La Semana Santa termina como Dios manda y como Arcos la imaginó
Las diez hermandades de penitencia logran culminar su carrera oficial con el máximo esplendor y con un gran decoro en cada una de sus estaciones
Auténtica sucesión de emociones la que se vivió en la espléndida tarde de Jueves Santo por las calles de Arcos. En primer lugar con el misterio que deja escapar por unas horas la iglesia hospitalaria de San Juan de Dios. Las imágenes del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, San Juan Evangelista y Nuestra Señora de las Angustias procesionaron en sus respectivas canastillas transportadas en parihuela por tres cuadrillas que llevan años portando en sus hombros estas devociones con suma seriedad, experiencia sobrada y total entrega.
Sin embargo, y era lógico este año, la atención se centró en la reaparición de la onzuria de armaos recuperada después de su disolución en los años ochenta; un trabajo atribuíble a la nueva junta de Gobierno que con tanta ilusión y tantos proyectos lideran el hermano mayor Cristóbal Romero y un grupo de jóvenes cofrades bien formados. Los armaos, dirigidos por el jefe de onzuria, Fernando Iglesias, pese a recobrar algunos de los elementos típicos de antaño, no tuvieron nada que ver con aquellos hombres asalariados que buscaban en su hazaña castrense un dinero extraordinario que llevar a casa. Ahora, con más vocación que otra cosa, estos armaos dieron fe de la preparación que han alcanzado durante los últimos meses gracias a sus constantes ensayos. Su puesta en escena también fue atribuíble al trabajo realizado por un grupo de mujeres ligadas a la hermandad, que han hecho de unas telas verdes unos verdaderos uniformes, que ciertamente contrastan, exactamente el casco, con los del resto de las hermandades que llevan armaos en las procesiones. Y es que esos cascos más bien recuerdan a los de los romanos de la Semana Santa sevillana, pero, bueno, la parte escénica de la Semana Mayor siempre está abierta a la incorporación de nuevos matices estéticos y una cierta renovación.
La salida de San Juan de Dios, que contó con un destacado número de nazarenos vestidos del verde y blanco tradicionales, fue hermosa y discreta a la vez. De ello se trataba teniendo en cuenta que su principal misterio presenta a un Jesús moribundo en la cruz, sólo acompañado por un sudario de terciopelo bordado en oro, los lirios morados que lucieron las esquinas del paso y un manto de claves rojos a sus pies clavados. No obstante, para cerrar procesión detrás del paso de Nuestra Señora, la banda municipal de música Vicente Gómez Zarzuela dejaría su calidad y su afanoso trabajo que ha realizado durante toda la Semana Santa acompañando a distintas cofradías locales.
Tampoco dejó de llamar la atención la cantidad de niños, algunos muy pequeños, situados en el primer tramo del desfile, abriendo la procesión, al igual que los acólitos portando imponentes ciriales.
La procesión tomó Corredera abajo para llegar hasta Pérez del Álamo y regresar por Alta, dando ejemplo de lo que debe ser una tarde de Jueves Santo.
Remedios y Paz
Con cierta impaciencia por aquello de tomar sitio en un relativo estrecho espacio que es el atrio parroquial de San Pedro y aledaños, arcenses y visitantes abandonaron por unos instantes la procesión de la Vera Cruz para ver a otro imponente Cristo, el Santísimo de los Remedios y Paz.
La salida fue igualmente multitudinaria, con el orden que puede permitir un reducido pasillo flanqueado por el público y que irremediablemente se abre para dejar salir las imágenes del Cristo y, después, la de su Madre, la Virgen de los Dolores. La primera escena se presentó acompañada de los redobles de los tambores de dos nazarenos, seguidos de la cruz de guía y de la primera hilera de hermanos de fila, vestidos con el hábito negro y el capirote y cíngulo rojos.
Así, dieron paso al Santísimo que procesiona en horizontal, desprovisto de paso alguno y portado sólo por cuatro hermanos que se sirven de unas horquetas para sujetar el madero mientras realizan una parada. Su único exorno fue un bello ramo de flores a los pies de Cristo. El luto era inminente, y tras Él, las tradicionales mujeres de mantilla y más nazarenos, varios descalzos y, haciendo lo propio que el Mesías, soportando una pesada cruz sobre su espalda.
Especialmente bello resultó el momento de la salida procesional de Nuestra Señora de los Dolores, rodeada de flores rosas en su paso. Nada bajar las escalinatas del templo, saetas para María, ante la ovación del público. La imagen de la Señora de San Pedro, con siete puñales que la hieren en su pecho, fue ejemplo de dolorosa y metáfora de amor por el Hijo.
La legendaria orden de servitas nacida en 1749 al amparo de capilla de San Antonio Abad, cuya restauración se encuentra felizmente a la vuelta de la esquina, hizo una estación inmaculada y de sumo respeto al momento que representa a través de sus sagrados titulares.
Las ‘madrugá’ más nazarena
Como dice el tópico, la noche en que nadie duerme se justificó de sobras un año más con la salida procesional de la imagen más venerada por los arcenses, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Esta vez el tiempo no jugó la mala pasada del año anterior, en que la cofradía no pudo alcanzar el barrio de María Auxiliadora por temor a la lluvia. Así, su salida se cumplió a las dos de la madrugada para hacer un recorrido tradicional que en su primera parte acabaría en la calle Corredera, donde lo que queda de aquellos Flamencos de la Peña interpretaron su esperada plegaria a Cristo. En esta ocasión con la salvedad de que fue dedicada al recientemente fallecido Luis Álvarez, quien fuera miembro del grupo musical y fervoroso hermano del Nazareno. El detalle, a modo de esquela, que también contuvo los versos de Manolo Zapata, no pasó desapercibido entre la muchedumbre, que recompensaría el homenaje con su aplauso, pero sobre todo con su admiración por el Nazareno.
Del mismo modo, momentos de suma emoción en el barrio de San Francisco, donde Jesús alzó su mano en bendición a su pueblo. Durante el trayecto no faltaron piropos, saetas, halagos..., pero sobre todo las rogativas de los vecinos que encuentran en Jesús su tabla de salvación y un remedio a los avatares de la vida.
Los tres pasos del cortejo, primero con el de la Santa Mujer Verónica, después el de Nuestro Padre y por último el de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso, ofrecieron un auténtico espectáculo visual en su bajada por el Arco de Matrera, que teóricamente divide el conjunto monumental del Barrio Bajo. Más no se le podía pedir a un desfile donde participan personas de todas las edades y condición, unidas por la fe en Cristo. No cabía alma, como tampoco en los aledaños del puente de San Miguel, todo Pérez Galdós y, sobre todo, en la plaza de La Caridad, donde Nuestro Padre realizará nueva bendición antes de regresar a su templo de San Agustín.
El Nazareno se presentó con su túnica morada con adornos bordados en oro, con unos apropiados claves rojos y morados que contrastaban con el dorado de su paso. El de su madre fue un canto a la primavera, con rosas blancas, claveles, margaritas... y un montón de ramos de flores que medio Arcos fue depositando a sus pies mientras las hermanas no daban abasto de recoger y recoger flores. Como también se recogieron muchos donativos a lo largo de la carrera oficial, que seguro que tendrán un loable fin.
Especialmente bella resultó la saeta que interpretó el maestro Antonio Ortega Nono, desde los balcones de la familia Yesa, en el Barrio Bajo. En la parte negativa, tan sólo destacar la presencia de un grupo de jóvenes en Pérez Galdós que, con efectos visibles de consumo de alcohol, increparon a varios nazarenos, sobre todo a las mujeres, en un gesto sin sentido y sin respeto alguno por los demás y por la propia procesión.
El cansado cortejo, después de catorce horas sin parar, regresó a San Agustín para dar gracias a Dios por tan espléndida jornada.
Viernes de duelo
El Viernes Santo, día de santos oficios en las parroquias arcenses, salvó la adversidad meteorológica que se dio por unas horas en otros puntos de Andalucía, incluso interrumpiendo o suspendiendo desfiles procesionales. No fue el caso de Arcos, donde a las siete de la tarde se puso en la calle el paso del Dulce Nombre de Jesús. Nuevamente la parroquia de San Francisco recobró protagonismo con una de sus cofradías más señeras. El pequeño paso del Dulce Nombre se presentó bajo un manto de claveles rojos, siendo ésta la primera estampa sentimental de la tarde, aunque las miradas expectantes se fijaron especialmente en el paso de Nuestra Señora de la Quinta Angustia, que este año, por primera vez, lució una escalera junto a la cruz.
El acompañamiento musical fue cosa de la banda de cornetas y tambores de las Tres Caídas y de la banda municipal de música Vicente Gómez Zarzuela.
La cofradía que dirige la hermana mayor Milagros García de Veas superó así sus miedos iniciales ante el estado del tiempo, para culminar su recorrido con éxito y en otro claro ejemplo de catequesis plástica.
Con la hermandad del Santo Entierro se cerraron los desfiles procesionales de Semana Santa. La cofradía partió a las nueve de la noche desde San Pedro con el luto más severo ante la muerte de Cristo que yace en su urna. Su madre, Nuestra Señora de la Soledad apareció en segundo lugar acompañada por la música de la banda municipal Vicente Gómez Zarzuela. La tenue luz de las velas iluminaron aún más, si cabe, su belleza. Y es que la Virgen estrenó este año nueva candelería que sin duda realza más su bello palio; un trabajo realizado en los talleres sevillanos de Villarreal, una firma a la que la hermandad viene confiando la elaboración de sus enseres. El Cristo yacente también lució nuevos faldones y una mayor altura, con lo cual fue más cercano a los ojos del creyente.
La Semana Santa de 2010 ya está escrita...
Sin embargo, y era lógico este año, la atención se centró en la reaparición de la onzuria de armaos recuperada después de su disolución en los años ochenta; un trabajo atribuíble a la nueva junta de Gobierno que con tanta ilusión y tantos proyectos lideran el hermano mayor Cristóbal Romero y un grupo de jóvenes cofrades bien formados. Los armaos, dirigidos por el jefe de onzuria, Fernando Iglesias, pese a recobrar algunos de los elementos típicos de antaño, no tuvieron nada que ver con aquellos hombres asalariados que buscaban en su hazaña castrense un dinero extraordinario que llevar a casa. Ahora, con más vocación que otra cosa, estos armaos dieron fe de la preparación que han alcanzado durante los últimos meses gracias a sus constantes ensayos. Su puesta en escena también fue atribuíble al trabajo realizado por un grupo de mujeres ligadas a la hermandad, que han hecho de unas telas verdes unos verdaderos uniformes, que ciertamente contrastan, exactamente el casco, con los del resto de las hermandades que llevan armaos en las procesiones. Y es que esos cascos más bien recuerdan a los de los romanos de la Semana Santa sevillana, pero, bueno, la parte escénica de la Semana Mayor siempre está abierta a la incorporación de nuevos matices estéticos y una cierta renovación.
La salida de San Juan de Dios, que contó con un destacado número de nazarenos vestidos del verde y blanco tradicionales, fue hermosa y discreta a la vez. De ello se trataba teniendo en cuenta que su principal misterio presenta a un Jesús moribundo en la cruz, sólo acompañado por un sudario de terciopelo bordado en oro, los lirios morados que lucieron las esquinas del paso y un manto de claves rojos a sus pies clavados. No obstante, para cerrar procesión detrás del paso de Nuestra Señora, la banda municipal de música Vicente Gómez Zarzuela dejaría su calidad y su afanoso trabajo que ha realizado durante toda la Semana Santa acompañando a distintas cofradías locales.
Tampoco dejó de llamar la atención la cantidad de niños, algunos muy pequeños, situados en el primer tramo del desfile, abriendo la procesión, al igual que los acólitos portando imponentes ciriales.
La procesión tomó Corredera abajo para llegar hasta Pérez del Álamo y regresar por Alta, dando ejemplo de lo que debe ser una tarde de Jueves Santo.
Remedios y Paz
Con cierta impaciencia por aquello de tomar sitio en un relativo estrecho espacio que es el atrio parroquial de San Pedro y aledaños, arcenses y visitantes abandonaron por unos instantes la procesión de la Vera Cruz para ver a otro imponente Cristo, el Santísimo de los Remedios y Paz.
La salida fue igualmente multitudinaria, con el orden que puede permitir un reducido pasillo flanqueado por el público y que irremediablemente se abre para dejar salir las imágenes del Cristo y, después, la de su Madre, la Virgen de los Dolores. La primera escena se presentó acompañada de los redobles de los tambores de dos nazarenos, seguidos de la cruz de guía y de la primera hilera de hermanos de fila, vestidos con el hábito negro y el capirote y cíngulo rojos.
Así, dieron paso al Santísimo que procesiona en horizontal, desprovisto de paso alguno y portado sólo por cuatro hermanos que se sirven de unas horquetas para sujetar el madero mientras realizan una parada. Su único exorno fue un bello ramo de flores a los pies de Cristo. El luto era inminente, y tras Él, las tradicionales mujeres de mantilla y más nazarenos, varios descalzos y, haciendo lo propio que el Mesías, soportando una pesada cruz sobre su espalda.
Especialmente bello resultó el momento de la salida procesional de Nuestra Señora de los Dolores, rodeada de flores rosas en su paso. Nada bajar las escalinatas del templo, saetas para María, ante la ovación del público. La imagen de la Señora de San Pedro, con siete puñales que la hieren en su pecho, fue ejemplo de dolorosa y metáfora de amor por el Hijo.
La legendaria orden de servitas nacida en 1749 al amparo de capilla de San Antonio Abad, cuya restauración se encuentra felizmente a la vuelta de la esquina, hizo una estación inmaculada y de sumo respeto al momento que representa a través de sus sagrados titulares.
Las ‘madrugá’ más nazarena
Como dice el tópico, la noche en que nadie duerme se justificó de sobras un año más con la salida procesional de la imagen más venerada por los arcenses, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Esta vez el tiempo no jugó la mala pasada del año anterior, en que la cofradía no pudo alcanzar el barrio de María Auxiliadora por temor a la lluvia. Así, su salida se cumplió a las dos de la madrugada para hacer un recorrido tradicional que en su primera parte acabaría en la calle Corredera, donde lo que queda de aquellos Flamencos de la Peña interpretaron su esperada plegaria a Cristo. En esta ocasión con la salvedad de que fue dedicada al recientemente fallecido Luis Álvarez, quien fuera miembro del grupo musical y fervoroso hermano del Nazareno. El detalle, a modo de esquela, que también contuvo los versos de Manolo Zapata, no pasó desapercibido entre la muchedumbre, que recompensaría el homenaje con su aplauso, pero sobre todo con su admiración por el Nazareno.
Del mismo modo, momentos de suma emoción en el barrio de San Francisco, donde Jesús alzó su mano en bendición a su pueblo. Durante el trayecto no faltaron piropos, saetas, halagos..., pero sobre todo las rogativas de los vecinos que encuentran en Jesús su tabla de salvación y un remedio a los avatares de la vida.
Los tres pasos del cortejo, primero con el de la Santa Mujer Verónica, después el de Nuestro Padre y por último el de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso, ofrecieron un auténtico espectáculo visual en su bajada por el Arco de Matrera, que teóricamente divide el conjunto monumental del Barrio Bajo. Más no se le podía pedir a un desfile donde participan personas de todas las edades y condición, unidas por la fe en Cristo. No cabía alma, como tampoco en los aledaños del puente de San Miguel, todo Pérez Galdós y, sobre todo, en la plaza de La Caridad, donde Nuestro Padre realizará nueva bendición antes de regresar a su templo de San Agustín.
El Nazareno se presentó con su túnica morada con adornos bordados en oro, con unos apropiados claves rojos y morados que contrastaban con el dorado de su paso. El de su madre fue un canto a la primavera, con rosas blancas, claveles, margaritas... y un montón de ramos de flores que medio Arcos fue depositando a sus pies mientras las hermanas no daban abasto de recoger y recoger flores. Como también se recogieron muchos donativos a lo largo de la carrera oficial, que seguro que tendrán un loable fin.
Especialmente bella resultó la saeta que interpretó el maestro Antonio Ortega Nono, desde los balcones de la familia Yesa, en el Barrio Bajo. En la parte negativa, tan sólo destacar la presencia de un grupo de jóvenes en Pérez Galdós que, con efectos visibles de consumo de alcohol, increparon a varios nazarenos, sobre todo a las mujeres, en un gesto sin sentido y sin respeto alguno por los demás y por la propia procesión.
El cansado cortejo, después de catorce horas sin parar, regresó a San Agustín para dar gracias a Dios por tan espléndida jornada.
Viernes de duelo
El Viernes Santo, día de santos oficios en las parroquias arcenses, salvó la adversidad meteorológica que se dio por unas horas en otros puntos de Andalucía, incluso interrumpiendo o suspendiendo desfiles procesionales. No fue el caso de Arcos, donde a las siete de la tarde se puso en la calle el paso del Dulce Nombre de Jesús. Nuevamente la parroquia de San Francisco recobró protagonismo con una de sus cofradías más señeras. El pequeño paso del Dulce Nombre se presentó bajo un manto de claveles rojos, siendo ésta la primera estampa sentimental de la tarde, aunque las miradas expectantes se fijaron especialmente en el paso de Nuestra Señora de la Quinta Angustia, que este año, por primera vez, lució una escalera junto a la cruz.
El acompañamiento musical fue cosa de la banda de cornetas y tambores de las Tres Caídas y de la banda municipal de música Vicente Gómez Zarzuela.
La cofradía que dirige la hermana mayor Milagros García de Veas superó así sus miedos iniciales ante el estado del tiempo, para culminar su recorrido con éxito y en otro claro ejemplo de catequesis plástica.
Con la hermandad del Santo Entierro se cerraron los desfiles procesionales de Semana Santa. La cofradía partió a las nueve de la noche desde San Pedro con el luto más severo ante la muerte de Cristo que yace en su urna. Su madre, Nuestra Señora de la Soledad apareció en segundo lugar acompañada por la música de la banda municipal Vicente Gómez Zarzuela. La tenue luz de las velas iluminaron aún más, si cabe, su belleza. Y es que la Virgen estrenó este año nueva candelería que sin duda realza más su bello palio; un trabajo realizado en los talleres sevillanos de Villarreal, una firma a la que la hermandad viene confiando la elaboración de sus enseres. El Cristo yacente también lució nuevos faldones y una mayor altura, con lo cual fue más cercano a los ojos del creyente.
La Semana Santa de 2010 ya está escrita...
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