La gente se ha lanzado a las calles, esperan colas y rezan delante de las Imágenes Titulares de cada un de las hermandades de penitencia que ya deberían haber hecho estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral. El Domingo de Ramos, esperando en la puerta principal del templo basilical de Nuestra Señora de la Merced, comentaba con algún cofrade que si esas ganas de acudir a las iglesias, de orar ante las Imágenes, de pedir, de sentirse cerca de Dios o de su Santísima Madre se produjesen a diario las misas estarían llenas de fieles y las propias casas de hermandad estarían, en el día a a día, abarrotadas. No sería malo que esa llamada a encontrarse cara a cara con el Señor, en cualquiera de sus manifestaciones pasionales y en sus diversas advocaciones, o con María, con el apellido devocional que quieran, se produjese más a menudo de lo que se produce en el corazón de las gentes.
Porque con esto de pandemia se ha puesto de moda esa palabra que se llama veneración de las Imágenes, una veneración que, por cierto, tiene lugar todos los días del año y a todas horas, porque cada día las Imágenes están en sus altares respectivos en veneración esperando las oraciones de los cristianos y cristianas que no tiene por qué esperar un año entero para darse de cara con Él o con Ella. Como los hermanos de tal y cual cofradía o hermandad no tienen que esperar a que llegue el día señalado para la ansiada salida procesional para encontrarse con Sus Titulares y para hablar con sus hermanos de corporación o para acudir a la casa hermandad o incluso para preguntar si necesitan de sus servicios para trabajar en la bolsa de caridad o acudir, si no lo pueden hacer a diario, a los cultos semanales, a la misa de hermandad, a las actividades sociales, culturales o cultuales.
De esta Semana Santa tan atípica, porque la Semana Santa es y el Triduo Pascual espera de Jueves a Sábado Santo, todos debemos aprender, todos deberíamos hacer un particular examen de conciencia y saber que las iglesias están abiertas, que se puede y se debe entrar en ellas, que no hay que aguardar un año para entrar, que la vida del cristiano debe escribirse, con sus hechos y sus obras, en el día a día y no en una fecha en concreto. Es una alegría ve a la gente acercarse a Jesús y a María, por eso pienso que si siempre fuese así quizá todo sería muy distinto, empezando por la recuperación de muchos valores que parecen perdidos.