Miles de rotuladores amarillos deslizan su punta sobre los folios de nuestros jóvenes pre universitarios. Tiempo de selectividad. No hace calor, y eso es inédito en los junios del siglo XXI. Como si la fiera del sofoco se agazapara en el horizonte, los habitantes de Sevillaland miran recelosos al acostarse la previsión del tiempo, mientras sus hijos utilizan rotuladores con su roce rasposo.
Amanece y recojo del buzón numerosas ofertas de televisores, junto a las de carnes procesadas y productos de limpieza de los súper. Llega el Mundial de fútbol, con su promesa de testosterona, con el himno que obliga a aguantar la sonrisa de nuestra selección cuando la grada grita loló. Miro y remiro las fotos de rojos chuletones y solomillos del folleto. Así deben palpitar de sanos y rojos los músculos de nuestros jugadores.
Entro en el bar. Se vuelve a hablar de política sobre el tronar de las cafeteras. Los parroquianos reciben en sus móviles pocos memes contra los nuevos gobernantes, algunos con faltas de ortografía dignas de quien considera peligrosos a mujeres, ecologistas y feministas.
Un joven actor de teatro me cuenta en la barra el argumento de la obra que estrenará. En Sevilla florecen dramaturgos y actores, y eso es promesa de algo mejor. Lo admiro, porque la trama aborda temas y puntos de vista que hacen temer la represalia de algún abogado de alta moralidad, o de un colectivo intachable. En verdad, si se trata de teatro, baja el riesgo de querella. Los tweets son más peligrosos. Un tweet provoca dimisiones o te lleva ante el juez; un drama en tres actos, raramente.
Aumentan las personas que piden por la calle. Me lo dijo una amiga que, con su hermandad, los atiende por la noche mientras extienden los cartones. Una pareja de las habituales se ha mudado a Londres, porque aquí no tiraba. Igual se cruza con alguno de los universitarios de rotulador amarillo ¿Quién de ellos progresará en la capital británica y quién no? El que menos añore Sevilla.
Llego al despacho del asesor fiscal. Estoy maquinando cómo hacer trampas a Hacienda y él, delante de mis papeles, subraya las opciones que tengo. Utiliza un rotulador amarillo, y recuerdo a mi hija ante sus apuntes.
Vendrá el calor, y Sevillaland recuperará una de sus referencias emocionales. Sin verano flamígero, cualquier cosa puede pasar. Fíjense, un gobierno que ilusiona. Igual vemos que los futbolistas cantan; los contribuyente son honestos; el actor grita libre… Subraya, Julia, subráyalo.