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Quiero ser como Daniel Craig

Daniel Craig ratifica en 'Quantum of Solace' su condición de mejor Bond de la historia, gracias, eso sí, a unos guiones muy trabajados

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Saludos desde Londres (lo siento, pero llevaba tanto tiempo esperando el momento para decirlo que...). No, no soy de los fanáticos que se hacen cientos de kilómetros para ver a su grupo favorito, ir de compras o ser el primero en descargarse de internet la versión original del estreno más esperado, pero las circunstancias -el trabajo, más bien- me han obligado a viajar a Londres esta semana y después de descubrir el Big Ben, Trafalgar Square, Picadilly Circus y Oxford Street -todo en un par de horas-, acabé en la parada de metro de Notting Hill y ante la puerta de un cine en el que proyectaban Quantum of solace y una cosa llevó a la otra.


No sé si con el tiempo guardaré un grato recuerdo de la película, pero estoy seguro de que no olvidaré el cine, entre otros motivos porque fue como viajar al pasado: un antiguo teatro reconvertido en cine de barrio, con sus plateas, su gallinero, su patio de butacas, su escenario, su telón... Un auténtico reencuentro con los muchos cines de este tipo que fueron desapareciendo en España a lo largo de la década de los noventa, algunos reconvertidos en multicines, otros reducidos a solares mucho más económicos -en Sevilla y en Málaga hay varias experiencias dolorosas al respecto-.

Por lo que respecta a la película, hay, con antelación, varios aspectos que desentonan, no ya con el estilo de la serie, sino con el nuevo y particular tono conjugado a partir de la incorporación de Daniel Craig como nuevo Bond: para empezar, el título, que ni siquiera ha sido traducido al español -lo más aproximado sería La energía del consuelo, algo improcedente de por sí para un título de 007, aunque el Quantum hace referencia a la nueva organización criminal que sucede a Spectra como enemiga del gobierno británico, de ahí que se haya optado por mantener el nombre original. En segundo lugar, la canción: tiene fuerza, pero no la elegancia que distinguió a los mejores temas de la serie y que ayudaron a propagar la leyenda cinematográfica. En tercer lugar, la duración del filme: una hora y tres cuartos, cuando todo Bond que se precie no ha bajado de las dos horas de acción y entretenimiento. Y, en cuarto lugar, el director elegido para la ocasión, el alemán Marc Foster, autor de las excelentes Monster´s ball y Descubriendo nunca jamás, y de la inclasificable Más extraño que la ficción, que no pasará a la historia por su filme para la serie.

Por otro lado, hay que partir de un hecho importante: Quantum of solace no es una película más de James Bond, es la continuación de Casino Royale y el segundo título de una trilogía en cuyo guión ha vuelto a participar Paul Haggis -Crash, Million dollar baby...-, corresponsable de buena parte del mérito de esta nueva etapa, gracias a unos guiones consistentes que han dotado al agente secreto de una nueva personalidad, así como a las propias historias. No sabemos áún si se trata del clásico caso de película de transición que ganará con el paso del tiempo, pero la sensación inicial tras ver la película es algo fría, o a lo mejor no tan decisiva como la reportada por Casino Royale. Quantum of solace es una película correcta, entretenida, también algo fría, que combina momentos muy acertados -su primera media hora es excelente- con otros más dubitativos -el colofón final tal vez no esté a la altura de las circunstancias-.  Olga Kurylenko toma el relevo a Eva Green y pasa  a la historia de las conquistas cinematográficas de 007 -no sabemos qué futuro le espera, pero físicamente podría echarle el pie a Catherine Zeta Jones-, y Mathieu Amalric (el excelente protagonista de La escafandra y la mariposa) encarna a un peculiar villano -su aparente debilidad física queda suplida por sus reales y perversas intenciones: superada la guerra fría y los aspirantes a dueños del mundo de segunda fila, la serie despierta definitivamente a la realidad con cuestiones tan actuales como el control del agua en el mundo-.

Pero, por muchos altibajos, cosas buenas y malas, aciertos, fallos y pegas que queramos ponerle, la película tiene un dueño absoluto que la hace de visión obligada: Daniel Craig. Lo suyo es dominio de la situación y del personaje. Si ya clavó el personaje en su primera oportunidad, no ha perdido la ocasión de reincidir y reivindicarse como el mejor Bond de la historia, con permiso de Sean Connery. Ya no sólo se trata de que actúe bien, sino de hacer creíble a un personaje que ha rescatado del terreno de lo increíble para hacerlo de carne y hueso. Insuperable. No es de extrañar que muchos ya quieran ser como Daniel Craig.

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