La feria toma cuerpo bajo un sol absoluto que invitó a los sevillanos a tomar el Real desde bien temprano
Aquellos feriantes que no trasnochan demasiado -o cuyos cuerpos son imbatibles al cansancio de la fiesta- pueden hacer ese ejercicio recomendable de irse temprano a la feria para sorprendenderse de cómo todo cobra forma, poco a poco, en el Real. Porque, aunque no lo parezca, cada día nace y muere la feria. En realidad, esta semana corta es la suma de días que tienen la vida transitoria de las horas de luz: del sol que los despierta a las 30.000 bombillas que se apagan cuando llegan las dos y media de la madrugada.
La mañana tiene ese misterioso halo del ritual preparatorio. Todo tiene su cadencioso ritmo repetitivo. Hay que llegar a eso de las doce, cuando las lonas de la caseta están aún echadas, sentarse en la silla de enea del porche, copa en la mano, y paladear despaciosamente el inédito ambiente de una feria que a esa hora está aún desperezándose tras la noche primera de fiesta.
Sonidos, escenas, olores. El ajetreo de ayer por la mañana para preparar la primera jornada de feria se resumía así: adoquín y albero mojados, agua cayendo en tropel sobre las calles; reponedores con premura entrando y saliendo de las casetas; tintinean las botellas de manzanilla en las cajas; aún los olores de la noche inaugural en la ‘trastienda’; gritos de los operarios colocando farolillos, ya sin riesgo de que el agua los marchite.
Suenan los caireles del primer grupo de caballistas que llega al paseo y el primer niño correteando se cae en el albero; se enciende la megafonía de la caseta del Labradores. Ahora sí: es martes de feria, y al feriante tempranero le toca recibir los saludos mientras goza del despliegue de detalles que hacen el encanto de la vida efímera del Real.
Balance inaugural
Va creciendo el ambiente dentro de las casetas. Tras el abrazo, toca hacer balance de la noche inaugural entre copa y copa. Nada reseñable de la primeras horas sin fumar en las casetas. Hay quien está encantado con la controvertida ley antitabaco. Otros se quejan de tanto salir y entrar, y de que se consuma menos en las barras por ese trasiego.
Se ven las primeras mujeres de flamenca. Para la cena del ‘pescaíto’ se prefiere la formalidad de los trajes de noche al colorido regionalista. También en los hombres se olvidan las americanas oscuras: ‘milrayas’ celestes, colorido fuerte en las corbatas, apatos de piel ‘chocolate’, pañuelos vistosos al pecho.
Hoy se ven las primeras visitas institucionales y las primeras recepciones oficiales en las casetas. Los directivos de Cajasol Banca Cívica abren las puertas de su caseta a los invitados, un gesto que se repite en la recepción que ofrece Sevillana-Endesa.
En la municipal, turno de las cofradías. Hay quien asegura que la feria se hizo para hablar de Semana Santa. Hermanos mayores y miembros del Consejo asisten a una cita que tiene sabor a despedida: la de Rosamar Prieto-Castro al frente de su aplaudida Delegación de Fiestas Mayores.
En la caseta de la Asociación de la Prensa, se estrena Rafael Rodríguez al frente del gremio, entregando sus primeros ‘claveles’ al actor Antonio de la Torre, a la Fiscal Jefe María José Segarra, y la mención especial para la iniciativa ‘Sevilla 2019-2022’.
Mientras eso sucede a media tarde, el Real se convierte en un enjambre de color y alegría. La fluidez del paseo de caballos permite contemplar la vistosidad de una tradición cada vez más cuidada por quienes participan en ella. Las horas van ganando a la fiesta. Hay quienes se ausentan del Real a la hora de los toros. Los imbatibles inician en ese momento sus ‘estaciones’ caseta a caseta. Es la hora de cumplir con la visita a los allegados. Aunque si todas no pueden ser, a la feria siempre le quedará mañana.