Con Gorbachov pareció que volvíamos a una época donde los bloques comunistas y capitalista se daban la mano. Tras la Perestroika los países comunistas fueron capitalizándose y fragmentándose. Sin embargo, en el 2020 hemos vuelto a la tensa calma de la segunda mitad del siglo XX y estamos presenciando una vuelta a la Guerra Fría, aunque en esta ocasión por otros intereses, pero con las mimas formas de presionar de siempre, las armas.
Pensar en un conflicto armado entre Estados Unidos y la Unión Soviética, en esos años 80 nos hacía temblar las piernas, además lo aderezábamos con la producción cinematográfica que nos llegaba de occidente, donde los rusos, que eran siempre los malos, nos llevaban al límite hasta que la sensatez del bloque capitalista encabezado por los estadounidenses les hacía reflexionar y volvía la paz. El problema de ahora es que ni siquiera la ficción cinematográfica me hace confiar en la sensatez de un occidente con unos líderes políticos que trasmiten temor más que tranquilidad cada vez que hacen un comunicado. Y si miramos a Rusia, pues me imagino a Vladimir Putin con el traje da karateca y aún me da más miedo esta situación.
Mientras en nuestro pueblo, el Ayuntamiento ha abierto una serie de bolsas de empleo, para las que es necesario rellenar un formulario, acreditar las titulaciones y experiencia, etc. Horas de papeleo para poder ejercer el derecho al trabajo, una serie de exigencias que seguramente no tuvo que hacer ni Biden ni Putin para mantener a millones de personas pendientes de sus decisiones.
Paradojas de la vida, de un mundo que sigue girando a pesar del descrédito que cada día se van ganando los políticos en su trabajo diario. Con esto no quiero decir que su labor sea sencilla, ni mucho menos que ese descrédito sea merecido, pues el trabajo de político es el más desagradecido del mundo, pero no es menos cierto que a mi me gustaría que antes de darles el control de una sociedad, se les hicieran un cribado como los que tienen que soportar todos los que hoy hacen cola para ingresar en una bolsa de trabajo.
En algún momento esos que mandan tropas y armamentos a pasear a las fronteras de otros países se habrán puesto en la piel de los niños y niñas ucranianos. Cómo luchar ante semejantes despropósitos contra un arma de fuego.
Afortunadamente, en estos casos España siempre sabe qué hacer y es polemizar por lo que para nosotros es el asunto de mayor relevancia en los últimos veinte años, y no es Nadal y su 21º título de Grand Slam, no es los premios Carmen del Cine Andaluz, no es la plata de la selección masculina de balonmano, ni siquiera es si Vinicius va o no al mundial con Brasil; lo que a nuestro país le importa son las cajas de la vivienda de Rocío Jurado y como no ganaron la Tanxugueiras el Benidorm Festival. Bueno, yo voy a defender a Chanel porque para eso salía en la serie de la monja.
