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Desde la Bahía

La parcial hibridez de los sentimientos

Cortar la electricidad no elimina la suciedad de la lámpara

Publicado: 06/02/2022 ·
19:56
· Actualizado: 06/02/2022 · 19:59
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Los sentimientos precisan un icono, un bastión en que apoyarse porque su equilibrio es inestable y fugaz, y pueden caer en el cenagoso suelo de la mentira, que al no tener pavimento que le oponga solidez, se erija en verdad absoluta. Los historiadores tienen que corregir un error de omisión, que hace incompleta cualquier descripción o acontecimiento: El olvido del individuo con sus ilusiones, sus ideales de vida, e incluso con sus fantasías, sus quejidos y sus carcajadas, en suma, sus condiciones íntimas y las de su colectividad.

La idea de vivir el máximo tiempo posible siempre fue un deseo, una respuesta utópica al instinto de conservación, pero ahora se ha transformado en una imposición, aunque no por ello conseguimos vivir más, sino morir menos y a mayor edad, dentro de nuestro ciclo de apoptosis que permanece invariable. La nueva ilusión es que se comienza a saber que las puertas de la vida no están cerradas, sino encajadas esperando que la "fuerza de la ciencia" pueda conseguir su completa abertura.

En el momento actual, el fin existe y hay un corte en la evolución del ser humano que es la muerte y a partir de ahí, la única certeza es la esperanza, la única fiabilidad la Fe en otro tipo de vida y la cruda realidad, que no hay ningún signo que de evidencia a nuestra soñada continuidad e iluso convencimiento en que de nuevo volveremos a encontrarnos. Quizás se comprenda así mejor, que las creencias son individuales.

Mientras tanto nuestra única continuidad está en los recuerdos que hayamos dejado y en el tiempo que en la memoria sean capaces de mantenerlos nuestros seres más queridos y nuestra colectividad. Pero el olvido es un depredador de conciencia y memoria y el evitar el sufrimiento de las ausencias más amadas, una imposición de la modernidad más amorfa.

La sociedad para mantener y mostrar que la tristeza y el dolor por la pérdida de un ser querido no era una huella sobre arena de playa, encapsuló su aflicción dentro de una indumentaria - de color negro o blanco fundamentalmente - que quedaría como costumbre tras ser institucionalizada por la "pragmática de luto y cera" que decretaron los Reyes Católicos. El luto llegó así hasta el propio siglo XX.

La Pragmática cerró el paso a las famosas plañideras, pero obligaba a las viudas a permanecer encerradas en una habitación tapizada de color negro y en la que no podía entrar la luz, durante un año. Se restringió posteriormente. Y llegó la relajación, con la modernidad. El luto se considera hoy día "cosa vacua" expresión externa, cofradía sin imagen o con imagen olvidada. A cambio se ofrecen frases que quizás debían estar proscritas, como "no llores por él, al menos no sufrió". "Ahora que él no está, tienes que ser fuerte". "No te preocupes, el tiempo lo cura todo". "Si me necesitas llámame".  O bien se pone un gesto enormemente serio y trascendente en los múltiples minutos de silencio, oficiales y oficialistas, tras distintos obituarios, hecho que nos permite poder utilizar, sin recuerdos sufribles, el resto de las horas del día. A la memoria - estantería completa - le han dejado solo el compartimiento de los placeres. Hoy día conservar el luto en las ropas durante meses o años, es signo de ignorancia y costumbres retrogradas. El color negro de la indumentaria, solo es idea brillante, si lo presenta una pasarela dirigida por el modisto de turno. Se ensalza la eutanasia y se arrinconan los cuidados paliativos, por el esfuerzo que precisan y el gasto económico que conllevan.

Sin embargo, hay una excepción a esta fácil pérdida de memoria u olvido de las personas ausentes. El resentimiento, odio o deseo de venganza persiste de modo parcial e interesado en el espíritu de ciertas personas y grupos, que han cubierto sus recuerdos con el camuflado manto de la historia dirigida, cuyos flecos políticos no pueden ocultar. Por eso se suprimen nombres en el callejero y se derriban iconos y estatuas tanto años después, cuando el ideal sería llevar el luto en la "indumentaria epidérmica" y conciencia, y que esta nos hiciera ver que lo más importante, si no queremos sufrir las consecuencias, es no repetir errores, cometidos por todos, en época previa. Cortar la electricidad no elimina la suciedad de la lámpara.

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