima, una; de España, tres. Cuando ingresé en la Orden, nuestra comunidad estaba formada por más hermanas, y el número de españolas era mayor. Vivimos en una sociedad en la cual se quiere quitar a Dios de la vida humana y pública, y por supuesto con este ambiente es más difícil que surjan vocaciones. De ahí la gran crisis de vocaciones, no sólo en la Vida Consagrada, también en la Vida Sacerdotal y en la vocación al Matrimonio. Por supuesto, al disminuir las vocaciones la edad media sube.
¿Sigue habiendo vocaciones? Sí, porque la llamada siempre parte de Dios, lo que ocurre es que se hace más difícil responder; por la falta de valores vividos en la familia. Es verdad, que a pesar de todo, cuando la persona toca fondo, y Dios irrumpe en su vida, el cambio es radical.
¿Son conocedoras las hermanas de la actualidad diaria o cuestiones como la situación política del país? ¿Se debate sobre estos temas? Claro que sí, a pesar de vivir, en cierto sentido apartadas del mundo, estamos viviendo en el mundo y aunque no sigamos los criterios del mundo, debemos hacer nuestros los problemas y situaciones de los hombres. Nuestra vida tiene que estar cimentada y dirigida en pasión por Dios y por el hermano, según nuestro Carisma. Los dos palos que forman la cruz roja y azul, nos indican nuestra miranda al cielo y al mismo tiempo nuestra mirada dirigida a toda la humanidad. En nuestras reuniones y encuentros comunitarios, se habla y se reflexiona de todos los temas actuales, lo que concierne a la vida social y a la Iglesia.
¿A qué dedican las hermanas su tiempo libre? Pues según la edad, hay variedad. Sobre todo a la lectura, trabajos manuales, música, a pasear... todo lo que le ayude a nivel personal como comunitario.
¿Qué grado de libertad existe? La libertad que cualquier persona tiene. No por tener esta vocación específica dentro de la Iglesia, las hermanas perdemos libertad, al contrario, vamos adquiriendo una libertad más auténtica dentro de nosotras.
¿Cuál es el nivel de acceso y conocimiento de internet dentro de la congregación? Los medios de comunicación están disponibles para todas las hermanas por igual. En cuanto al conocimiento es muy básico, y también depende de la capacidad de cada una. Gracias a Dios nos defendemos en lo que se requiere para las necesidades de nuestra vida. Y cuando nos sobrepasa algo, tenemos amistades de la comunidad que generosamente nos ayudan.
¿Cómo se vive la Navidad? Lo voy a dividir en dos aspectos: El primero, el que se refiere al interior de nuestro corazón y que nos sirve para vivir en plenitud la Navidad, la Iglesia nos regala el Tiempo de Adviento en el que nos encontramos. Todo en la vida necesita una preparación, y más cuando nos referimos al espíritu. En la Navidad celebramos el Nacimiento del Mesías, que vino para quedarse con nosotros y mostrarnos el camino que nos lleva hacia la Vida eterna. Por eso, debemos limpiar nuestro corazón para preparar una digna morada para tal acontecimiento. Para ello necesitamos más recogimiento, silencio y oración. El segundo se refiere a lo externo, se nota cuando llega la Navidad al monasterio: en los cantos Litúrgicos con sus instrumentos típicos, los adornos navideños, los distintos nacimientos que se ponen en lugares destacados de la comunidad, en la comida, las visitas de nuestros familiares y amigos, etc. Por destacar algunos actos más importantes en estos días, en la Noche Buena, la comunidad recorre todos los lugares donde las hermanas han preparado el Nacimiento y después de bendecirlo, se canta un villancico. También la bendición de la cena es especial para ese día. Para la Noche Vieja, hay una celebración por la tarde en la que también participan los fieles, en la que nos reunimos para dar gracias a Dios por lo recibido y también para pedirle perdón. El día de Reyes, en la Eucaristía, se da a adorar al Niño del Coro.
¿Son frecuentes las crisis de fe? ¿Cómo se reacciona ante ellas? Como cualquier persona a lo largo de la vida, pasa por momentos de dificultad en todos los aspectos. Lo que ocurre que al estar en este ambiente es más fácil superar las contrariedades, pues las enfocamos desde la mirada de Dios y su providencia que no se equivoca.
Finalmente, ¿cómo ve el futuro de la comunidad y de las congregaciones religiosas en general? La verdad que si lo miro desde lo humano solamente, es preocupante. Pero no me centro en ello, lo más importante es ir identificándome cada día más con Él. Que seamos dóciles a sus inspiraciones y nos abandonemos a sus planes. Lo único que Dios quiere de cada ser humano es que le seamos obedientes a su voluntad.