El día 8 de marzo es una de esas fechas marcadas en rojo en los almanaques de esta machista sociedad. Y digo machista porque desgraciadamente mañana no sólo se celebra el Día de la Mujer Trabajadora, sino el de la diferenciación, el de las distancias que para alegría de muchos -y de alguna- aún persiste entre hombres y mujeres. Suena cruel, pero esta conmemoración ni siquiera debiera existir en pleno siglo XXI, pues la balanza que equilibra las diferencias entre unos y unas no debería pasar más allá de esa “o” o de esa “a”.
Y ahora que anda tan de moda esto de las equidades salariales entre sectores profesionales, hoy me gustaría alzar la voz, discutir cuanto hiciera falta y romper las membranas que dan cobertura y protegen la pretérita desigualdad. Porque no es más que el inicio, el principio de un cuerpo de texto que suele conformar un mismo titular: “Muere a manos de su marido”, “47 mujeres han fallecido ya en lo que va de año por violencia de género”, etcétera. Guste más o guste menos, pero es la cruda realidad que aún nos rodea. Y no podemos dejar de mirarla de frente porque es nuestra obligación, la de mujeres y hombres, enfrentarnos a este terrorismo que radica en el subsuelo de nuestras rutinas.
Nadie, absolutamente nadie debe sentirse satisfecho porque este 8 de marzo siga marcado en el calendario como una jornada destinada a la reivindicación social y profesional de la mujer, pues su mera existencia ya es motivo de desigualdad. La lucha del género femenino es la lucha de todos. Porque no, porque no hay razón que justifique que una secretaria cobre menos que un secretario, o que cualquier mujer pueda llegar a temer a quedarse embarazada por perder su puesto de trabajo. No es digno la reducción de horas que computan las mujeres en su bolsa laboral en relación a la del sector masculino. No, nada tiene sentido desde que las distancias se marcan según el sexo que reflejan nuestros DNI.
Y quiero terminar con ellas, con las que son capaces de trabajar los 365 días del año sin un salario digno, sin pedir a penas nada a cambio. Esas mujeres que hacen posible que el mundo gire cada día alrededor de un oficio tristemente olvidado y nada reconocido. Amas de casa, madres de niños y niñas que crecen y maduran gracias a sus preciadas manos de obras. 8, 9, 27 de marzo... Luchemos por la igualdad.