Hace semanas que no cae una gota y agricultores y ganaderos hablan ya de una situación “crítica”. Hay un dicho, compartido por los propios protagonistas, sobre la facilidad que tienen los hombres del campo para llorar y lamentarse cada año por sus cosechas, pero en este caso concreto hasta el Gobierno andaluz no se ahorra adjetivos para referirse a esa misma situación, y va más allá. Dice que no es “preocupante, sino alarmante”.
La falta de agua está causando ya una merma notable en cultivos como los cereales y el olivar, según las organizaciones agrarias, y puede terminar pasando factura al algodón, las hortícolas, los viñedos o el arroz, sin olvidar a los ganaderos, que a falta de pasto tienen que subir el presupuesto en piensos, lo que subraya asimismo una segunda vertiente, la del incremento generalizado de los costes, que agrava aún más las expectativas del sector agrícola y la de los consumidores.
De fondo, la cuestión política. Nadie puede prometer que vaya a llover, pero sí se puede trabajar de forma paliativa y proactiva. La Junta dice que el ejecutivo central no lo hace, mientras que en Andalucía se realiza un seguimiento especial cada semana en el consejo de gobierno para mejorar y optimizar el uso del agua. Pero parece que hará falta algo más. De momento, la mesa de la sequía de la provincia ha aprobado prorrogar hasta octubre las restricciones vigentes en el consumo de agua, que son de un 5% para el consumo humano y de un 25% para los regadíos.
Esa sensación de preocupación ha comenzado a trascender más allá del campo y los despachos. El obispo de Asidonia-Jerez, José Rico Pavés, divulgó este martes una carta en la que insta a la familia de la Iglesia de la Diócesis a realizar rogativas en favor de la lluvia. De hecho, este sábado, la Catedral de Jerez acogió una ceremonia religiosa presidida por el Cristo de las Aguas, trasladado en procesión, como primer testimonio de una invitación dirigida a todos los municipios donde sea posible: acudir a los campos acompañados de una venerada imagen para que se obre el, ahora mismo, milagro de la lluvia.
Nuestra historia misma está plagada de leyendas de siglos atrás en las que ese tipo de rogativas terminaban acompañadas de acontecimientos extraordinarios, que contribuyeron a alimentar la fe en favor de la respuesta del cielo. Ahora las respuestas llegan desde el Meteosat, pero tampoco deberían servir para poner en duda lo que no deja de ser, efectivamente, una cuestión de fe ejercida libremente por quienes la viven y practican, por mucho que haya servido de mofa a lo largo de los últimos días en las redes sociales, donde se hace chiste de todo, en muchos casos desde un valiente anonimato, que es como algunos entienden que hay que rendir culto a la libertad: tirando la piedra y escondiendo la mano.
La cosa es seria. Tan seria como las respuestas que el Papa Francisco da a la decena de jóvenes participantes en el último e interesante “experimento” audiovisual de Jordi Évole: Amén. Francisco responde. Y entre esos diez jóvenes, por supuesto y acertadamente, hay un ateo, un musulmán, una ex monja, un chico víctima de abusos sexuales en el seno de una congregación religiosa, una persona no binaria, una feminista, una hindú, una actriz porno y una joven de las comunidades neocatecumenales, que, curiosamente, aparece retratada como la rara del grupo o la infiltrada. Y cada uno traslada al Papa su realidad personal como reflejo de la sociedad actual.
“Cada uno dijo su verdad -concluye Francisco-. Eso me gustó. Aprendí mucho de ustedes, me hizo mucho bien. Cada uno desde su punto de vista. Esto es un poco el camino de la Iglesia: todos hermanos, todos unidos, cada uno en su posición, más o menos distantes, pero hermanos. Fraternidad. Vamos caminando hacia adelante. La fraternidad no se puede negociar nunca, las ideas sí, pero la fraternidad no”. Amén.
Y la realidad es que se echa en falta esa fraternidad y ese compromiso ante cuestiones serias. Lo es la guerra en Ucrania. Lo es la forma en que se agrava el machismo entre los adolescentes. Lo es la sequía, como consecuencia del cambio climático. Cuestiones que no se van a solucionar con un chiste o un meme a destiempo.