Los reiterados anuncios que nos traslada nuestro gobierno sobre la posibilidad de que a partir del segundo semestre podamos retomar la senda de la recuperación, está siendo objeto de otras opiniones contradictorias.
Así se nos predice que el vuelo de la economía remontará en el último trimestre del año como consecuencia de la reconducción del déficit fiscal, la mayor confianza de los mercados en nuestra seriedad para cumplir nuestros compromisos, la mejora del diferencial de la prima de riesgo, los excelentes resultados de nuestra balanza comercial, la confianza de que las reformas estructurales emprendidas contribuyan a la mejora de nuestra imagen, la buena marcha de las bolsas, cuyas expectativas de futuro parecen dibujar una tendencia alcista, el anuncio de los mayores fondos de capital riesgo que apuestan decididamente por nuestro país y respaldan su potencial de crecimiento en un próximo futuro, el diagnóstico emitido por Morgan Stanley acerca de nuestra posibilidad de convertirnos en una próxima Alemania, la apertura de los mercados negados, hasta ahora, para nuestras sociedades punteras, el incremento de los inversores foráneos en la compra de nuestra deuda soberana y otras inversiones , que, incluso, incluye la desinversión en otros mercados para centrarse en España, como han hecho varias destacadas compañías automovilísticas, las estimaciones del servicio de estudios de La Caixa que abundan en que la recesión en nuestro país comienza a amainar…y, así, podríamos citar otros numerosos indicios y diagnósticos que nos permiten abrigar el calor de un cambio de tendencia.
Por contra, también se nos ofrecen otros auspicios no tan positivos. Así, desde Alemania, el presidente del Instituto Económico, desconfía de las posibilidades en el corto plazo de nuestra recuperación a la que augura un largo período de convalecencia, impresiones que, igualmente acompaña The Economist advirtiendo que la recuperación española “parece frágil incluso antes de que empiece”, aludiendo a los efectos negativos que un nuevo rebrote de las tensiones en la eurozona, sobre todo por los problemas políticos de Italia, las disensiones en torno a las estrategias de implementación de medidas expansivas, o los posibles recrudecimientos de la situación de Grecia, etc., supondrían para nuestro país, opinión compartida por la OCDE que prevé una recuperación lenta y modesta, y la UE, cuyas estimaciones, para este año, siguen siendo negativas.
Además tenemos que admitir que la falta de fluidez del crédito para familias y empresas, quizás obstruido por el enorme apalancamiento que arrastran, el necesario e interminable ajuste del sector de la construcción, que algunos auguran para el 2015, el lastre del paro con especial implicación en la recuperación del consumo interno, los desajustes recaudatorios, y las estimaciones macroeconómicas de organismos e instituciones también motean el panorama de notas negativas que enfrían muchas esperanzas. Por otro lado, no podemos abstraernos de las secuelas negativas que dejan los numerosos casos de corrupción, que desdibujan el perfil positivo de nuestro país.