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Es tan detonante, tan brutal, tan vergonzosa, esa actitud de los portavoces oficiales y oficiosos del PP, que su defensa de otras causas chungas, menores ciertamente, pasa inadvertida. Por ejemplo, la defensa de la inflación, esa cosa que hace perder poder adquisitivo a los trabajadores encadenados a un salario que no sube ni a tiros, frente a los tímidos y absolutamente comprensibles brotes actuales de deflación, esto es, de la pequeña bajada de precios que beneficia a los varados en esos sueldos precisamente. Aborrece la deflación el PP por un único motivo: porque los empresarios ganan un poco menos, y, por lo que se ve, no se puede ser empresario, o vendedor de cosas, o especulador, sin padecer la parte correspondiente de la crisis y del empobrecimiento general. Eso de ver con malos ojos que a un parado le cueste el kilo de pollo veinte céntimos menos es algo que habrá de explicar despacio, ahora que vienen las elecciones, el PP.