En una entrevista con Efe, el médico, que junto con Josep Maria Caralps practicó con éxito el primer trasplante de corazón en España, comenta que la trama de su historia transcurre en los pasillos del ficticio centro médico de Especialidades del Vallès porque “en un hospital es fácil cometer el crimen perfecto”.
En este sentido, señala que “es suficiente con que un gotero no vaya a la velocidad necesaria para que alguien muera”.
La segunda novela de Arís, después del éxito de Los cuadros del Anatomista, también publicada por Suma, está protagonizada por varios médicos como Marcos Serrano, la hematóloga Paula Rovira o el veterano cirujano Cervera, considerado uno de los mejores en su especialidad, pero con un trato personal insoportable.
En Matarratas el galeno-escritor describe complejas operaciones quirúrgicas, pero tampoco se olvida de colocar a los personajes de su novela en aviones que dan la vuelta al mundo o, igual que hizo Dan Brown en su último título, hacer referencia al Cuadrado de Durero.
Alejandro Arís señala que después de más de 35 años ejerciendo a alto nivel la medicina ahora no “me cuesta nada contar operaciones por escrito”, y agrega que, de hecho, todos los casos que aparecen en la obra son reales, incluso uno centrado en una monja enferma de cirrosis tras beber Agua del Carmen.
“Me gusta –prosigue– que el lector vaya aprendiendo cosas al ir pasando las páginas y que cuando acabe pueda decir que sabe más que antes de empezar”.
Con respecto a la parte del libro centrada en las andanzas de un grupo de narcotraficantes colombianos, Arís dice que se documentó sobre el funcionamiento de estas organizaciones y luego reconoce que algunos de los hoteles en los que sucede parte de la acción “son una mezcla de sitios que pude conocer por mi profesión, con un público muy determinado y de un alto nivel económico”.
Preguntado sobre la preponderancia de la Sagrada Familia en el texto, responde que quería desde las primeras páginas que los narcotraficantes la tuvieran como objetivo para sus “maldades”, aunque a él, personalmente, es un monumento que le gusta.