Observar, gota a gota, la transparencia de la lluvia al caer. Analizar la risa posterior a una sonrisa. Ojear las páginas del libro que se oculta tras cada experiencia vivida.
Escudriñar, para eludirlo, las alcantarillas del odio más puro. Y así, entre sinónimos y un antónimo, confecciono los mismos deseos y propósitos para este 2021Presenciar el nacimiento del manto oscuro que cubre las noches. Auscultar el latido de las palabras que pronuncian las copas de los árboles. Escudriñar el alma de los lápices de madera.
Espiar los círculos perfectos que produce una piedra al chocar contra la superficie de un lago en calma. Avistar los veleros de sombras que desaparecen en el horizonte.
Mirarme en el espejo de tu ansiedad. Acechar al miedo que hace temblar las antenas que perfilan los edificios. Atisbar la rugosidad de un sentimiento encontrado.
Contemplar un continente de ávidas pupilas. Fijarme en lo invisible. Supervisar cada milímetro de hueso crecido en el cuerpo de mis niños.
Verte feliz.
Estudiar el rastro que dejan las lágrimas en mi mejilla. Otear la brisa, el alba y el rocío que empapan la nívea curvatura de los pétalos en un campo de margaritas. Divisar el devenir de lo impredecible. Avizorar el cálculo y la sed de versos en los desiertos de la prosa. Fisgonear entre las entrañas de la nada más prolífera.
Catar los sinsabores previos a la matanza. Reparar en cada bala y vigilar su sangre derramada. Distinguir entre los latidos solo uno, el que esté más alejado de los estertores de la monotonía. Reflejarme en tu saliva.
Hallarme en mitad del juego que alienta la imaginación de los patios de colegio. Curiosear en tu recreo. Violentar el sueño de los malvados. Examinar con detenimiento las huellas del viento y el desgaste que produce en tu cabello.
Vigilar el paso del tiempo desde la zona más clara de la prisión de mi cuerpo.
Descubrir el suspiro de las lámparas erguidas al mediodía en cualquier mesilla. Notar un océano de escalofríos escalar por mi espalda. Advertir el sosiego tras los párpados de los que mañana estaremos algo más que muertos. Percibir la pena, el llanto y el grito de los que solicitan en silencio mi mano.
Anotar, en mi piel, el roce de tu piel.
Apercibir el aleteo de las moscas que me rondan. Atender mis deseos. Considerar mis anhelos. Experimentar ser lo que nunca dejé de ser. Reconocernos al cruzar los ríos y en los valles de cualquier montaña lejana.
Admirar cada segundo de cada minuto de cada hora de mis días. Vislumbrar el vaho de la belleza henchida de frío. Escudriñar, para eludirlo, las alcantarillas del odio más puro.
Reflexionar sobre la argenta majestad de los rayos de cuna recién nacida. Embelesarme con una luna cogida con pinzas.
Y así, entre sinónimos y un antónimo, confecciono los mismos deseos y propósitos para este 2021 que los que me fijé para 2020.