El Campillo amanece Salvochea. La bandera tricolor ondeaba al alba en los balcones del Consistorio, al igual que allá por 1931, cuando nacía como municipio independiente.
Fue, no obstante, según informa Pablo Pineda en su blog, fue una ensoñación efímera, sólo duró el tiempo que el alcalde, el andalucista Francisco Javier Cuaresma (que, con cuatro ediles, gobierna en coalición con los dos del PP frente a los cinco del PSOE), tardó en ordenar su retirada a la Policía Local y avisar a la Guardia Civil para interponer una denuncia, desde la óptica de los socialistas, “contra el libre ejercicio de la libertad de expresión”, un derecho que, “por enésima vez, vuelve a pisotear la intolerancia de un regidor con aires de tirano”. Como aseveraban algunos vecinos de la localidad, “le pese a quien le pese, en nuestras retinas permanecerá la imagen de esos legítimos colores rojo, amarillo y violeta que el fascismo arrancó al pueblo”.
Según Pineda, sólo fue un lunar de tensión, de ruido que “no mancha, porque no lo vamos a permitir”, el fondo de la cuestión, centrada en que los socialistas del núcleo minero reivindicaron ayer de nuevo, “alto y claro”, en el marco de la conmemoración del 82 aniversario de aquel 14 de abril, la proclamación de la República. Lo hacían como la “culminación de una Transición a la Democracia que en España aún no ha acabado”. Así lo manifestaron en una concentración organizada de manera conjunta por las agrupaciones municipales de las Juventudes Socialistas (JSA) y el PSOE en la Plaza del Ayuntamiento, donde recordaron, una a una, la memoria de los, al menos, 308 salvocheanos (284 hombres y 24 mujeres) que perecieron fusilados por la barbarie franquista y que dejaron, unido a la sangre de sus propias muertes, un reguero de 435 huérfanos y 123 viudas.
Todos ellos, todos los mártires por la libertad de la castigada Salvochea, fueron rescatados del olvido, “para devolverles la dignidad”, con el emotivo pronunciamiento de cada uno de sus nombres, “con la palabra como único instrumento frente a quienes se la arrebataron con la cobardía de las armas y la violencia”. Antes, las decenas de participantes habían marchado desde la Casa del Pueblo hasta el cementerio municipal para depositar un ramo de flores en el lugar en el que yacen, en el anonimato de la fosa común, la misma en la que se levanta un sencillo monumento como homenaje, el mismo que el veterano socialista Carlos Pernil Nieves, a sus 94 años, no deja de cuidar para que sus rostros y su causa nunca los borre la historia.
El reto es ir más allá, la meta es, como apostillan los socialistas campilleros, no sólo que esa semilla no se pierda, sino que “sirva para cambiar el futuro, para transformar la tierra”. La República, entonces, entre 1975 y 1978, “era inviable, porque reclamarla habría sido en vano y nos habría abocado a perder también la democracia”. Pero ahora, enfatizan, “no sólo es posible, sino imprescindible”, porque, “no reivindicarla hoy pone en peligro a la democracia, lo que queda de ella”. Un punto en el que arguyen cómo la derecha, el PP, “quiere eliminar la cercanía de los ayuntamientos con su Contrarreforma de la Administración Local, y, con ella, la autonomía de los pueblos, la capacidad para trazar su propia senda”. Un intervencionismo, un “sometimiento”, que “contrasta con los vientos de libertad que llegaron en 1931 al calor de la Segunda República y en forma de municipalismo.
Este paralelismo cobra un especial significado en el caso de El Campillo, que, precisamente, tras décadas de constante, incansable e infructuosa lucha, no se emancipó del municipio matriz de Zalamea la Real hasta que vio la luz la Segunda República aquel 14 de abril de 1931. Sólo cuatro meses y ocho días después, el 22 de agosto, se constituía el Ayuntamiento de Salvochea (uno de los primeros, “si no el primero”, creados en España por este sistema político democrático), ya libre de las cadenas del caciquismo. Ésa, unida a su condición de población eminentemente obrera, minera y socialista, fue su condena, la de esos yugos contra los que se rebelaba en sus versos Miguel Hernández y que “hoy nos vuelven a querer poner gentes de la hierba mala, la derecha, la de hoy, la misma de ayer”. El camino, como lo dibuja Rafael Alberti con el pincel de su poesía, “a galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar”.
Zalamea homenajea a la resistencia antifascista
Por otra parte, en la localidad vecina de Zalamea la Real, un grupo de vecinos visitó el conocido como Barranco de los Fugitivos, situado en el término municipal zalameño, muy cerca de El Pozuelo, donde rindieron homenaje a la guerrilla antifascista que ocupó la zona entre los veranos de 1936 y 1937.
El barranco se sitúa en una zona abrupta y de difícil acceso, y se usó de base para alojar a los guerrilleros que atacaban a las columnas del ejército nacional que transitaban por la provincia. Del mismo sólo se conserva un horno de pan.
En agosto de 1937, el General Queipo de Llano, inició una campaña para acabar con los focos de resistencia guerrillera en las provincias de Huelva , Sevilla y Badajoz. No fue hasta febrero de 1938, cuando las “Harcas”, milicias regulares del norte de África, al mando del capitán José Robles Alés, realizaron una emboscada que sorprendió a los guerrilleros que ocupaban el campamento, entre ellos, los conocidos como “hermanos Gorditas” de Zalamea, que se vieron obligados a huir, siendo detenidos en la provincia de Córdoba y condenados a trabajos forzados durante varios años.
Ya durante la democracia, los “Gorditas” dieron a conocer su historia y el enclave del campamento. El horno, la mesa de piedra el salto de agua donde, a través de un cañón de escopeta, obtenían el preciado líquido.
Miembros de la Asamblea Local de Izquierda Unida de Zalamea recordaron en el acto a estos tres hermanos y al resto de guerrilleros, destacando su espíritu de lucha y sacrificio en defensa de la democracia y legalidad republicana. También asistieron al acto miembros de la Asamblea Local de Valverde, que colocaron un ramo de flores con los colores republicanos en la placa que recuerda a los hombres y mujeres que formaron parte de la resistencia en la provincia de Huelva.