El Carnaval es una fiesta del pueblo. En Cádiz lo entendemos como copla y crítica a través del humor. Cuánto más debe ser autocrítica. El pueblo que engendra el Carnaval es reacio a hacerse la crítica a sí mismo.
Pero debería hacerla más a sí mismo y a todo lo que le rodea, como por ejemplo al partido que ose llamarse obrero y que lleve al propio pueblo a la crisis y a la ruina. La autocrítica es muy saludable.
El hombre es un ser corruptible y lo demuestra totalmente cuando muere, pero en vida da síntomas de ello. ¿No hemos hecho un lema diciendo “carretera ya”? Instituto ya, puente ya, subida de sueldo ya, readmisión ya, vacaciones ya. Con ese engreimiento exigimos que todo se nos conceda inmediatamente. Claro, el poder público lo suele conceder para no perder prestigio con el ciudadano que pondrá la mano y seguirá criticándole. Colegio ya, indemnización ya, readmisión ya. Ese “ya” es síntoma inequívoco de que es el propio pueblo el que está corrompido en un artero complot con la clase política.
Qué capacidad de hacerse las víctimas… Nada más tienes que escuchar a cualquier comparsa o coro y ese adoptado espíritu llorero con el que se quejan, como se quejaba de su mal sino el pobre Calimero. Todo es una catástrofe para los pobres coristas que no hacen más que lamentarse de la situación que podrían remediar si se aplicaran más al trabajo y no se sintieran víctimas de la sociedad que ellos mismos han permitido.
Hay corrupción en todos los partidos políticos, también en la medicina, judicatura, monarquía, en la religión, en el deporte. Pero hay tanta gente que trabaja bien y ayuda a los demás en todo lo que puede… Tanta gente que es capaz de vivir feliz en las situaciones más adversas porque han aprendido a no ser yaístas ni calimeristas, y albergan una esperanza que es razonable y actual. Es una pena que tan buenas voces y música no acompañen a un contenido más alto y profundo de sus mensajes.
Quillo: quítate el cascarón de huevo que tienes en lo alto de la cabezota.