En la cumbre del emprendimiento imposible, de las inversiones estructurales/comunicativas/industriales que nunca llegaban, lo digo de buena fuente, para territorios como Jaén se inventó/concibió el bitcoin: dinero virtual e intangible, de ese que te regalan por el mero hecho de pertenecer al club de la Patria, una especie de deuda histórica que resulta fácil cuantificar aunque sea técnicamente improbable satisfacerse, propio de brokers modernistas, aceiteros especuladores, jugadores empedernidos y ministros de Hacienda miserables. Es como si en nuestra modesta cuenta apareciera súbitamente una cifra mareante a fin de engordarnos el saldo al ojo del amo, por más que fuera imposible traducirla en efectivo contante y sonante con que compensar otras tristezas y desequilibrios decimonónicos. No le fue bien a Jaén con dictadores y monarcas, y no aludo en concreto a ningún Borbón al uso, o desuso, porque hoy no quiero hablarles de su llamativa invisibilidad por estos pagos en momentos trascendentales, especialmente crudos/peliagudos, de nuestra historia reciente.
Bautizamos teatros, hoteles y hospitales con sus mayestáticos nombres, nos apostamos a ambos lados de la calzada -agitando banderitas rojigualdas- al paso de la comitiva en sus fugaces visitas, pero nada, ni caso. Les procuramos monterías, banquetes y amoríos furtivos a coste cero ante su flema indolente. De nada le sirvió a Jaén su adhesión inquebrantable a los principios fundacionales para remontar vuelo y ponerse a la altura de los demás pueblos de la Nación. Nunca el rey, el presidente o el tirano estuvieron de nuestra parte pese a que públicamente nuestras carencias -¡qué cínicos!- les quitasen el sueño. No coadyuvaron a nuestra anhelada discriminación positiva en tanto en otros confines ricos del Estado –el que no se consuela es porque no quiere- demostrasen su soberana incapacidad para favorecer la conciliación entre opuestos, al jugar –de antemano- de parte. Cataluña es sólo el ejemplo más fresco. A fuer de monarquismo digerible -café con leche-, el personal, genéticamente republicano, aceptó la sucesión hereditaria -familiarísima, españolísima- de la jefatura del Estado como el que no quiere la cosa pero la admite cual mal menor. La identidad celtíbera del populacho, sobre todo si ingiere doctrina nacionalista en cantidades generosas, inflama la soflama hasta el paroxismo de creer compartir grandes éxitos colectivos con quienes realmente los protagonizan y los disfrutan. Nada más lejos de la verdad.
De todos modos, que nos quiten lo penado, hoy estamos de enhorabuena: inauguramos, gracias a los bitcoins, por fin, el Museo Íbero y Felipe VI nos acompaña. ¿Qué más podría pedir un pobre? La idea de España se amalgama en Jaén a través de los más de 550 sitios arqueológicos inventariados que constituyen el patrimonio inmueble del legado ibérico. El origen de siete siglos de historia propia mediante el hilo conductor de un conjunto de poblaciones prerromanas que habitaban las áreas costeras del Mediterráneo, de Ródano hasta Gibraltar. El aristócrata, el príncipe, ofrecía privilegios y servicios a todo su linaje, no solo carnal, a cambio de una parte de la producción agraria. El prohombre guerrero, el héroe, idealizado y esculpido, les protegía de los enemigos de la colectividad. El avance de aquella civilización propició la ocupación de nuevas tierras donde se erigieron santuarios extraurbanos y rupestres en honor a una suerte de sobrenaturalidad aliada y benefactora: la diosa. “La dama, el príncipe, el héroe y la diosa” es la exposición con que este lunes de diciembre, 11 cabalístico, a 10 días de las elecciones catalanas, abre sus puertas el largamente demandado y acariciado Museo Íbero de Jaén con la despampanante participación de Su Majestad el Rey. Aguardamos expectantes su alocución para leer entre líneas, el discurso del rey, sin tartamudeos, convencidos de que hará mención a nuestra reconocida condición de leales y menesterosos. Así principiaremos una semana gloriosa que concluirá con la segunda manifestación convocada por la plataforma “Jaén Merece Más”, a las doce del mediodía del domingo, a la misma hora del partido del Jaén, que es tan real como Felipe de Borbón y Grecia y el biscoin de los premios gordos de la lotería del día 22 con que previamente fantaseamos. Ya tenemos, pues, Museo Íbero, centro peatonalizado, ‘Jaén Plaza’ en ciernes y un tranvía llamado deseo a punto de resucitar. Carta, desde Jaén, a los Reyes (Magos) de la Navidad. A franquear en destino.