Ayer hubiera sido Miércoles de Ceniza y aún quedaría en el aire algún trocito de Momo intentado robarle días a la Cuaresma. Así, entre recuerdos y nostalgia, quedaban atrás los primeros días del que hubiera sido el Carnaval 2021. Un domingo sin carrusel, un lunes de decoro y un martes sin pregón ni Momo. Días raros para la ciudad.
Yo he sacado chirigotas hasta en la guerra. En el año 38, en el frente. Y me dieron el primer premio”Cádiz no sentía este vacío que deja la ausencia de su fiesta grande desde el año 1948. Y aquel fue un silencio al que le precedió más de una década. Antes de ese parón, el último Carnaval que se celebró con normalidad fue el de 1936. Se salvó por unos meses, ya que en julio llegaría el golpe de estado que en poco tiempo desataría la Guerra Civil.
En los primeros compases de 1937 se prohibió el Carnaval en toda la zona sublevada. Aquel año, el día 3 de febrero, el gobernador general, Luis Valdés Cabanillas, envió un texto a las distintas provincias que rezaba que por “las circunstancias excepcionales porque atraviesa el país, momentos que aconsejan un retraimiento en la exteriorización de las alegrías internas […] este Gobierno General, ha resuelto suspender en absoluto las fiestas de Carnaval”. Proseguía señalando que “encarezco a V.E. tome las disposiciones oportunas para su más exacto cumplimiento, evitando pueda celebrarse ninguna clase de estas fiestas en días tan señalados en los que nuestro pensamiento debe estar de corazón al lado de los que sufren los rigores de la guerra”.
Probablemente, la mayor parte de la población no se sorprendió con esta prohibición. La represión en Cádiz había empezado inmediatamente después de caer la ciudad en manos golpistas. Una represión que incluyó decenas de casos de gente del Carnaval.
La prohibición se escudaba en el conflicto, pero pronto se dejó entrever que el nivel de “hipocresía de los sublevados era enorme”, en palabras del historiador Alberto Ramos Santana. Mientras prohibían la fiesta, en determinados momentos se llegó a hacer la vista gorda en el frente.
El propio Ramos Santana daba a conocer hace unos años letras que fueron compuestas en el frente de Teruel. Fue Manuel García Pacheco, que había luchado en el ejército golpista, quien se las hizo llegar al historiador. “Aquí le presento a ustede/ a esto cuatro soldadito/que venimos de los frente/ de lucha con lo rojito,/ nuestros compañeros que están escondido/ nos diche muy bajito/ alla a lo lejo siente un ruido,/ nos ponemos alerta con mucha guasa/ y le cantamos a los rojos /ojo, pa darle en las espalda con el cerrojo”.
Otro caso similar lo dio a conocer José Quintana (abuelo del actual autor de comparsas Fran Quintana) en el libro ‘Conversaciones con los viejos comparsistas’, de 1985. Después de que lo hicieran preso en Cádiz, este comparsista logró librarse del fusilamiento marchando al frente de guerra. “Yo he sacado chirigotas hasta en la guerra. En el año 38, en el frente. Y me dieron el primer premio”, contaba. Los hechos que narra ocurrieron en Villa Alta, por la zona de Córdoba. Entonces Quintana servía bajo las órdenes de un comandante gaditano, Julio Almansa, quien le pidió que preparara algo por el día de la Patrona. Así que cogió el tambor de la banda y como no sabía qué nombre ponerle a la agrupación los llamó ‘Los sin nombre’.
“Había uno que se llamaba Antonio el Sotita, que era de Cai, y aunque no había salido nunca en chirigota se sabía muchas letras antiguas; un tal Rafael García, el difunto El Agustín, el Milique, que jugaba al fútbol.. estaba otro también que vivía en la calle La Palma, que le decían ´El Jairo´, hermano de ´La Pimienta´, el Niño Gloria... Bueno, pues yo cogí a toda esta gente... ¿Ustedes se acordáis de esto? Y les recordaba letras antiguas. Los metí a todos en una chabola, allí mismo en el frente; y ensayamos el repertorio de ´La Charanga lugareña´ y dije: ‘¡Esto es lo propio aquí!”.
Pero no sólo se sacaron agrupaciones carnavalescas bajo el influjo de las balas, sino que además llegaron a convocarse concursos, tal y como relataba José Quintana. “Se presentó una de San Fernando para el concurso que hicimos, y otra de Chiclana. Allí se volcó la gente con nosotros”. Cuenta que el premio no consistía en dinero, porque “¿para qué queríamos parné en el frente?”, sino en un paquete grande de tabaco de picadura. “Como no teníamos papel de fumar lo liábamos en el papel azul finito que traían los sobres de las cartas. ¡Y nos sabía a gloria!”.
Tras finalizar la guerra, después de tres años sin fiesta, algunos pensaron que el Carnaval volvería a las calles. Pero no fue así. Justo en el mes de enero de 1940 el gobierno franquista hacía público el siguiente comunicado: “Suspendidas en años anteriores las llamadas fiestas de Carnaval, y no existiendo razones que aconsejen rectificar dicha decisión, este ministerio ha resuelto mantenerla y recordar, a todas las Autoridades dependientes de él, la prohibición absoluta de la celebración de tales fiestas”.
Por lo tanto, a aquellos aficionados que sobrevivieron a la represión y a los jóvenes solo les quedó esperar pacientemente a que la situación propiciara la vuelta de la fiesta. En la década de los 40 las coplas se conservaron en la intimidad, sin que fuera necesario que fueran fechas de Carnaval para recordarlas. Un ejemplo de ello lo dejó Agustín González ‘El Chimenea’, cuando hablaba de aquellas sobremesas de los domingos, allá por los años 40, estando la fiesta prohibida cuando se reunía con toda la familia para cantar coplas del Carnaval.
Como ya es sabido, en agosto de 1947 tiene lugar la explosión en extramuros causando 150 muertos y miles de heridos. La tradición cuenta que aquel motivo fue el que propició que comerciantes y algunos concejales reclamaran meses después al alcalde y al gobernador civil la vuelta de la fiesta. Hecho que se conseguirá en 1949 con la creación de un concurso de agrupaciones en el Gran Teatro Falla. Inicio del actual COAC y semilla de las cercanas Fiestas Típicas Gaditana que llegarían años más tarde.
Lo que no consiguió una guerra ni los primeros años de dictadura, tampoco iba a conseguirlo una pandemia. Aunque no pueda sonar en las calles, la copla sigue viva en cada casa y se comparte en este extraño Carnaval gracias a las redes sociales. Ojalá que el silencio no sea más que una breve anécdota para recordar en el futuro.