Por mucho que cambien las circunstancias, la vida seguirá igual hasta que el meteorito haga su trabajo. No pudo con nosotros una pandemia, ni catástrofes ambientales, así que mucho menos lo hará una sentencia en la cual unos hijos son condenados por grabar a su padre cuando realizaba actos sexuales con otro hombre. No es mucha la pena que les ha caído si lo vemos desde una óptica lejana. Tres años, dos años… por grabar o difundir. Es muchísima si los convertimos en horas, días, semanas o cumpleaños. La elasticidad del tiempo es prodigiosa, igual que la negación de la gravedad a los dieciséis con senos a caballo de la brisa y piernas sin celulitis, ni varices. Nos dejamos querer y nos embarcamos en aventuras parentales, sin pensar que esa criatura rosada que acunamos puede que intente destrozarnos, en cuanto tenga la suficiente independencia para molestarle nuestra orientación sexual. El acto sexual según se recoge en la sentencia , fue todo lo secreto que pudiera ser al estar realizado en un parque público, eso sí tras ramajes y precauciones, que ya les digo que fueron pocas si hay alguien que quiere sacarte las telarañas de la verdad a golpe de guantazo moral. Han perdido la sentencia por querer sacar del armario a quien está a gusto en él, con sus tejemanejes y escapadas. Pero fundamentalmente lo que destaca- sin necesidad de párrafos, ni renglones- es la rotura total del respeto, la libertad, la empatía o la dignidad que todo ser humano merece. ¿Quién persigue a su padre para grabarlo cuando mantiene relaciones sexuales? ¿Quién lo hace para mostrarle a la familia lo que en realidad es y no lo que quiere ser ante ellos? Simplemente, aún no se ha llegado a un punto en que la homosexualidad sea considerada como algo que no se deba ocultar a la familia, porque te da miedo lo que puedan hacer. Lástima para todos los Cristian del mundo que con menos de dieciocho se ven criticados y apartados de parte de su familia porque no entienden que les puede gustar algo que ellos ven como pecaminoso o enfermizo. Si nos documentamos sobre la Antigua Roma veremos que grandes emperadores cortejaban a jovencitos afeminados y se veía como prueba máxima de amor. Lo que no se permitía era la sumisión sexual que también penalizaba a las mujeres por muy patricias que fueran. Me he ido de reposo mental y vuelvo con la casa sin planchar, las sentencias obsoletas y las inundaciones haciéndonos tragar agua cuando tanta falta nos hace en secanos y baldíos. Pecamos endiosados como la Historia que se viste cada época como le da la gana para luego rasgarse las vestiduras y subirse al carro del que venció en la batalla carnal de huesos rotos y sangre fresca. No eran culpables los que mataban en nombre de su gobierno dictatorial, porque había leyes que los respaldaban. No lo eran los hijos de repudiar a su padre y mostrar a los demás sus secretos más ocultos con esa misma sangre fría de reptil que los que llevaban a los disidentes a conocer el horror de las torturas. Nunca cambiaremos, ni siquiera si nos libramos del impacto del meteorito. Nacimos condenados a matar, vagar y destrozarnos como sea, al modo de virus letal que no tiene necesidad de encontrar huésped porque emerge del ADN –pletórico- en cada nueva generación.
Una feminista en la cocina
Orientación parental
No pudo con nosotros una pandemia, ni catástrofes ambientales, así que mucho menos lo hará una sentencia
- Ana Isabel Espinosa
- Una feminista en la cocina
Publicado: 21/09/2023 ·
14:20
Actualizado: 24/09/2023 · 20:55
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