Los negocios de Voltaire se mudan por culpa de las obras
“Si sigo así hasta el viernes, el lunes cierro y me traslado”. Ezequiel, propietario de la cafetería Adraba, situada en la bolsa de aparcamientos de Voltaire que acaba de clausurarse por las obras del paso inferior del tren de Alta Velocidad que unirá las avenidas de Caballero Bonald y Voltaire, a la altura del Parque Atocha, ha visto como en sólo 24 horas su establecimiento ha pasado a servir de 70 a 30 desayunos. Unas circunstancias que no está dispuesto a soportar ni siquiera una semana más, por lo que ya está buscando un nuevo local para trasladar su negocio “porque yo no puedo estar así un año y medio, esto sería una ruina”, manifestó.
Hasta el pasado domingo había coches que incluso aparcaban en doble fila enfrente a hacer un desayuno exprés antes de ir a trabajar o a media mañana, una estampa que nada tiene que ver con la que lucía ayer este establecimiento. En su interior, apenas había varios grupos de personas tomando un temtempié, mientras que en el exterior la imagen era cuanto menos desoladora entre apenas una máquina y un grupo de operarios que continuaban inmersos en el segundo día en labores de cerramiento. Como relata, se enteró de los trabajos el pasado viernes a través de un cartel que alertaba de que el acceso a esta pequeña zona comercial se cortaba a los vehículos desde el lunes y hasta nuevo aviso. Unas circunstancias con las que se van al traste las ilusiones depositadas para su negocio, que abrió a comienzos de año. Escéptica también se muestra sobre el futuro de su tienda de ropa Guadalupe Torrejón, quien estos días a buscado a contrarreloj un nuevo local junto a Los Gavilanes, en La Granja, para trasladar su establecimiento.
“Yo no puedo aguantar esta situación un año y medio sin aparcamiento, porque la gente se me va a comprar a otro sitio. En plena crisis lo que tienes que hacer es atraer y entusiasmar a tus clientes, y no crearles más molestias y todos sabemos que hoy en día vamos corriendo a los sitios y queremos dejar el coche lo más cerca posible de donde vayamos”, señala.
Más optimistas se mostraban en Naturhouse, donde confían en no resentir demasiado su actividad al funcionar a través de citas previas, si bien son conscientes de que sus clientes pueden terminar aburriéndose y elegir otros centros de esta cadena de la ciudad. Asimismo, en la peluquería Tinoco, Mónica, su propietaria, espera que sus clientas más fieles estén a la altura y su negocio aguante el chaparrón lo mejor posible. “Una vez que todo esté terminado va a quedar muy bien, lo peor es aguantar este año y medio”, señaló.