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Me queda la palabra

A mi Hermano, Antonio Piera

El movimiento social comprometido roteño le debe mucho a Antonio Piera ¿Hubiera sido lo mismo sin él?

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A mi Hermano, Antonio Piera.
La vida, dentro de su caprichosa arbitrariedad, a veces te regala con hitos extraordinarios. Son muy  pocos, e incluso no es de extrañar que, en nuestra habitual torpeza, pasen al lado nuestro y no reparemos en ellos.
Yo puedo dar fe, a pesar de mis escasas dotes de observación, que tuve el privilegio de vivir uno de ellos, de los más intensos, de los más importantes y de los que más adentro pudo llegar. Hace treinta meses, casi podría decir con exactitud, que en mi rutinaria existencia, apareció una de esas personas que lo llenan todo con su presencia, con su personalidad, con su carisma. Fueron muchas las gentes que descubrí entonces, una verdadera oleada de ilusión personificada en estas nuevas amistades; ya que nos unió el compromiso, en aras de buscar un futuro mejor donde no quedaba ninguno. Entre todos ellos y para todos nosotros, nadie fue como él. Él destacaba entre todos, y aunque aquello era más que nada  un ente colectivo, su arrolladora personalidad permitió dar su sello a aquella aventura común.
Desde el primer momento puso su entrega generosa, su contagiosa ilusión, su exhuberante creatividad, su firme compromiso, su denodado trabajo y su completa dedicación al esfuerzo común. No hacía falta pedir a la gente que se implicase, pues con una persona tan motivadora, raro era que nadie dejase de dar todo lo que tenía, pues su ejemplo nos condicionaba a procurar no desmerecer de tanto como nos dio.
Cuando el movimiento fue decayendo, por todas esas razones que desconocemos pero que se traducen en que la efervescencia de los primeros pasos se atenúa, llevándonos a veces a la estúpida inacción, que desazona y provoca grave decepción, él, con su entusiasmo, con su autoexigencia y con su continuo mirar adelante, borraba todas las sombras de derrotismo que se gestaban en nuestras tibias conciencias. Siempre había pasos que dar, siempre surgían nuevas ideas que nos hacían olvidar el desánimo y nos empujaban hacia adelante, hacia nuevas metas.
Teníamos un presente que nos unía y un futuro para ir avanzando. Pero Antonio no se permitía unos límites tan estrechos. Antonio ya le estaba dando vueltas al modo de darle mayor contenido a la acción. Su primera demostración de que su visión era mucho más amplia, más abierta y con más perspectiva, fue cuando, sin apenas conocernos, propuso que enviáramos un representante a la primera asamblea estatal del 15-M. Lo elegimos a él, como no podía ser de otra manera, y no nos defraudó: el nombre de Rota se escuchó al mismo nivel que el de todas las capitales de provincia allí representadas. Fue el principio de su vocación unificadora, en pro de una alternativa que ofrecer a tanta persona indignada y con ganas de cambiar este país de nuestros dolores.
Fue llevando su mensaje unitario entre tanto militante del descreimiento político, ofreciendo ilusion y unas incomparables ganas de trabajar, demostradas enseguida.
Entre avances y decepciones, convencidos como estábamos que la idea de la alternativa ciudadana era el futuro, su proyecto fue tomando color, enriqueciéndose con otras ideas de parecida enjundia.
Así nació la primera Asamblea del Frente Cívico, aquí en Rota y gracias a su empeño y a su ilusión. Desgraciadamente los políticos, por muy honrados que sean o al menos lo parezcan, son especialistas en tergiversar, en manipular, o cuando menos en arrimar el ascua a su sardina. Lo que provocó  que fuéramos también la primera en salirse.
Ni la tremenda decepción sufrida fue suficiente para detener sus ansias de cambiar el mundo. Pronto un nuevo proyecto, en el que yo ya no participé,  nació de su mente preclara, donde no paraban de bullir las ideas, y de su espíritu valiente y comprometido. También se volcó pariendo continuas iniciativas, generando un entremado perfecto de elementos que daban consistencia firme a una alternativa ciudadana, lejos de la voracidad interesada de ningún partido político, y que se traducía en Vecinos X Rota. Vecinos X Rota no llegó a hacer su presentación, no llegó a ver la luz. La enfermedad había hecho mella en Antonio y truncó todo aquel titánico esfuerzo. El grupo tan laboriosamente trabajado por él, lleno de ideas novedosas, acertadas y presumiblemente muy impactantes que conformaban un proyecto perfectamente orquestado, no fue capaz de sobrevivir a la enfermedad de su creador.
Antes había recibido con entusiasmo la propuesta de CNT de unir fuerzas para crear una organización ciudadana que diera una respuesta unida a las gentes de Rota, por parte de todos aquellos que, cada uno por su lado, trataban de incidir en la tarea. Así nació el Bloque Ciudadano.
En todos estos proyectos su aportación fue primordial. Contra el desánimo, el cansancio, la desmotivación, el empuje que Antonio mostraba, conseguía acabar con las debilidades que otros sufríamos; siempre vital, siempre fundamental. El movimiento social comprometido roteño le debe mucho a Antonio Piera ¿Hubiera sido lo mismo sin él?
Pero sin querer alargar lo que podría ser una biografía, no puedo olvidar la excitante impresión que recibí, cuando al poco de conocernos, confesó con cierto pudor que él era uno de los miembros de Las Madres del Cordero y que trabajaron coco con codo con Tábano para sacar a la luz la mítica “Castañuela 70”. No le daré más vueltas, pues quizá a la mayoría no les signifique lo que a mí.
Antonio, que era una pieza imprecindible en el presente, era también un mito del pasado como os decía. No os contaré más tantas y tantas genialidades que me cuesta callar.
Solo me queda para concluir que se me ha muerto un amigo de verdad, que se me ha muerto un maestro, a mí que trabajé treinta y cinco años de algo que se llamaba así, pero nunca fui capaz de soñar que me hubiera parecido a él, que tenía tanto y tanto bueno, que sé que no os cansará todo lo que os digo.
Ahora quiero decirle adiós:
-Amigo, Compañero, Maestro, Hermano.¡Qué huérfanos estamos sin ti! Siempre estarás en nuestro recuerdo, que servirá de motivación para mantener encendida la llama de la revolución que nos lleve a hacer una sociedad más justa. Que la energía que tanto derrochaste nos alcance para hacernos merecedores de continuar tu mágica labor. Y recordando a alguien de tu altura, emularé viejas palabras.
¡Hasta siempre, comandante!


 

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