Seguro que alguna vez has vivido esa situación en la que nos ponemos frente a un producto de nuestra infancia y nos decimos: “¿No era más grande? Ahora es más pequeño, no tiene casi nada que ver”. Ese dulce, esa bebida, ese paquete de galletas… da igual.
Este fenómeno no es solo un ataque de nostalgia —aunque también podría ser—, sino que responde a una estrategia de mercado.
No es una simple impresión. Este fenómeno, conocido como
reducflación, se ha convertido en una práctica extendida en muchas industrias, especialmente en la alimentaria y productos de consumo. Aunque puede pasar desapercibido, tiene un impacto directo en los bolsillos de los consumidores y está generando malestar entre quienes se sienten engañados.
Pero, ¿qué es exactamente la reduflación?
Es la estrategia mediante la cual las empresas reducen el tamaño o la cantidad de producto sin bajar su precio. Así, un paquete de galletas que antes traía 20 unidades, ahora trae 18, pero al mismo precio. Esta técnica permite a las compañías mantener o incluso aumentar sus márgenes de beneficio sin que el consumidor lo perciba de inmediato. Y aunque parezca un ajuste menor, los efectos acumulativos de la reduflación pueden ser significativos en la economía familiar.
¿Por qué ocurre la reduflación?
Las razones de la reduflación son varias, y todas apuntan hacia la búsqueda de rentabilidad por parte de las empresas. En primer lugar, está la
inflación. El aumento de los costos de las materias primas, la energía y el transporte hace que las compañías busquen formas de minimizar el impacto de estos sobre su estructura de costos. Reducir el tamaño de sus productos es una manera de evitar trasladar el aumento de precios directamente al consumidor, sin dejar de obtener beneficios.
Otra razón clave es la
competencia feroz. En un mercado globalizado, donde las marcas pelean por atraer consumidores con precios atractivos, recortar la cantidad de producto puede dar la ilusión de que el precio se mantiene estable o incluso bajo, mientras que el costo por unidad o kilo aumenta considerablemente.
Los
cambios en el comportamiento del consumidor también han influido. Los consumidores actuales buscan productos accesibles y a buen precio, y las empresas lo saben. Aprovechan esta preferencia al reducir las cantidades y presentar envases que parecen "iguales", pero con menos contenido, camuflando de esta forma el aumento del precio real.
El impacto directo en la economía familiar
A simple vista, puede parecer que el impacto de la reduflación es mínimo, pero en la práctica, este fenómeno erosiona el poder adquisitivo de los consumidores. Al pagar lo mismo o más por menos cantidad de producto, los hogares se ven obligados a gastar más para satisfacer las mismas necesidades que antes cubrían con menos dinero.
Además del golpe económico, la reduflación genera una sensación de
engaño y frustración. Los consumidores se sienten traicionados cuando descubren que un producto que compraban regularmente ahora trae menos cantidad, sin haber sido informados claramente. Esta falta de transparencia en las prácticas comerciales impide que los clientes comparen precios de manera efectiva, afectando sus decisiones de compra.
A pesar de que la reduflación parece una práctica inevitable en tiempos de inflación y aumento de costos, hay señales de que podría cambiar. La presión creciente por parte de organizaciones de consumidores y la mayor concienciación de la población podrían empujar a las empresas hacia una mayor
transparencia. También se espera que la regulación juegue un papel más activo en garantizar que los consumidores estén informados y protegidos ante estas estrategias comerciales.