En la lejanísima Italia se ha producido un hecho espectacular, visto desde la ya, por lo visto, sin solución, España. Ya aseveró Giulio Andreotti que en la política española faltaba finura, delicadeza, sutileza. No le faltaba razón al controvertido representante democratacristiano de la vieja política italiana. Pero sentido común sí hay en el país de los pactos, como cuando algunos millones de venecianos votaron por la independencia y el gobierno dio el voto por no producido. Ahora, las fuerzas políticas de la derecha, el centro y la izquierda han aprobado casi por unanimidad -552 a favor y 6 abstenciones- dotar al gobierno de margen presupuestario con 8.000 millones para hacer frente a la pandemia. Han dado el voto favorable al gobierno de centro-izquierda del presidente del Consejo, Giuseppe Conte, las tres derechas italianas, Forza Italia, Hermanos de Italia y La Liga. Su argumentación: “El sí a la variación presupuestaria no tiene nada que ver con el Gobierno. Somos diferentes y alternativos, esta vez hemos hecho prevalecer los intereses de los italianos. La centroderecha unida votará a favor de la variación presupuestaria también en el Senado, como en la Cámara”.
Antes Portugal, ahora Italia. La diferencia es tan sustancial con lo que sucede en estos pagos, donde se están poniendo en peligro -por puras ideas preconcebidas y sectarismo - no solo lo que parece imposible de recuperar, la concordia y el diálogo, sino programas efectivos para superar la crisis de la pandemia y la subsiguiente de carácter económico. No es razonable lo que sucede en el parlamento un día sí y el otro también. Se comprende el escepticismo de los ciudadanos. Les asiste toda la razón. Los portavoces del gobierno italiano lo explicaron: “La unión de Italia sobre qué hacer en esta dramática emergencia es una buena noticia. Hemos luchado por este objetivo que ahora se ha logrado. Ahora es una buena noticia. Derrotemos al covid: devolvamos a la gente la confianza y la esperanza”.
España se encuentra en otra galaxia. No hay asunto sobre el que se pueda concluir un acuerdo razonable. Trátese de la justicia, como de la sanidad, la fiscalidad o la educación. Todo se convierte en galgos y podencos. La crítica barata y sin argumentación está a la orden del día. La frase ocurrente y de poquitas palabras resume la falta de pensamiento. No sólo falta sutileza sino seriedad.