Con “Mucho Psoe por hacer” y “Yo estuve allí” el Partido Socialista ha abierto puertas y ventanas para refrescarse cual mansión que cerrada durante demasiado tiempo huele a mezcla de rancio y polvo y necesita, de entrada, aire fresco que la haga habitable. Con el argumentario de sendos manifiestos están, en lo básico y salvo matices, todos de acuerdo, pero en realidad todo este ruido no es una invitación democrática a la militancia para debatir ideas ni posiciones políticas sino, básicamente, un posicionamiento de los órganos de poder internos para apoyar a una de las dos candidaturas que optan al 38 congreso federal a celebrar en Sevilla a principios de febrero y que están representadas en las figuras de Rubalcaba y Chacón. Madina o García-Page pudieran aparecer como una tercera vía, aunque lo probable es que ni logren apoyos suficientes ni el partido esté para nuevos experimentos poniéndose en manos de otro nobel. ¿Rubalcaba o Chacón? Con ambos, de entrada, futuro incierto, tanto como para pedirle a Isidoro que tire de fondo de armario, recupere la pana y el discurso de Suresnes del 74 e infiltre liderazgo e ideología donde hoy no hay mucho más que aparente pugna enfermiza por el poder.
La derrota es huérfana, mientras que la victoria tiene mil padres. Cierto, porque los que hoy critican lo que se hizo estaban cuando se hizo y entonces callaban y Zapatero era súper buen presidente. ¿Qué legitimidad tienen Chacón y otros para erigirse en líderes de un proceso renovador interno? Poca, entiendo. ¿Y qué sentido tiene que Rubalcaba opte a la secretaría general tras haber cosechado uno de los peores resultados de la historia del Psoe? Poco, salvo que pretenda capitanear el tránsito hacia una renovación que culmine en el próximo candidato y éste, o ésta, pueda ser la propia Chacón. O no, sea otro, pero no él.
Andalucía marcará el rumbo. Cuatro federaciones suman el 40 por ciento de delegados –Cataluña, Madrid, Valencia y Andalucía-, de las cuales el 26,5 por ciento representan a la más fuerte de todas que con 251 delegados es Andalucía. Y Griñán, que ya ha anticipado que participará desde una “neutralidad activa” y que de entrada está molesto con Rubalcaba por el uso público que dio al encuentro que esta semana con él mantuvo en su casa de Mairena, no tomará partido por dos razones: la primera por lo temeroso que resultaría posicionarse por uno y arriesgarse a perder, como le sucediera a Chaves con Bono en el congreso que salió elegido Zapatero y cuyas consecuencias políticas por su equivocada apuesta quedaron claras con el tiempo, para un mes más tarde presentarse como perdedor del congreso a las autonómicas de marzo y, con ello, invitar a Arenas a profundizar en la herida. Y dos, y fundamental, porque Griñán en lo orgánico funciona, digamos, peor y no controla el partido en su origen, que son las provincias, y por lo tanto no puede alcanzar acuerdos regionales porque su Andalucía renovada está más dividida que nunca.
De hecho, Jaén, Huelva y los sectores díscolos de Sevilla y Cádiz apoyarán a Rubalcaba, en Córdoba no ha quedado casi nada, mientras que Granada, Málaga y Almería son más de Chacón, que suma además porcentajes en la otra parte de Sevilla y Cádiz, lo cual hace que la ex ministra esté en principio algo por encima en esta comunidad sobre un Rubalcaba que, como ella, entiende fundamental el posicionamiento andaluz de cara al resultado final. Pero la batalla no ha hecho más que comenzar, en enero se reunirán las asambleas locales antes de que lo hagan los comités provinciales que serán quienes designen a los delegados que concurrirán al congreso y en esa lid se manejan mejor los de la vieja guardia, hechos y derechos en lo orgánico y que al margen de lo que determinen las asambleas locales pondrán a los suyos, en la medida que la estética lo permita, para sumar poder y, llegado el momento, negociar. De eso se trata. Sumar poder, negociar y acertar con el vencedor para, después, recoger cosecha, si bien a todo hay que envolverlo con el celofán oportuno para que públicamente se visualice que todo se trata de un debate de ideas donde cada militante participa y predomina la democracia interna del partido y bla, bla, bla...
“Neutralidad activa”, dice un Griñán que ciegamente solo confía en dos personas, Susana Díaz, secretaria de organización regional y a quien quiere elevar al mismo cargo pero en el federal, y en su jefa de gabinete, Rosa Castillejo, que en la sombra manda lo suyo. Paso atrás de Mario Jiménez, que seguramente por cuestiones personales está analizando el escenario desde la grada… ¿Y Mar Moreno? No ha firmado el manifiesto de Chacón pero la apoya, junto al Consejero de Educación, Álvarez de la Chica, y la de Agricultura, Clara Aguilera, cercanos a ella –por eso Granada está con Chacón-, y lo hace porque se siente traicionada en el pacto que Zarrías y Griñán cerraron por Jaén en reunión en Madrid y en el que también estuvieron Paco Reyes, presidente de la Diputación de Jaén y mano derecha de Gaspar en la provincia, y Susana Díaz. Mario no estuvo.
Porque Moreno teme, y hace bien, que tras el congreso y una vez que deban cocinarse las listas al Parlamento quede, digamos, fuera del lugar que por prestigio le correspondería porque las asambleas locales de Jaén no la van a apoyar y en principio las cuentas dicen que de los once diputados -porque Jaén pierde uno en favor de Málaga- cinco serán para el Psoe, cinco para el PP y uno para IU, y en esa lista de cinco deben entrar Antonio Ávila, Micaela Navarro –a quien anunciaron para el federal y Jaén se negó a cederla porque la tiene prevista como alternativa-, Vallejo, Rafael Valdivielso, que sustituirá a Peñalver como candidato y secretario local, y, tal vez y por otros acuerdos, Rosa Ríos. Moreno teme, y hace bien, por eso se mueve con prisas.
El efecto mariposa se resume en la teoría de que cambios minúsculos pueden conducir a resultados totalmente divergentes, y en esa cuerda floja se maneja hoy un Psoe que en los próximos tres meses, congreso federal y autonómicas andaluzas de por medio, se juega la distancia en tiempo que deberá atravesar para volver a ser alternativa de gobierno en España. Si cierra mal su congreso y/o pierde Andalucía, el desierto será largo y seco, pero si cierra bien y mantiene Andalucía, algo que hoy parece poco probable, taponará la herida por la que hoy se desangra
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