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Desde la Bahía

Resiliencia nacional

El gesto es irónicamente democrático. A la mediocridad se calla con cultura, no con censura. A la televisión cambiando de canal.

Publicado: 03/05/2020 ·
21:04
· Actualizado: 03/05/2020 · 21:04
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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La España de familias modestas y medias tienen como si de plantas de adorno se tratase, el hábitat circunscrito y restringido que la maceta le ofrece. En estos pisos de extensión limitada, la vida gira en torno al salón. El centro de atención y de todas las miradas es la pantalla televisiva. Nos encantaba ver en ella a nuestros ídolos. Sabíamos regocijarnos con su capacidad interpretativa, su voz, el duende, el arte, la filigrana deportiva, la belleza de la verónica o el sabio verbo didáctico. Los espacios de noticias nos mantenían dentro del perímetro de la realidad.

Extraño y misterioso ha sido el cambio de gustos. Los iconos de la calidad han caído hasta el subsuelo. La fama se ha mezclado con la arcilla y una campaña de acoso y derribo de los principales valores humanos ha accedido al primer puesto de la popularidad. La violencia en el lenguaje, el insulto, ha rebasado en altura a los voluminosos cúmulos primaverales. El virus de la mediocridad está en todos los ámbitos sociales, pero como la sintomatología que produce es fundamentalmente pereza e ignorancia, no nos importa la cronicidad, ya que no exige esfuerzo alguno. Que el habitáculo sea una mansión, no nos exime del contagio.

El salón es la zona más útil de la casa, pero también le gusta adornarse. En los compartimentos de un mueble/biblioteca, hay algunas figuras, recuerdos diferentes, epístolas por contestar y correspondencia bancaria. Unas rosas recuerdan la última vez que el amor lo visitó. Durante años hemos mantenido en él entrevistas con empleados de editoriales, hombres empecinados en su tarea que finalmente conseguían llenarnos las estanterías de enciclopedias, libros clásicos, modernistas y actuales.

El libro que tuvo en la imprenta el trampolín que le hizo popular, tiene una educación esmerada y unas cualidades inverosímiles. Soporta como nadie la hibernación en sus celdas de madera a veces sin que nadie haya mirado en el interior de su alma e incluso no se le haya despojado de su transparencia plástica. Es un Job de bella túnica y perfecta simetría que nunca pierde la esperanza de que alguien descubra los gráficos de sus tejidos laminares y mientras tanto da un aire de erudición y amor al saber, a todo tipo de hogar en el que se encuentre asentado.

Parece que el alba quiere romper el silencio de la atroz noche de la pandemia. Pero antes hizo su aparición en los habitantes de este país, la capacidad humana de saber asumir esta situación límite y sobreponerse a ella. Es el milagro de la resiliencia y justo con ella, los libros fueron bajados de sus limitados y estrechos espacios, se abrieron a la lectura y con alegría el papel vio que sus argumentos nacían en la inteligencia humana. Este fue el grito unánime: Viva la lectura y el saber.

No habrá, como se ha anunciado “feria o fiesta del libro”, pero no existe tristeza alguna, ya que se está leyendo más en esta confinación que en una efeméride, donde son adquiridos, pero sin garantía de su lectura.

Esta es la grandeza de toda una sociedad, modesta, media o pudiente y esta es la forma de que no tengamos que soportar durante horas historias de controversias o separaciones amorosas, ni juegos o enfrentamientos de mayor o menor violencia verbal con los que distintos canales televisivos, intentan adormecer nuestras críticas y reivindicaciones. Ayer criticábamos al antiguo régimen porque con fútbol, toros e historia de algún delincuente nos tenían embelesados para que no pensáramos - se nos decía - en el totalitarismo existente y hoy nos inducen a pensar que los problemas de una serie de pseudofamosos, sin ninguna cualidad excelsa que manifestar, es lo que a España mantiene en vilo y es la cuestión más importante a debatir. El gesto es irónicamente democrático. A la mediocridad se calla con cultura, no con censura. A la televisión cambiando de canal. 

 

 

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