Juan Pablo Durán se curtió hace lustros en las entrañas del PSOE cordobés y no parece interesado en ceder a corto plazo un centímetro del poder que ha ido amasando desde entonces. Lo problemático es que no se trata de un dirigente más ni de un cuadro cualquiera del partido, sino del presidente del Parlamento de Andalucía y por añadidura la segunda autoridad de la comunidad tras la presidenta de la Junta, Susana Díaz. Fue ella la que colocó sobre su cabeza el dedo elector en el arranque de la legislatura, allá por abril de 2015, y desde entonces dirige las riendas de la Cámara. Un papel que por transparencia política invita a la imparcialidad (en teoría, otra cosa es la práctica) y aventuraba que cedería el poder del PSOE cordobés. Lo llegó incluso a anunciar, pero de aquel buen propósito nunca más se supo.
La dilatada carrera política de Juan Pablo Durán le hizo escalar en el partido provincial hasta secretario de Organización y de Finanzas. En 2oo8 subió un peldaño más y se convirtió en secretario general, y así hasta hoy. Sus adversarios le asaetan con dos punzantes acusaciones: que carece de titulación superior y que se le conocen pocas ocupaciones más allá de los cargos públicos. En los últimos tiempos ha sido, de hecho, portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Córdoba tras ser candidato en 2011 a la Alcaldía y relegar al partido al último escalón en representación municipal. En 2014 dejaría de ser edil para convertirse en senador por designación autonómica. Y de la Cámara Alta a presidir el Parlamento andaluz un año después.
Fue entonces, hace ahora casi dos años, cuando Durán deslizó que asumía la evidencia de dejar de dirigir el PSOE cordobés porque “sin duda” la presidencia de la Cámara “obliga a dedicarse a ello a pleno rendimiento”. Acababa de estrenar cargo y el relevo se auguró en un plazo de apenas meses, pero no fue en 2015, ni en 2016 y quién sabe si será en 2017. No hay obligación legal alguna de aparcar un cargo orgánico al estrenar otro institucional, algo de lo que dan fe desde Susana Díaz hasta Mariano Rajoy. Pero es, le recuerdan sus adversarios, cuestión de “salvaguardar la imagen de la institución” y de “espantar fantasmas”. Esas mismas voces alertan por ahora sin éxito de que cualquier decisión que tome el presidente a favor o en contra de un partido siendo cargo orgánico de uno de ellos puede quedar “enfangada en la sospecha” de que en realidad tenga tintes de parcialidad.
Acusaciones
A Juan Pablo Durán le han sacado a relucir su supuesta confusión entre lo orgánico y lo institucional en dos de las grandes broncas que ha arrastrado el Parlamento andaluz en la primera mitad de la legislatura. La primera cuando su particular interpretación del Reglamento permitió frenar durante semanas proposiciones de ley de la oposición en la Mesa de la Cámara y la batalla acabó en amago de acudir a los tribunales. La segunda, resuelta hace poco, no la provocó pero la heredó al negarse hasta diciembre a que el PP ocupase la segunda vicepresidencia de la Mesa del Parlamento en beneficio de IU. El Constitucional acabó poniendo orden.
En el PSOE encuentran respuesta a la gran duda de por qué Durán no cede el poder en Córdoba. Recuerdan que el partido, como el resto, estuvo sometido al interminable calendario electoral de 2015 y 2016. Y que al PSOE le queda aún su Congreso Federal, el Regional y los provinciales. Quizás sea entonces. O no. Mientras, él ha sumado otro cargo: ahora también dirige la Asamblea Plenaria de la Conferencia de Asambleas Legislativas Regionales de Europa.
Aquel “así no nos vamos a llevar bien”
Durán es reconocible por el “señorías, yo les rogaría...” que utiliza como latiguillo cuando se le alborotan los diputados en la Cámara. Destila imagen y formas afables, pero los periodistas le afean un encontronazo en octubre de 2015, cuando apenas sumaba seis meses en el cargo. Aquel día acusó a la prensa de hacer suyas teorías de la oposición y de formular preguntas “equivocadas”. “Así no nos vamos a llevar bien”, advirtió.