Mi viejo amigo el marinero acaba de llegar después de navegar una larga temporada en un pequeño barco...
Mi viejo amigo el marinero acaba de llegar después de navegar una larga temporada en un pequeño barco. A él le gustan los de esas dimensiones porque son muy familiares; todos se conocen y saben, además, lo que cada cual puede aportar al funcionamiento del barco.
Todos son necesarios y cada uno de ellos aporta algo especial; algo que se necesita para lo corriente de cada día y para ese momento especial, distinto y hasta peligroso, que llega de forma inesperada o que aparece cuando la gente está cansada y agobiada después de un largo tiempo de trabajo.
Se nota mucho cuando uno de esos componentes no está en buena forma, sea por algo de salud corporal o porque le haya dado por no atender bien su misión a bordo. El rendimiento del barco baja en calidad y también cantidad. Si esa situación se mantiene algún tiempo puede que el barco no llegue a estar en condiciones de prestar el servicio que venía haciendo y tenga que ser dedicado a otros de menos importancia y se valorará a la baja en el mercado.
Me dice mi viejo amigo que cuando se dan los primeros síntomas de esa situación hay que actuar con rapidez y buen conocimiento. La decisión, por dura que pueda parecer en alguna ocasión, debe dar resultados positivos en el menor plazo de tiempo posible porque en la mar y a pleno rendimiento es donde debe estar el barco en todo momento; para eso se ha construido y no para estar atracado en algún muelle y envejeciendo de aburrimiento.
Eso es lo que ahora se está viendo en el fútbol; que para reflotar a un buen barco, como lo fue el Real Madrid, se están gastando cantidad de millones a prisa y corriendo porque el tiempo apremia y porque otros pudieran, tal vez, llevarse los mejores jugadores o mantenerlos en sus puestos por medio de algún tipo de mejora u otra medida que se pudiera poner en práctica.
Yo, como marinero sé poco de eso pero como viejo sí que he visto más de una maniobra que parecía imposible llevar a cabo. Es lo que te digo – me lo dice él– que un buen barco hay que saber atenderlo y manejarlo; y que para eso hay que estar a bordo y muy pendiente de todo. Como en los barcos pequeños, apostilla con firmeza.
Total, que terminó diciéndome que Kaká y Cristiano Ronaldo tienen el precio de la necesidad urgente de salvar a ese barco que se llama Real Madrid y que lo que no se quiso gastar, a su debido tiempo, en mantenimiento ahora hay que gastarlo, incluso con creces, en evitar el hundimiento.
Bueno y eso sirve para otros barcos más que también vienen haciendo agua desde hace algún tiempo. ¿Cuándo se convencerán de que los barcos navegan bien y cumplen sus objetivos a la perfección cuando tienen una buena dotación a bordo?
En los barcos pequeños nos conocemos todos, cosa que no ocurre en los grandes, pero siempre hace falta una persona, al menos, que sea capaz de crear espíritu de equipo; de hacer que todos, con sus peculiaridades, quieran y sepan colaborar con los demás. Esa persona –ese genio– hace falta y será tanto más valiosa cuanto más sea capaz de hacer que los otros se sientan a gusto con su presencia y actúen con alegría y espíritu de equipo.
Esos grandes genios son muy necesarios no sólo en los equipos de fútbol; también lo son en esas otras organizaciones, que son como barcos enormes según las cataloga mi viejo amigo el marinero, pero también es necesario que en ellas se consiga que el espíritu de equipo sea lo que domine, que esté por encima del individualismo, por muy brillante que éste pueda ser.
En otras organizaciones no será necesario comprar a esos genios porque a ellas se va a dar más que a recibir; se va por ideales, por amor a una idea de servicio a los demás, para ser útil sin importar los sacrificios que sean necesarios.
Y en esas estamos los dos. Él esperando que a su viejo y pequeño barco le den unos cuantos retoques para hacerse a la mar, donde dice que siempre debe estar mientras viva, y yo meditando sobre lo que me dice.