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Miércoles 13/11/2024
 
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El futuro más que negro de la Sanidad militar

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DOCTORES tiene la iglesia y es de suponer que las cosas que para el resto de los mortales parecen hechas a impulsos, son consecuencia de concienzudos análisis sobre las necesidades reales en cada momento, obviamente conjugadas con las provisiones económicas que puedan existir para hacer los cambios necesarios y optimizar los recursos.

Pero a nadie escapa que el gran público, medianamente informado de lo que ocurre aunque no siempre de por qué ocurre, está en su derecho a pensar que las distintas reestructuraciones de las Fuerzas Armadas no se han hecho siempre bajo el prisma eminentemente militar que sería lo deseable y ha habido mucho de criterios políticos aplicados a un campo desconocido para los autores de los planes puestos en marcha.

No se trata de una afirmación que haga este periódico en este espacio editorial de forma gratuita y sujeta a intereses que no tiene, sino de lo que puede pensar este periódico después de escuchar hablar a los verdaderamente perjudicados o beneficiados -porque no todo lo que se hace es malo- de los cambios. Y en el primero de los casos y en concreto en el de la Sanidad Militar, son los propios dolientes los que lo vienen diciendo desde hace años, en una denuncia constante de las consecuencias previstas y poco a poco padecidas por la falta de una política clara en el mantenimiento de las infraestructuras que en su día sustentaron a un sistema que si bien no es el mismo en cantidad, podría haber mantenido su calidad si de eso se hubiera tratado.

Por contra y desde la reforma que hizo el Partido Popular, sólo se ha avanzado en una externalización de servicios que puede ser mejor o peor y en una enajenación de activos que presumiblemente sobraran en algunos casos, pero nunca en la búsqueda de un sistema que sin dejar a un lado su necesaria dosis de viabilidad económica, mantuviera la excelencia que se le exigen a unos ejércitos modernos. Háblese de un sistema mixto de explotación o cualquier otra fórmula posible, menos de la aniquilación de una actividad necesaria para la formación de unos efectivos primordiales en las Fuerzas Armadas.

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