El español Rafael Nadal se coronó ayer campeón del torneo de exhibición de Abu Dabi, al derrotar en la final al sueco Robin Soderling por 7-6 (2) y 7-5 después de algo más de dos horas.
El español Rafael Nadal se coronó ayer campeón del torneo de exhibición de Abu Dabi, al derrotar en la final al sueco Robin Soderling por 7-6 (2) y 7-5 después de algo más de dos horas.
En la lucha por el tercer y cuarto puesto, el suizo Roger Federer se impuso al también español David Ferrer por 6-1 y 7-5.
Nadal sale del Centro Internacional de Deportes de Abu Dabi muy reforzado, y el ganador de la Copa Davis pone ahora dirección al torneo de Doha, su debut oficial en el circuito ATP, donde defiende los cuartos de final del pasado año, para enfilar después hacia Melbourne, y defender su título de campeón del Abierto de Australia.
Si el año pasado cayó en la final de esta millonaria exhibición ante el británico Andy Murray en tres sets, en ésta Nadal sale con la sensación de haber recuperado en parte la frescura de su juego con la que en la primera mitad del pasado año logró dos torneos sobre pista dura, el Abierto de Australia e Indian Wells.
Con Soderling, Nadal nunca lo tiene fácil. Nada más iniciarse esta temporada, el sueco vive todavía con los recuerdos de su fenomenal 2009 que le sirvió para instalarse entre los ocho primeros del mundo, e incluso participar en la Copa Masters de Londres, gracias al trabajo de su entrenador y compatriota Magnus Norman.
Un equilibrio que incluso le ha valido para vencer a Federer por primera vez después de 12 enfrentamientos, el viernes.
Fue en el torneo londinense donde Soderling obtuvo la última victoria sobre Nadal (6-4 y 6-4), un nuevo triunfo después del histórico logrado en los octavos de final de Roland Garros, donde detuvo la marca de 32 partidos ganados de Rafael sobre la arena de París.
A pesar de todo, el balance sigue favoreciendo al español que en torneos oficiales mantiene una ventaja de 3-2. El de ayer no hubiera contado para las estadísticas pero si para el balear, empeñado en no dejar que sus rivales se aprovechen de los bajones en su juego.