Hermano Mayor
Porque la persona que gobernaba la cofradías en la ciudad, no era el Hermano Mayor, era el Gobernador. En Jaén se denominaba Gobernador al elegido para llevar el timón de la nave cofrade. La etimología del vocablo, de origen latino, es la de aquél que dirige, guía, ordena y concierta los actos...
Con el tiempo te das cuenta de muchas cosas en la vida, y, por supuesto, en el mundo cofrade. Una de tantas es el inmenso error que cometimos casi todos perdiendo las antiguas y jaeneras denominaciones de los cargos cofrades por un reflejo mimético sevillano que nos despojó de nuestras mejores esencias.
Porque la persona que gobernaba la cofradías en la ciudad, no era el Hermano Mayor, era el Gobernador. En Jaén se denominaba Gobernador al elegido para llevar el timón de la nave cofrade. La etimología del vocablo, de origen latino, es la de aquél que dirige, guía, ordena y concierta los actos de todos en orden al bien general.
Esa es pues la misión del Hermano Mayor, como ahora se denomina a los dirigentes cofrades. Difícil tarea la suya pues debe basar su trabajo en la búsqueda del bien supremo de la Cofradía con exquisita prudencia y tacto, conjuntando los intereses personales y reordenándolos en la búsqueda del bien general.
El Hermano Mayor, siendo el referente de todos, el blanco de todas las miradas en los actos públicos o internos de la Hermandad, al mismo tiempo está solo ante todos; esa es la mayor esclavitud de su misión, quizá su mayor grandeza. Y es bueno que sea así, porque ese estado es propicio para poder realizar su labor muchas veces.
El Hermano Mayor no es el presidente de una empresa, ni el director de un foro cultural, ni un dirigente político, aunque muchas veces tendrá que usar artes políticas para el desempeño de su cargo. Es, ante todo, un dirigente espiritual, porque las Cofradías responden tan sólo a una misión de fe.
El culto, la formación, la caridad y la evangelización de la sociedad es el encargo que les confiere la Iglesia. Por eso el Hermano Mayor no es tan sólo un gestor de brillantes balances económicos, ni un promotor de actividades culturales, sino que es, o debe ser, el animador de la vida cristiana de la Cofradía y el conservador de un patrimonio espiritual que ha sido legado por nuestros antepasados y que está basado en la fe de una comunidad ante los misterios de la pasión de Cristo.
El Hermano Mayor, además, tiene la misión de mantener intactas las mejores características de su Hermandad, su estilo propio y no mimético, su mejor esencia, pues cada Cofradía, por su evolución histórica, por las características de sus imágenes, de su sede canónica, de su barrio o de sus cofrades, ha mantenido unas señas de identidad que la hacen inconfundible frente al resto. Y es que, en el mundo cofrade se ha tendido demasiado en los últimos años a la globalización de actitudes y comportamientos, de formas de expresión. Lo que enriquece es lo distinto, lo propio, lo personal; eso es bueno no sólo para cada hermandad sino para el conjunto de las hermandades de la ciudad.
Considero que las dotes personales de un Hermano Mayor deben ser: fe, madurez, sólida formación cristiana, sincero amor por la Iglesia, comprensión, paciencia, espíritu conciliador y vocación de servicio. El Hermano Mayor debe tener siempre en el pensamiento las palabras que pronunciara Jesús entrando en Cafarnaúm, relatadas por el evangelista Marcos: “El que quiera ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”.
Es difícil el cargo, tiene más espinas que rosas, pero en la vida lo que más satisface es servir y no ser servido; eso también se aprende con los años. Lo único que ensancha el corazón, las únicas actitudes que no dejan un poso amargo en las entrañas son los actos de amor desinteresado o de servicio a los demás.
Mi homenaje a nuestros Hermanos Mayores que aprenden cada día en el desempeño de su misión a ser más generosos, más atrevidos, más cristianos, más valientes y consecuentes con ellos mismos; mejores cofrades. La gracia de Dios los eligió y ella siempre velará por su misión.
Y mi recuerdo para aquellos que nos precedieron en los tiempos difíciles, principios de los años setenta, cuando nuestras cofradías jaeneras estuvieron al borde del aniquilamiento, y había que tirarse a la calle, de casa en casa, para buscar un dirigente, pues nadie quería aceptar tamaña responsabilidad. Su sacrificio y su entrega, en tiempos difíciles, alumbró un nuevo camino cofrade en Jaén.
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