Los hay que gustan de ir a distintos lugares exóticos para consumir los mismos hoteles, otros disfrutamos al descubrir cosas nuevas revisitando las mismas ciudades. Soy de esos que, sin remedio, alguna vez disfruté Madrid vacío en agosto, asfixiante y sin embargo hermoso.
Las guías de ciudades despistan pues nos llevan de un edificio a otro y las ciudades no son sus edificios sino sus calles. De lo construido nace el vacío de las Calles. A ellas los edificios regalan lo mejor de sí mismos, sus fachadas. Calles y edificios, forman el yin y el yan de lo urbano. Esa dualidad es la ciudad pura. Y el que cincela o esculpe el vacío de cada calle es el aire.
En ese continuo abierto y cerrado, el aire se mueve a sus anchas, es el alma de la ciudad. En su movimiento el aire roza la piel de los edificios de cada calle y se empapa de carácter. Junto a paredes de fábrica sentimos un aire ordenado, junto a las catedrales de piedra el aire se siente más sólido.
Un genial arquitecto hablaba en sus clases de que convenía de vez en cuando pararse a pensar lo que pesa un edificio, parte a parte. ¡Imaginen la Catedral! Pero la catedral, lo que más contiene es aire; si pasamos al interior de la Catedral de Málaga desde Postigo de los Abades sentimos,en el paso de la luz a la sombra, el peso de su aire.
Sin duda, las piedras de la catedral hacen al aire pesado entre las calles Cañón y Molina Lario. Pero no hay que andar mucho para sentir algo más liviano. ¡Qué es calle fresca, entre tanto muro entrecruzado, sino un canto al aire que se mueve!
Málaga es como el aire, voluble. A veces al girar una esquina, sentimos que nos acercamos al mar sin verlo, porque el aire del mar se nos adelanta y nos baña la cara. Así es el aire de Málaga mientras caminamos por Huelin, El Palo o la Malagueta y así el carácter de cada barrio.A la espalda de Gibralfaro, el aire es recio y se llega a hacer duro en verano pegado a las laderas del Oeste de la montaña. Hay que bajar junto al CAC en invierno para sentirnos agusto en ese aire seco que guarda la ciudad que se extiende de la Merced hacia el Norte.
Un secreto guarda Málaga en el aire,que bien conocen los lugareños de Mijas a Casares y del Rincón a Nerja. Ante el verano, la montaña, enemiga de nuestros coches,pasa a ser hermosa compañera; la brisa, siempre de camino tierra adentro,se acelera en su ascenso por las paredes de piedra y convierte en máquinas de aire fresco, cornisas y miradores, pérgolas y terrazas que coloquemos en un saliente cualquiera. Allí parapetada, tarde a tarde, noche a noche, Málaga se toma otro aire.