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¡Vamos a Pedregalejo!

Un día cualquiera alguien te sugería llegar hasta allí para comer y volver al tajo y te acercabas y dejabas el coche en cualquier sitio cuando aún se podía

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En los años 80 la vida urbana en Málaga se hacía sobre el trazado de la CN-340 que atravesaba la ciudad: del Centro a la Malagueta, de la Malagueta a Pedregalejo, de Pedregalejo a Torremolinos …. Como una ciudad americana, Málaga, noche  y día,  cabalgaba sobre sus coches, siempre deslizándose Este-Oeste, dentro y fuera de la ciudad.

Cuando en Málaga no había centro, Pedregalejo era la noche. Tenía una nocturnidad amable, obligada quizá por una recién estrenada convivencia de ideas que hacía a todos conscientes de que la tolerancia es pura práctica. Al foráneo que soy le llamaron la atención los locales de copas con patio, con interior con mesa de futbolín y patio con sillas bajo las estrellas.
Lo conocías con luces de neón y te costaba identificarlo de día. Pues era un barrio residencial,  edificado en la mediana de la 340, con distintas fachadas según fueras o vinieras: Juan Sebastian Elcano y calle Bolivia.

Un día cualquiera, alguien te sugería llegar hasta allí para comer y después volver al tajo; y te acercabas y dejabas el coche en cualquier sitio, cuando aún se podía. Entonces venía el gran descubrimiento, cuando a través de callejones, entre casas mal compuestas, te sorprendía el azul:Pedregalejo era tambien una playa.

Pedregalejo era un espacio con unas cuantas mesas alineadas entre unas fachadas y un murete de ribera, que a la hora de comer nos mostraba con sencillez, que eran posibles a la vez, la ciudad y el mar; que eran posibles en el mismo lugar, la comida con zapatos y la arena, la corbata y la chancleta,… la plena convivencia, la ciudad perfecta.

Pedregalejo es un mantel de papel sobre el que muchos hemos podido convertir tiempo en oro, llenando nuestra maleta de buenos momentos. Si las ciudades se hacen de sueños,  lugares como Pedregalejo construyen, momento a momento, nuestros sentimientos. Guarden bien en la memora esos nombres ya irrepetibles: Morata, Lirio, Cabra, Caleño,Maricuchi,...

Hay quien dice hoy que ya no se vende allí el pescado, que ya que la gente no va allí a comer que no es malo que vaya ahora a beber junto a la playa, que … ¡hay que reordenar los usos! Hemos alertado, y lo seguiremos haciendo sobre los peligros que entraña la sectorización de la ciudad, sobre la degradación que supondrá un centro sin viviendas, un puerto de atracciones y ahora... una playa solo de copas.  
Hacer ciudad es algo más que alfombrar suelos y alinear bancos y farolas. Reflexionar sobre su identidad debe presidir el plan especial. Pedregalejo fue la cara amable de Málaga.

Creo que no exagero si les digo que, cuando esta ciudad no tenía iconos, Pedregalejo, desde lo discutible de su “caserío pesquero”, puso imagen a la mejor cara de Málaga, monumento a la convivencia.

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