E scritos de antiguas culturas, como la sumeria y la hindú, hablan de unos individuos que bajaban de lo alto en sofisticados artefactos voladores y con ellos se desplazaban por el aire. Por ‘vimanas’ se conocía a tales artefactos volantes en algunos lugares. Los historiadores, al no concebir que pudiera existir una desconocida tecnología en la antigüedad, toman las viejas narraciones por mitos. No puede asegurarse que los vimanas fueran de este mundo o del espacio extraterrestre.
En la Biblia se lee acerca de los ‘nefilim’, palabra hebrea que literalmente significa ‘hijos de lo alto’, refiriéndose a quienes bajaron de las alturas y que son tomados por ‘ángeles’ incorpóreos que se materializaban. Los nefilim eran parte de los ‘elohim’, que literalmente significa ‘elevados’, aunque en las versiones bíblicas se traduce por ‘dioses’, ya que la palabra está en plural. El singular, refiriéndose a una sola persona, sería ‘elohá’.
El primer versículo de Génesis ofrece esta lectura en nuestras Biblias: ‘En el principio Dios…’ Sin embargo, en el texto hebreo, donde los traductores ponen la palabra ‘Dios’, figura el vocablo ‘elohim’ y no ‘elohá’. Los exegetas dicen que la lectura correcta sería: ‘En el principio los dioses (o los elevados)…’ También se lee en Génesis que ‘los elohim (dioses en plural) hicieron al hombre a su imagen y semejanza, macho y hembra’, si bien en las traducciones bíblicas se lee: ‘Dios (vertido al singular cuando en los manuscritos hebreos está en plural) hizo al hombre a su imagen’.
Sin entrar en polémica, la cuestión a considerar es si hoy día existen vimanas o aparatos capaces de desplazarse por el aire, aparte de los aviones, y si tales aparatos son de este mundo o de fuera de él. En principio, todo objeto volante no identificado se denomina OVNI. En los años cincuenta, desde que Kenneth Arnold observó en junio de 1947 unos extraños aparatos voladores sobre el monte Rainier, los relatos fantásticos hablaban de ‘platillos volantes’ tripulados por supuestos seres extraterrestres.
Arnold, agente de ventas de equipos de extinción de incendios, divisó desde su avioneta nueve objetos que volaban a velocidad de vértigo y en perfecta formación. Al no identificar los aparatos, creyó que se trataba de naves soviéticas de última generación. Trató de contactar con el FBI a través de la oficina de Pendleton (Oregon), la cual estaba cerrada. Al aterrizar le contó el incidente al periodista Bill Bequette, redactor del periódico ‘The East Oregonian’.
Arnold describió el vuelo de las naves como ‘platillos lanzados sobre el agua’, hablando de la manera en que volaban y no de su apariencia física. Aparentemente eran naves triangulares o en forma de boomerang y sin cola y viraban con pasmosa brusquedad, algo imposible para los aviones convencionales o los cazas. En modo alguno los artefactos volantes eran redondos como platos. Pero da la impresión de que el periodista confundió los términos y publicó que los aparatos voladores tenían forma de platillo. Diversas agencias periodísticas recogieron la noticia y la lanzaron a nivel mundial.
Arnold redactó el correspondiente informe para las Fuerzas Aéreas. Pocos días después un tal Raymond Palmer, aficionado a los fenómenos paranormales, publicó en la revista ‘Fate’ que lo que había visto Arnold eran naves tripuladas por seres extraterrestres. De esta manera, en la mente de los lectores quedó grabado que las aeronaves tenían forma de platillo y de ahí pareció nacer la expresión ‘platillos volantes’, tripulados por seres que no eran de este mundo. Y como en la década anterior Orson Welles había inculcado en cinco millones de radioyentes el tema de ‘La guerra de los mundos’, la gente estaba predispuesta a creer lo que se les echara.
En Enero de 1948 el capitán de aviación Thomas F. Mantell, que iba al mando de una escuadrilla P-51, se estrelló con su caza mientras perseguía lo que se ajustaba a la descripción de un platillo volante. La opinión pública creyó que el avión de Mantell había sido derribado por los extraterrestres. La realidad fue que, al sobrepasar los seis mil metros de altitud, Mantell perdió el conocimiento debido a la falta de oxígeno. Tiempo después se supo que lo que Mantell perseguía era uno de los globos del proyecto secreto Skyhook, que estudiaba los rayos cósmicos.
Pero volvamos a lo que vio Arnold sobre el monte Rainier en 1947. ¿Se equivocó realmente el periodista Bill Bequette al llamar a las naves de Arnold ‘platillos volantes’? Probablemente no, pues en Diciembre de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, dos años y medio antes de la experiencia de Arnold, el periódico New York Times publicó lo siguiente: ‘Los platillos volantes son un arma secreta. Una nueva arma alemana que ha aparecido en el frente occidental alemán. Hoy nos informan sobre ello nuestros pilotos de la USAF, afirmando que en los cielos de Alemania han aparecido unas ‘bolas de plata’ voladoras, que se han visto aisladas o en formaciones’.
Así, pues, la expresión ‘platillos volantes’ ya existía antes de que Arnold viera los objetos volantes en 1947. En la actualidad, desterrada la frase ‘platillos volantes’, se habla de OVNI (objetos voladores no identificados), que se presentan en diferentes formas y se ignora su procedencia. Es indudable que estas raras naves son inventos secretos de diferentes gobiernos y ejércitos y no provienen de fuera de la Tierra ni son tripulados por seres extraños.
¿Eran aparatos de fabricación alemana los que en 1947 avistó Kenneth Arnold? O más exactamente, ¿eran ingenios fabricados en Estados Unidos, según los planos y documentos requisados a los alemanes tras la Segunda Guerra Mundial? Es muy probable, ya que los alemanes estaban muy avanzados tecnológicamente y no se sabe de dónde pudieron haber obtenido tal ciencia. Las bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki fueron armas que se requisaron a los alemanes tras la guerra, habiéndose explotado la primera de ellas, a modo de prueba, en el desierto de Alamogordo.
¿Qué son exactamente los OVNI que se observan en todas partes del mundo? Evidentemente la mayoría o buena parte de ellos son ingeniosas aeronaves construídas en el más absoluto secreto y que no utilizan combustible derivado del petróleo. Cuesta creer que seres de fuera de nuestro planeta lleguen hoy montados en extraños artefactos. Que en otros tiempos pudieran haber circulado por los aires parecidas o más avanzadas naves, no ha de ponerse en duda, pues así lo atestiguan no pocos escritos de la antigüedad. Ahora, que esas naves vinieran de fuera del planeta, ése es ya otro tema. Pudiera haber ocurrido que en la Tierra existiera entonces una tecnología avanzada de la que no da razón la Historia. Cosas más difíciles han sido posibles.