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Martes 19/11/2024
 
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Notas de un lector

Brasas de la memoria

Bajjo estos acentos de la familiar remembranza, del feliz ayer, del aroma de las tierras castellanas, se mueve esta entrega, que respira un tiempo y un espacio de existenciales sentimientos.

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En el otoño de 2009, José López Martínez (Tomelloso, 1931) publicaba en la revista de poesía Piedra del Molino, un poema inédito, “Hoy he vuelto a caminar”. Por entonces, le confesaba a quien esto escribe, que andaba pergeñando un nuevo poemario, pero que el respeto que le imponía este género lírico, le hacía sopesar y repasar cada nuevo texto con paciente y humilde rigor.
Ahora, casi un lustro después, llega a mis manos “Brasas de la memoria” (Ediciones Vitruvio. Madrid, 2013), que, en efecto, viene envuelto en los ropajes de la mesura y la coherencia a las que ya nos tiene acostumbrado el escritor manchego.

     Entre estas novedosas páginas, descubro el poema citado, y me detengo, de nuevo, en sus versos: “Hoy he vuelto a caminar/ por los paisajes de mi vida;/ duro campo poblado de cardenchas/ que reflejan mi propia biografía (…) He salido a caminar en busca/ de mis añoranzas y mis rebeldías/ y todo anda revuelto por mi sangre/ como ocurre al comienzo de la vida”. Y sin duda que, bajo estos acentos de la familiar remembranza, del feliz ayer, del aroma de las tierras castellanas, de la esencia dorada que cobija lo vivido, se mueve esta entrega, que respira un tiempo y un espacio de existenciales sentimientos.
Un hálito de trascendente misterio se dibuja entre estos textos,en los que la incertidumbre de la mortal condición humana se torna tema recurrente y sobre él López Martínez se expresa con inspirada dicción: “Morimos, de verdad,/ cuando ya no ayudan a nadie/ las palabras que dejamos escritas,/ ni el calor de nuestros pensamientos”.

     El poemario se divide en cuatro apartados. Los tres primeros, “Brasas de la memoria”, “Agarrados al tiempo” y “La lengua del amor”, se ovillan en la temática mencionada.En su coda, “En compañía de otros poetas”, se rinde homenaje a autores que han permanecido -y permanecen- muy cerca del alma el escritor castellano. De tal forma, que Juan Ramón vuelve a ser leído y memorado “en esta breve y fría tarde de Nochebuena (…) y sus versos me llenan de una dulce armonía”; al igual que  Francisco de Quevedo y Ramón del Valle-Inclán encuentran acomodo junto al gran amigo -ya ido, siempre cercano- Leopoldo de Luis: “Te estoy leyendo en la hora que atardece/ sobre mi corazón y los recuerdos”.

     En su amplio prólogo, Miguel Galanes afirma que Brasas de la memoria “responde al inventario más íntimo y personal, tras haberse removido la conciencia, mientras se vuelve a hacer y retomar y hacer de nuevo el camino encontrando en el amor la verdad, y lo hasta ahora no hallado”.
Mas lo que sí podrá hallar el lector tras estos versos, es el hondo decir de un poeta que refleja en su cántico el amor por las letras y los escenarios que han conformado su pulsión vital y literaria. Además, el dominio del verso y la sabia alternancia estrófica de la que el poeta tomellosero hace gala, convierten este volumen en una esplendorosa aventura por su férvido y apasionado vivir.

“La memoria es la centinela del cerebro”, dejó escrito siglos atrás William Shakespeare. Ardientes son, en verdad, estas brasas de la memoria, que José López Martínez brinda en bandeja al hilo de la soleada primavera.

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