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Jueves 14/11/2024
 
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Alcalá la Real

Recordando a Manuel Ávila, el joven guardia civil asesinado por ETA en 1987

Se cumplen 33 años del asesinato del joven guardia de 22 años de edad, en la localidad de Guernica

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  • Manuel Ávila García, el joven guardia civil alcalaíno asesinado por ETA hace 33 años.

A veces la memoria es cortoplacista. Para muchos jóvenes, el nombre de Manuel Ávila García tal vez solo les remita a esa calle situada un poco más al sur de la estación de autobuses. Ocurre con frecuencia. Este miércoles, 9 de septiembre, sin embargo, hay un motivo para traer su nombre a colación. Manuel Ávila García fue un guardia civil alcalaíno, asesinado por la banda terrorista ETA hace exactamente 33 años, en 1987. Hoy, a través de este artículo, rendimos un pequeño tributo a su memoria.

Manuel, natural de Mures, había nacido en 1965 y estudió en las Escuelas Profesionales Sagrada Familia (SAFA). El 1 de febrero de 1984 ingresó, muy joven, en la Guardia Civil. No sería, no obstante, hasta tres años después cuando sería destinado al País Vasco. Fue, concretamente, en febrero de 1987, pasando a formar parte del acuartelamiento de Guernica.

El miércoles, 9 de septiembre de 1987, cuando apenas llevaba siete meses en dicho destino y contaba con tan solo 22 años, Manuel iba a encontrarse con la muerte. Eran los años de plomo, en los que el terrorismo de ETA asesinaba a un ritmo devastador, con atentados y acciones de todo tipo que se sucedían prácticamente a diario dentro y fuera del País Vasco. Según dejaron constancia los diferentes medios en sus crónicas de aquella aciaga noche, el guardia Manuel Ávila García junto al cabo Federico Carro Jiménez habían salido del cuartel sobre las 10 de la noche en un vehículo camuflado y vestidos de paisano. Se dirigían a la fábrica de armas Astra, Unceta y Cía con el propósito de hacer labores de vigilancia. Apenas habían recorrido unos 300 metros por la carretera en dirección a Lequeitio cuando se percataron de que había un coche sospechoso, un Ford Fiesta de color rojo, situado en un camino vecinal, junto a una chabola. Al aproximarse al vehículo para inspeccionarlo, explotó una bomba que había en su interior y que fue accionada a distancia por el miembro del comando Eibar, Juan Carlos Balerdi, según se determinaría con posterioridad. Manuel falleció en el acto, mientras que Federico Carro sufrió gravísimas heridas, y falleció mientras era trasladado al Hospital de Cruces.


El fuego provocado por la detonación alcanzó incluso cables de alta tensión, dejando sin suministro eléctrico varias zonas de la localidad de Guernica, e incluso causó desperfectos en varias casas cercanas al cuartel. La falta de iluminación derivó, igualmente, en que se produjera algún accidente y añadió confusión en plena noche. Al lugar se acercaron numerosos vecinos de Guernica, para conocer lo que había ocurrido.

La sede del Gobierno Civil de Vizcaya acogió al día siguiente la capilla ardiente con los restos mortales de los dos guardias civiles asesinados, y a las siete de la tarde se celebraron los funerales en la parroquia de San José de los Padres Agustinos de Bilbao. El doble asesinato motivó la convocatoria de concentraciones silenciosas, que se celebraron en varias localidades del País Vasco. Sin embargo, la maquinaria terrorista no se detuvo y al día siguiente, la banda terrorista atacó con granadas el cuartel de la Guardia Civil en Ordicia.

El entierro de Manuel Ávila García se celebró el 11 de septiembre en Mures. Fue un acto verdaderamente multitudinario, al que acudieron unas 2.000 personas, y en el que la sociedad alcalaína mostró masivamente su dolor. En 2012, con motivo del cumplimiento de los 25 años de su muerte, Mures volvió a acoger un acto de homenaje en su memoria.

Siete años más tarde, en 1994, la Audiencia Nacional condenó a Juan Carlos Balerdi, alias Eneko, junto a otros cuatro miembros de la banda terrorista ETA, a 62 años de prisión cada uno, así como a pagar una indemnización a los herederos de los fallecidos.

Por fortuna, los tiempos en los que el terrorismo de ETA asesinaba, secuestraba y extorsionaba pasaron a la Historia. Una placa, que da nombre a una calle de Alcalá la Real, sigue sirviendo no obstante, para mantener el recuerdo y la memoria.

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