Ningún material fabricado por el ser humano ha tenido una capacidad invasora tan extraordinaria como el plástico. En la cúspide del Everest, las fosas oceánicas más profundas del Pacífico o las capas altas de la atmósfera encontramos plásticos en abundancia. Considerados inertes y frágiles en apariencia, poseen una asombrosa capacidad de fragmentación -microplásticos y nanoplásticos- que les permiten penetrar en el organismo humano, circular por la sangre, invadir los órganos y tejidos e incluso atravesar la placenta. Este bonito material artificial, de aspecto inofensivo, no solo está dañando irremediablemente nuestro planeta, irrumpe en nuestro cuerpo, incluso antes de nacer. En pocas décadas, hemos pasado de considerar al plástico como uno de los mayores inventos modernos, a descubrir que se trata de una seria amenaza global para el ecosistema.
Cada año se produce en el mundo alrededor de 420 millones de toneladas que terminan en vertederos (40%), incinerados (25%) o vertidos sin control (20%); solo un 15% se reciclan para fabricar nuevos plásticos. Estos polímeros, constituidos por diversos compuestos orgánicos, sintéticos o semisintéticos, son contaminantes ambientales al vehiculizar múltiples sustancias químicas y microorganismos. Si toda la producción global de plásticos se detuviera hoy, la mayor parte de los existentes en el medio ambiente -masa estimada en 5.000 millones de toneladas- seguirían presentes durante mucho tiempo. Su producción ha experimentado un crecimiento exponencial imparable, de forma que vivimos en el planeta de los plásticos.
El Plasticeno
Según la escala de tiempo geológico, nos encontramos en el Holoceno -periodo postrero de la era Cenozoica- que abarca los últimos 11.500 años de la Tierra. Esta conocida escala cronológica internacional establece divisiones y subdivisiones de la estratificación de las rocas según su edad relativa y el tiempo absoluto transcurrido desde la formación del planeta.
A principio de este siglo, se acuñó el término Antropoceno para definir, de manera informal, la época actual de enorme impacto medioambiental de origen antropogénico -efectos, procesos o materiales de las actividades humanas-. En los últimos años, se ha comenzado a denominar nuestro tiempo como Plasticeno, por la formidable contaminación global de plásticos. Estos materiales sintéticos son tan abundantes que constituirán una prueba perenne de la existencia del ser humano en la Tierra. En lugares donde se han producido recientes excavaciones o movimientos de tierras es frecuente visualizar estratos con residuos plásticos multicolores –tecnofósiles coloreados-. En un futuro lejano, puede que se conozca nuestra época como la habitada por hombres sabios coloreados, “Homo sapiens coloratus”.
La invasión de plásticos
En 1860, en Estados Unidos, surgió el primer plástico, a consecuencia de un concurso que ofrecía 10.000 dólares a quien produjera un sustituto del marfil, cuyas reservas se agotaban, para la fabricación de bolas de billar. El químico John W. Hyatt ganó con un plástico denominado celuloide, creando la empresa Celluloid Manufacturing Company, donde fabricaron mangos de cuchillos y herramientas, monturas de gafas y películas cinematográficas. A finales del siglo XIX, la industria cinematográfica no hubiera comenzado sin el celuloide. Este plástico se obtiene disolviendo celulosa -hidrato de carbono vegetal- en una solución de etanol y alcanfor, pudiendo ser ablandado y moldeado mediante el calor -termoplástico-.
En 1907, Leo Baekeland inventó la baquelita, primer plástico termoestable, que puede ser fundido y moldeado mientras está caliente, no permitiendo modificaciones tras el fraguado. La baquelita es un buen aislante, resistente al agua, el calor moderado y los ácidos; muy utilizada para la fabricación de objetos domésticos y componentes eléctricos.
En los años 30, Wallace Carothers -Empresa DuPont- introdujo el nylon, primera fibra artificial elástica y fuerte, utilizada para la fabricación de ropa y artes de pesca. Poco tiempo después, aparece el polietileno (PE) en Inglaterra y polipropileno (PP) en Estados Unidos. Estos termoplásticos son ampliamente utilizados en la fabricación de botellas, depósitos, juguetes, parachoques de automóviles, tubos y electrodomésticos. El consumo mundial de PP ha sido de 62,4 millones de toneladas en 2020 (fuente: GBI Research).
Años más tarde, se descubrió el cloruro de polivinilo (PVC), plástico muy duro y resistente al fuego, especialmente adecuado para fabricar cañerías, muebles de exteriores, puertas y ventanas. Otro plástico similar es el politetrafluoretileno (PTFE) -teflón- usado para fabricar rodillos, sartenes antiadherentes e incluso para reparar y sustituir partes del corazón humano (GoreTex™). Recientemente, se ha desarrollado el mercado del tereftalato de polietileno (PET), material que está desplazando al vidrio y PVC en la fabricación de envases -botellas, frascos y recipientes-.
En el proceso de fabricación, aparte de la materia prima -polímeros-, se utilizan diversos productos químicos para lograr ciertas propiedades en los plásticos, como antioxidantes -protegen de su degradación oxidativa-, estabilizadores -preservación en la intemperie durante muchos años-, plastificantes -consiguen una mayor flexibilidad-, lubricantes -reducen su desgaste a la fricción- y pigmentos -colorean los plásticos para hacerlos atractivos y agradables a la vista-.
A menor tamaño, mayor daño
“Sería ingenuo creer que hay plástico en todas partes, pero no en nosotros”, dice el Prof. Rolf Halden de la Universidad Estatal de Arizona, EE.UU.
En 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció riesgos potenciales de los plásticos, al descubrirse que más del 90% de las marcas de bebidas populares contenían partículas pequeñas de polímeros. En enero 2019, el Reino Unido prohibió las microperlas de plástico en cosméticos y productos de higiene personal. Un informe reciente de la OMS alerta sobre los efectos nocivos de los microplásticos (MPs) y nanoplásticos (NPs) para la salud humana.
Los plásticos diseminados en el medio ambiente experimentan una progresiva fragmentación hasta convertirse en pequeñísimas partículas, conocidas como MPs y NPs. Los MPs son partículas sintéticas, insolubles en agua, con tamaño de 1 μm a 5 mm. Los NPs consisten en fragmentos minúsculos invisibles de plásticos, de tamaño de 1 a 1000 nm -nanómetro (nm) es una millonésima parte del milímetro-.
Estas partículas microscópicas pueden penetrar en el cuerpo humano, a través de la ingestión, inhalación o por contacto con la piel (cremas, exfoliantes y cosméticos). Con frecuencia, están presentes en la cadena trófica -transferencia de sustancias nutritivas a través de otras especies-, ya que los MPs llegan a los océanos, siendo ingeridos por los peces al confundirlos con plancton, acabando así en nuestros platos.
Tras la ingesta de MPs/NPs, su destino y efectos nocivos para el cuerpo humano siguen siendo científicamente controvertidos. Solamente los MPs menores de 20 micras (µm) pueden penetrar en organismo, mientras que los menores de 10 µm acceden a la mayoría de los órganos y tejidos -hígado, músculos, cerebro o corazón- a través de la sangre, incluso llegan a traspasar la placenta e invadir el feto.
En la actualidad, no disponemos de información científica suficiente sobre el mecanismo de absorción de algunos compuestos químicos de plásticos, ni datos demostrando sus efectos nocivos, dependiendo de sus propiedades físicas (tamaño, forma y longitud), químicas (polímeros y aditivos), o crecimientos microbianos.
Se han publicado varios resultados de algunas investigaciones demostrando que la salud humana puede verse comprometida tras la invasión de MPs/NPs, ya que podrían ocasionar una inflamación crónica de los órganos y tejidos, además de estrés oxidativo. Sus consecuencias pueden desembocar en algunas patologías, como enfermedad cardiovascular, diabetes, artritis reumatoide, ictus cerebral, neoplasias, enfermedades autoinmunes y neurodegenerativas. Su inhalación puede causar asma bronquial, fibrosis intersticial difusa, granulomas por inclusiones de fibras -alveolitis alérgica, neumonía crónica-, y cambios inflamatorios pulmonares -bronquitis crónica-.
Recientemente, se han descubierto efectos nocivos de algunos componentes del plástico -bisfenol A, ftalatos- sobre el corazón. Estos compuestos son muy utilizados en la fabricación de envases para alimentos, juguetes, medicamentos y dispositivos médicos, pues proporcionan mayor flexibilidad, transparencia y durabilidad a los plásticos. Investigadores australianos han encontrado una relación directa entre los niveles elevados de estos elementos químicos en la orina y el incremento de enfermedades cardiovasculares, hipertensión y diabetes tipo 2. Encontraron niveles significativos de ftalatos en 99.6 % de hombres mayores de 35 años.
Las concentraciones elevadas de bisfenol A -ingrediente muy común en las botellas de plástico- se han relacionado con las enfermedades cardiacas, según Centers for Disease Control and Prevention de EE. UU. Al analizar la orina de 2.605 norteamericanos de diversas edades, encontraron niveles altos de bisfenol A, asociados a una incidencia mayor de enfermedad coronaria.
https://www.scientificamerican.com/article/chemical-in-consumer-plastics-linked-to-heart-disease/
Actualmente, se llevan a cabo diversas investigaciones en animales de experimentación, para determinar el mecanismo de acción de los MPs/NPs en la patología del miocardio y las arterias coronarias. Los resultados actuales aún no son concluyentes, pues los hallazgos en animales no siempre son superponibles al corazón humano.
¿Es posible arreglar este problema mundial?
El impacto de los MPs/NPs sobre la salud humana debe abordarse analizando el estado actual de la Ciencia en cada etapa del ciclo de vida de los plásticos. Según la prestigiosa organización CIEL (del inglés, Center for International Environmental Law), hasta la fecha, se han analizado los efectos de los plásticos sobre la salud humana de forma muy limitada. Cada etapa del ciclo de los plásticos debe estudiarse en profundidad, ya que todas provocan una ingente contaminación.
Extracción y Transporte. El 99% de la materia prima utilizada en los plásticos proviene de los combustibles fósiles. Su extracción del petróleo y gas natural liberan grandes cantidades de sustancias tóxicas en el medio ambiente.
Fabricación. La transformación de combustibles fósiles en resinas plásticas y sus aditivos químicos contaminan el aire con sustancias muy tóxicas.
Productos de consumo y envases. Los productos plásticos son ingeridos, inhalados o incorporados por la piel humana, mediante de MPs/NPs conteniendo sustancias tóxicas.
Residuos plásticos. Las tecnologías de gestión de residuos plásticos -incineración gasificación y pirolisis- liberan metales tóxicos -plomo, mercurio-, sustancias orgánicas -dioxinas, furanos-, y otros elementos nocivos en el aire, aguas y suelos.
La evidente falta de transparencia sobre los productos químicos utilizados en la fabricación de plásticos impide una evaluación completa de su impacto ambiental y la salud. Sin duda, esta desinformación, consentida e interesada, sigue constituyendo el principal elemento limitante de la capacidad de los consumidores para reducir o eliminar su uso. Se precisa un mayor apoyo a la investigación para determinar las interacciones de esta confusa maraña de elementos químicos y su transferencia a los alimentos vegetales y/o animales.
En la Unión Europea, el Reglamento Marco CE 1935/2004 regula la utilización de materiales en contacto directo con los alimentos, tanto su envasado, como maquinarias y utensilios de cocina. Lamentablemente, no se etiqueta ni se advierte al consumidor sobre los componentes plásticos del envase, ni de la potencial liberación de MPs/NPs dependiendo del contenido nutritivo -agua mineral, leche, zumos, colas, yogures…-, ni sobre el tiempo máximo de seguridad libre de contaminación de estos fragmentos de plásticos minúsculos e invisibles.
La investigación científica constituye el camino más eficiente para encontrar nuevos plásticos biodegradables e inofensivos para nuestra salud y el medio ambiente. Hasta que eso llegue, nos queda la utilización más racional y limitada de los plásticos y su responsable recogida y reciclaje.
“No tiene sentido producir cosas que duren 500 años para usarlas durante 20 minutos”. Prof. Tamara Galloway – University of Exeter, Reino Unido.