Samba Haidara tiene 35 años, es natural de Mali y estudió veterinaria, pero en la actualidad trabaja bajo los plásticos de los invernaderos de Níjar (Almería), a donde llegó hace cuatro años y donde, entre frutas y hortalizas, sueña con volver a trabajar con los animales que tanto le apasionan.
Como tantos compatriotas, Samba decidió dejar atrás su tierra, subirse a un cayuco y atravesar el océano para llegar hasta las Canarias. “Terminé la Escuela de Veterinaria en 2014 y luego trabajé con gente que tenía muchos animales, pero tuve un problema en la espalda y no pude continuar con esta actividad”, relata el maliense a EFE.
Solo el año pasado, según datos del Ministerio del Interior, alcanzaron las costas canarias 39.910 inmigrantes irregulares, un 154,5 % más que en 2022. Parte de ellos han sido trasladados a distintos puntos de acogida temporal de la Península, también en Almería, dónde se ha dispuesto de hoteles para este fin en la capital, en Roquetas de Mar y El Ejido.
Samba, que se adelantó a lo que algunos califican como “oleada”, reside ahora en el llamado paraje Balsa Seca a escasos dos kilómetros de San Isidro de Níjar, una de las pedanías con más presión demográfica de todo el campo de Níjar.
Lo hace en un pequeño piso de cuatro plazas que la asociación Almería Acoge pone a disposición de trabajadores sin hogar. Proporciona un alojamiento temporal a gente con un trabajo esporádico y que se encuentra en situación de calle, que sirve como trampolín para que consigan una vivienda normalizada.
Además de los trabajos que consigue en explotaciones del mar de plástico que se extiende por localidades nijareñas como Campohermoso, San Isidro, El Viso, El Barranquete, Los Nietos o Pueblo Blanco, Samba cuida aquí de un pequeño invernadero de auto abastecimiento que la organización no gubernamental que vela por él tiene frente a su hogar.
“No me gustan las matas, yo creo que no todo se puede comer, aunque uno de mis compañeros recoge todo lo que puede”, confiesa entre risas poco después de entregar una bolsa con pequeños melones a los responsables de Almería Acoge en Níjar.
Precisamente, Samba decidió viajar a España para poder mejorar su salud. “No podía encontrar una solución a mi espalda en Mali, pero la gente me decía que aquí hay mucha salud para todos”, revela.
Así pues, se montó en un cayuco y llegó a Canarias, desde dónde fue transportado un tiempo después a Barcelona y desde la ciudad condal hasta Almería. Ahora, su espalda está “muy bien” y puede buscarse la vida en un invernadero.
“Almería Acoge me ha ayudado mucho. Cuando llegué a San Isidro, no tenía a ninguna persona y la gente me habló de este sitio. Aquí te ven, te explican tu condición y me ayudan. Les dije que no tenía nada para dormir o para comer y me respondieron que no había problema, que viniese a hablar al día siguiente y había una cama para mí”, afirma.
Eso fue en febrero de 2023, y ahora se enfrenta a un obstáculo más: su titulación no es válida en España. “Tengo el título de veterinario conmigo, pero me dicen que no puedo trabajar porque lo tengo que homologar”, lamenta. En esa labor se encuentra ahora la onegé, que le presta apoyo jurídico para que sus estudios sean reconocidos.
Aunque Samba lo tiene claro. Cuando se le pregunta si le gustaría volver a ejercer entre animales responde sin dudar: “Sí, sí, sí. Me gusta mucho”. Mientras tanto, en lugar de con la fauna, sigue trabajando con la flora bajo plástico.
Almería
Samba, el veterinario de Mali que trabaja bajo los plasticos de invernaderos
Llegó hace cuatro años y donde, entre frutas y hortalizas, sueña con volver a trabajar con los animales que tanto le apasionan
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