Nelson Mandela es quizás el último gran héroe universal del último tercio del siglo XX, por eso se explica la magnitud del acompañamiento tanto doméstico, como a nivel internacional, que ha tenido tras su fallecimiento, que lo ha convertido, por otra parte ya para siempre, en una verdadera leyenda. Una personalidad mucho más allá del personaje, que dio auténticas lecciones de cómo perdonar y reconciliar, de cómo se deben sumar esfuerzos desde los opuestos, cuando está en juego el bien común de una nación, que hasta su liberación y elección como presidente, había estado segregada de una manera terrible y salvaje. Todo ello, no obstante, sin dejar de reivindicar, sin cesiones inútiles, sin poner sobre la mesa, como se hizo en nuestra Transición, agravios y ‘contragravios’ como único eje de negociación, intereses de un lado y de otro, más que procura del interés general. Más allá de esto, el funeral celebrado este martes, nos deja con todo, cierta sensación de agravio hacia su legado, desde el punto y hora que muchos dirigentes que ni trabajan a diario por la paz, o que gobiernan directamente contra su pueblo, se dejan ver y hasta sueltan discursos tan altisonantes como hueros. Como dicen los creyentes, Mandela, ya descansa en paz eternamente, esperemos que no puedan hacerlo ni un sólo segundo, las conciencias de los malos gobernantes que hoy han pervertido los méritos de Madiba.
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