Este domingo 13 de junio, la HBO estrena para sus abonados estadounidenses la tercera temporada de True Blood. Alan Ball, el creador de esta subyugante maravilla, no ha aguardado al otoño, como el año pasado, para aprovechar el ferviente y creciente interés por las historias de sus enigmáticos y atractivos personajes. Ball, que tomó como punto de partida las flojas novelitas sobre su protagonista, Sookie Stockhouse, ha creado un universo propio, en el corazón del profundo Nueva Orleans, que no para de cautivarnos pese a la limitada verosimilitud de sus historias. Como alguien escribió por ahí, el auténtico vampiro de True Blood es el propio Alan Ball, y nosotros, los espectadores, sus víctimas consentidas; no sólo eso, sino deseosas de que venga a devorarnos de nuevo sin más dilación.
La promoción de la tercera temporada, por otro lado, ha sido espectacular a lo largo de las últimas semanas, y ha incluido la emisión de mini-sodes (fragmentos de 3 minutos de episodios) para ir despertando el apetito. Espero que los hombres lobo que se cuelan en esta nueva entrega no desmerezcan el interés ni terminen por querer rivalizar con los frígidos personajes de la saga Crepúsculo.
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