Queridos lectores, a nuestro alrededor se manifiestan pequeñas actitudes que pasan inadvertidas pero que sus huellas van calando profundamente de manera silenciosa en la conciencia de la sociedad...
Queridos lectores, a nuestro alrededor se manifiestan pequeñas actitudes que pasan inadvertidas pero que sus huellas van calando profundamente de manera silenciosa en la conciencia de la sociedad, sobre todo dentro de los entornos en que se desenvuelven estos seres de moral silenciosa y ejemplarizante. A mí siempre me ha interesado mucho descubrir las esencias ocasionalmente misteriosas del enigma que encierran la consecuencia de vida de quienes así actúan. Cada vez que se me da la posibilidad trato de divulgarlo y no me canso de hacerlo. Considero que estamos muy necesitados de conocer esos ejemplos que dan vida a la esperanza de que un mundo mejor puede ser verdaderamente posible. Mundialmente reconocida es la Madre Teresa de Calcuta, pero hay quienes son aún más imperceptibles y silenciosos, pues no han fundado nada ni se ha publicitado su pensamiento y su forma de vivir el día a día. Estas personas imperceptibles se desempeñan en oficios y servicios tan rutinarios que a veces no nos damos cuenta de su realización. Descubrirlos, desvelar el enigma que encierra su proceder y dar a conocer todo lo que sea posible al respecto, es muy importante para tomar conciencia de que tenemos muy cerca de nosotros a quienes verdaderamente pueden darnos lecciones de humildad y de consecuencia y que con su forma de ser se constituye en paradigma de lo que todos podríamos hacer tan sólo con actuar de forma coherente en nuestras responsabilidades diarias. No deberíamos menospreciarlos ni suspirar por lo que aunque colmado de fastuosidades y falsas edulcoraciones, muchas se nos presenta en los medios masivos como la conducta a seguir porque está de moda, es un camino importante. Les hablo de un sacristán de la Iglesia del Espíritu Santo en La Habana Vieja, que estuvo en sus responsabilidades hasta que murió con 103 años de vida fructífera y ejemplarizante. Ramón Junco Sterling aprendió su tarea y se hizo de una extensa cultura humanística y profundamente católica desde muy joven junto a su padre quien lo precedió en estas modestas funciones. Un hermoso documental titulado El Sacristán de La Habana recientemente estrenado en una premier en la propia Iglesia del Espíritu Santo, da a conocer de manera poética su vida. A la presentación de esta obra de la realizadora cubana Mayra Zaldívar, asistieron el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega Alamino junto con sus obispos auxiliares Alfredo y Juan de Dios, así como Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, Vicario General y descendiente del Padre de la Patria Cubana del mismo nombre, junto con otros sacerdotes y representantes de la curia, de la cultura y de los medios masivos, además de muchos fieles habaneros. El debate posterior del filme propiciado por el párroco del Espíritu Santo padre José Miguel, devino una tarde de hermosos recuentos y profundos criterios, algo muy importante que el buen cine puede propiciar, porque como se dijo por parte de un sacerdote que fue muy cercano de Ramoncito, quien nunca faltaba a sus responsabilidades a pesar de sus muchos años y quien también fue organista de la cercana Iglesia habanera de la Merced: “Sirviendo a los demás es como uno se hace grande”. Sería muy bueno que todos asumiéramos nuestra verdadera dimensión. Quizás deberíamos dejar a un lado ese triunfalismo que a diario nos proclama como lo mejor del mundo, para dedicarnos al igual que Ramoncito a nuestras responsabilidades cotidianas con mucho amor por los demás.