La salud mental es una más en la oferta de los servicios públicos y privados y cada vez contemplada con mayor naturalidad. Pero la sociedad crea sus propias necesidades que no siempre se adaptan a las estructuras, incluso a las que se crearon para acabar con un sistema en entredicho desde el siglo XVIII y utilizado para tapar las miserias de unas sociedad antes que para corregirlas. Incluidos los fines políticos.
—Hay un tango argentino que dice que veinte años no es nada. Veinte años llevan ustedes en esta unidad de Salud Mental.
—Veinte años nada más y nada menos porque se han pasado volando. En esos locales estamos desde hace once años más o menos. Antes estábamos ubicados en el antiguo centro de salud Hermanos Laulhé junto a la Venta de Vargas y en el 99 nos trasladamos aquí a la Ardila, a este centro de salud.
—En función de cómo se iban ampliando servicios…
—Claro. Aquellos locales estaban ya en malas condiciones y de hecho se ha reformado todo el centro y se ha hecho un centro de salud magnífico y nosotros salimos de allí en previsión de arreglar todo aquello y ponerlo en condiciones.
—¿Qué balance se puede hacer de este tiempo, entre los dos periodos?
—El balance global es positivo. Es prácticamente nuestra vida profesional entera porque todos los que trabajamos en este equipo tenemos casi la misma edad y hemos empezado nuestra vida profesional aquí. Lleno de satisfacciones y también sinsabores porque hemos tenido que poner en marcha muchas cosas, sobre todo adaptarnos a la solicitud de la población, a la solicitud de los gestores que por un lado piden una cosa, por otro, otra… pero sinceramente creo que si hacemos un balance general, es de satisfacción.
—Y usted es la que lleva la batuta.
—Yo soy la coordinadora de este centro de salud que como sabe cumplimos ahora los veinte años de su inauguración y que nació de la nada, justo después de la Reforma Psiquiátrica que fue una remodelación muy importante desde los cimientos de la manera de atender los problemas de salud mental. El primer centro fue el de Cádiz, la primera oleada de centros en los que se podían tratar de manera ambulatoria los problemas de salud mental, por lo que la población de San Fernando iba a Cádiz. Tres o cuatro años después, en abril de 91, se abrió éste. En un primer momento, en los primeros meses, fue un coordinador que vino de Madrid, un señor que vino para esa reforma, un psiquiatra llamado Miguel Ángel Martín, para poner en marcha estos dispositivos y una vez que dejó establecidas las bases, en muy poquito tiempo, se volvió a Madrid. Yo no lo conocí porque vine muy poquito tiempo después, pero todavía hablan de él mis compañeros, refieren anécdotas, momentos…
—Dejó huella…
—Exactamente.
—El hecho de que todos sean casi de la misma edad significa que están todos compenetrados y que pertenecen a la misma escuela.
—No pertenecemos a la misma escuela. Pertenecemos a la misma generación y eso se justifica en que cuando hubo esta reforma hubo un despliegue de recursos, en particular de jóvenes psiquiatras y jóvenes psicólogos. En aquella época, la gente como yo acabábamos de terminar poquitos años antes y hubo mucha contratación de nuevos profesionales, de manera que esto que ocurre aquí también se reproduce en otros dispositivos. Cuando vamos a otros dispositivos como en Jerez, en Puerto Real… somos también, enfermeros, trabajadores sociales, facultativos y psicólogos clínicos más o menos de la misma quinta. Pero no necesariamente procedemos de la misma formación o de la misma ideología, aunque pertenecer a la misma generación hace que tengamos una misma visión de la situación social o vivencial, pero lo que es una formación académica o técnicamente procedemos de mundos o de escuelas un poquito diferente.
—En la diversidad está la riqueza de cualquier actividad.
—Por supuesto. Yo creo que en cualquier empresa que haya gente que ve las cosas de forma un poquito diferente o que la carga o el equipaje que trae es diferente no puede hacer más que enriquecer las funciones y el ejercicio de lo que hacemos.
—Yo recuerdo la Reforma Psiquiátrica porque se trataba de un sector estigmatizado durante siglos, porque tuvo un componente político según las lecturas que se querían hacer y sobre todo un componente médico, porque lo que he podido leer, esa reforma se consideraba necesaria desde finales del siglo XIX y principios el XX.
—Yo diría que desde el siglo XVIII, en la cuna de la psiquiatría moderna que surgió en el movimiento parisino, en los grandes hospitales psiquiátricos parisinos en los que había una especie de depósito de enfermos, delincuentes, creo que había incluso presos políticos, había una mezcla, una cosa terrible… hasta que llegó un señor y dijo esto hay que cambiarlo, no puede ser. Primero vamos a tener una criba de lo que son enfermedades mentales realmente y de otros problemas y a esos enfermos mentales vamos a tratarlos realmente como a enfermos, como a personas que tienen un problema de salud y vamos a aplicarles un tratamiento médico que en aquella época se llamaba un tratamiento moral, del estado de ánimo. Se dijo de esa manera pero yo creo que ilustra lo que planteó en un momento determinado el que al enfermo, si tiene una enfermedad, hay que tratarlo en función de esos síntomas que tiene. Y ahora, en la España de hace treinta años, se ha realizado una cosa un poco similar, poner pie en pared, decir esto qué es, hospitales psiquiátricos donde hay personas hacinadas, desechos de la sociedad y de hecho allí podían entrar llevados por la Policía, alguien que estaba tumbado en la calle, una persona que decía cosas raras, que tuvieran comportamientos estrambóticos… allí iban de una manera completamente indiscriminada.
—Todo consistía en eliminarlos de la sociedad.
—Estaba feo y se les buscaba un sitito para no verlos. Entonces surgió este movimiento, que se le podría atribuir a la izquierda, aunque yo la verdad no lo veo muy claro. Yo sé que había que hacer algo y que había que organizar un poco el tema. Lo primero que se hizo fue incluir los aspectos de salud mental dentro del sistema sanitario general. Es decir, lo mismo que un cardiólogo o un internista se encargaban de problemas de salud, pues que el sistema sanitario público contratara a psiquiatras, a psicólogos clínicos, a enfermeros para que se ocuparan de los problemas de salud mentales.
—Hoy en día están en los ambulatorios, se pueden ver las unidades de Salud Mental, muchas personas en las consultas, como otra consulta normal y corriente… ¿Pero la enfermedad mental sigue estando estigmatizada en la sociedad?
—Evidentemente. Podemos decir que es una enfermedad como otra cualquiera, que lo es, pero es verdad que la imagen en la mayoría de la población sigue habiendo ese estigma.
—Incluso desde el propio paciente.
—Pues sí. Muchas veces el propio paciente viene aquí diciendo que no le gustaría encontrarse con un compañero de trabajo cuando hemos visto a su compañero de trabajo diez minutos antes y a su jefe lo veremos diez minutos después, y a su vecino… Pero existe todavía la mentalidad de que esto es algo muy oscuro… Pero es verdad que cada vez menos, la gente se va liberando de eso, afortunadamente. Pero hay trabajo que hacer para luchar contra ese estigma.
—Quizá porque nos estamos viendo todos metidos dentro del mismo saco. Al fin y al cabo, el 20 por ciento de la población tiene algún problema mental, no es que esté loco, pero sí tiene una depresión…
—Tenemos que diferenciar lo que es una enfermedad mental de lo que son molestias o síntomas mentales o psicológicos. Si nos preguntamos cuántas personas de la sociedad que usted conoce o que yo conozco tienen ansiedad, el ánimo bajo o se encuentran angustiados, diríamos que no el treinta, sino el ochenta por ciento de la población ha sufrido en algún momento de su vida depre, tristeza, ansiedad, malestar, sensaciones desagradables a nivel interno. Ya hablar de enfermedad mental como una cosa más instituida, dentro de unos cánones estudiados, repertoriados y codificados, evidentemente es mucho menor. Pero la verdad es que la gran mayoría de las personas que vemos aquí en consulta no obligatoriamente tienen la enfermedad mental a la que hago referencia sino molestias, o síntomas o malestar psicológico o mental que en muchísimas de las ocasiones no se pueden etiquetar o meter dentro del epígrafe de tal o tal enfermedad mental. O sea, diferenciemos lo que es la demanda por un problema psicológico y la demanda por una enfermedad mental..
—Haciendo un ejercicio de concienciación, el síntoma que pueda tener el 80 por ciento de la población puede degenerar en otras patologías mucho más grave…
—Sí, pero no obligatoriamente. Hay casos de enfermedades mentales que anteriormente se han manifestado por algunos de esos síntomas más vagos y menos precisos, pero afortunadamente, toda esa gran parte de molestias o de demandas que pueda haber en la población con respecto a la salud mental, no obligatoriamente, en gran proporción, va a derivar en lo otro. Son cosas que están bastante diferenciadas. La enfermedad mental tiene una serie de características, factores que favorecen que aparezca y no obligatoriamente esa demanda general es el preámbulo de esa posterior enfermedad mental.
—Factores genéticos…
—Genéticamente, a nivel de personalidad, de manera de ser, circunstancial e incluso orgánicamente puede haber situaciones químicas que favorezcan que aparezcan esas enfermedades. O sea, que tiene que haber una serie de factores para que aparezcan.
—¿Medicamentos o palabra para curar la enfermedad mental?
—Yo soy psiquiatra y manejo las dos cosas. Mi arma fundamental es la palabra, mi exploración se hace a través de la palabra, no tengo aparatito para el oído, ni para la garganta, ni para el corazón. Lo único que hago es utilizar la palabra, luego para hacer un diagnóstico, para comprender lo que pasa, palabra. Luego para lo que es la orientación del tratamiento, pastilla o no pastilla, necesitamos la palabra también si no la pastillita sola no funcionaría.
—El cerebro es el gran desconocido. Cómo puede reaccionar una persona es algo imprevisible… Ustedes están en inferioridad de condiciones con el resto de los médicos, los demás pueden abrir y ver lo que hay dentro, ecografías…
—No sé si en inferioridad. Nosotros tenemos unas técnicas para intentar comprender lo que está pasando y unas limitaciones. Es verdad que tenemos limitaciones porque entre otras cosas, está la subjetividad, la técnica que yo he aprendido para detectar lo que pasa, pero también mi sensibilidad a lo mejor haría que yo captara la situación un poco diferente a como la captaría otro médico psiquiatra u otro psicólogo clínico. Igual esa diferencia o esa subjetividad entre un profesional y otro es menor cuando se trate de un cardiólogo, por ejemplo, que lee un electrocardiograma o un ecocardiograma y es más probable que dos cardiólogos, más o menos, lean e interpreten lo mismo. Es decir, que esa especie de margen, de interpretación o de captación la tenemos nosotros un poco más amplia, pero la incorporamos a nuestra técnica.
—Durante estos más de treinta años desde la Reforma Psiquiátrica ¿se ha llegado a contar con los medios necesarios, teniendo en cuenta que todas las reformas se comienzan sin medios, sin reglamentos, sin dinero…?
—En un primer momento sí que hubo un gran despliegue con una gran demanda de profesionales, de dispositivos que se abrieron uno detrás de otro… lo que pasa es que eso se quedó corto, se quedó corto por dos razones. La primera es porque el núcleo duro, el centro de la enfermedad mental, las enfermedades graves y pesadas, crónicas, que suponen un gran coste para la persona y para la familia, así como para la sociedad, se ha quedado corto. Es decir, no bastó con decir que los enfermos están hacinados, están todos de una manera indiscriminadas en estos centros, vamos a sacarlos de ahí, a darles un tratamiento en sus medios naturales, en centros ambulatorios, con más profesionales, con trabadores sociales, con terapias ocupacionales… de todo eso la verdad es que la mayoría pudo incluirse muy bien dentro de ese tipo de oleada, pero luego quedó un grupo, que sigue, con enfermedades muy graves, de enfermos crónicos que son resistentes al tratamiento o que no lo aceptan, que consumen tóxicos… Para ese núcleo de enfermedades graves, muy pequeño afortunadamente pero muy pesado, quizá haga falta hacer una re reforma, reconsiderar las necesidades de ese tipo de pacientes y ampliar el tipo de dispositivo y el tipo de tratamiento que se les puede ofrecer. No han de volver a encerrarlos allí y allí os quedáis, pero la reforma, aunque ha sido muy amplia, para ese pequeño pero pesado número de pacientes es insuficiente. De hecho hay planes de instituir centros de media estancia y más adaptados a ese tipo de pacientes.
—...
—Y termino, la segunda situación que quizá ha sorprendido a la Reforma es que paralelamente al tratamiento de los enfermos mentales que son etiquetables con una enfermedad que conocemos y que está codificada, existe ese otro grandísimo número de personas que se han incorporado a los sistemas de salud mental pero que no presentan esas patologías medianamente graves e instituidas y que tienen una demanda que no está resuelta en las reformas que se han hecho. Y me refiero a patologías más ligeras como las de personas con dificultades para enfrentarse a situaciones complicadas de sus vidas, niños que tienen problemas de rendimiento escolar, de trastornos de conductas y tienen un diagnóstico compatible con eso que se llama hoy en día la hiperactividad, personas que no tienen enfermedad grave pero que sí tienen una insatisfacción con unas dificultades para asumir el día a día… para todas esas personas hace falta establecer programas y líneas de respuestas de las que ahora estamos un poquito en la cuerda floja.
—Las crisis económicas, el paro, esa cadena que comienza cuando una persona se queda parada, que va afectando a la relación en el hogar, los niños también lo sufren… ¿Aumenta el número de pacientes en el centro de salud?
—Claro, aunque no aumenta el número de enfermos pero sí el de personas que vienen y como decía antes, no aumenta el número de personas con trastornos que nosotros tenemos clasificados pero sí el número de personas que están saturadas por esa situación. Eso también se comprende un poco por la evolución social que hemos tenido a lo largo de estos años, la democracia, el bienestar, las políticas de bienestar hacen que nos convirtamos en más frágiles a la hora de enfrentarnos a situaciones difíciles. Cuando estamos acostumbrados a un nivel de vida en el que estamos bien en lo económico, social y de salud, cuando algo no va bien concitamos el pánico y entonces vienen esos síntomas que nos hacen estar mal psicológicamente y miramos alrededor para ver a dónde podemos mirar para que se nos resuelva. Por eso las crisis y las situaciones conflictivas no hacen que aumente la enfermedad, pero sí la demanda del ciudadano hacia los centros de salud.
—Una pregunta por curiosidad personal. ¿El enamoramiento es un periodo de locura transitoria?
(Y contestó a la pregunta, y la matizó y lo hizo hasta el final haciendo gala de una exquisita elegancia aun cuando cayó en la cuenta de que se trataba de una pequeña broma para romper la tensión que genera cualquier entrevista con cámaras y micrófonos).