Por más que los tiempos no sean los mejores y no pueda evitarse recordar años pasados, en los que el popular barrio se saturaba con los alcalaínos y visitantes que, a cientos, llenaban las calles Rosa, Santo Domingo de Silos, Arcipreste Robles y Antón Alcalá, al son de los chiringuitos abiertos aquí y allá, una tradición tan vieja y arraigada como la de la celebración de la fiesta de la Cruz de Mayo lucha por pervivir de la forma más digna posible en nuestro municipio.
Acompañados por la más que agradable temperatura -no en todas las fiestas de la Cruz se ha podido decir lo mismo- son muchos los que suben hasta la bella Cruz de la calle Rosa, como siempre jalonada de flores por estas fechas, para admirar su hermosa traza, fondo inevitable para la empedrada calle que es, un poco, signo de identidad de estos días festivos con que se recibe a mayo en este y otros muchos rincones de nuestra geografía.
Muchas son las cruces que marcan el callejero alcalaíno. Lo mismo pueden encontrarse en el Camino Nuevo, que en el Coto, en San Marcos que en la Cruz del Rayo. Parecen recordarnos, con su cristiana insignia, que ésta fue tierra de frontera y no está de más bendecir sus rincones y caminos con el sagrado símbolo.
Junto al origen religioso, indiscutiblemente la faceta festiva que, en esta travesía de Pentecostés, rinde homenaje a la alegría y a la celebración de la vida. Lo saben bien los cientos de jóvenes que, un año más, han puesto voz e imagen a nuestra irrenunciable fiesta de la Cruz de Mayo.