En la madrugada del pasado 19 de enero, un personaje anónimo pero por todos conocido como “Poe toaster” (“el que brinda por Poe”), volvió a acercarse un año más a la tumba donde está enterrado el escritor Edgard Allan Poe (1809-1849), en Baltimore, para dejar sobre su lápida tres rosas rojas y media botella de coñac, en honor al maestro del género fantástico. La ocasión lo merecía, pues se conmemoraba el segundo centenario del nacimiento del padre de la literatura de terror, del cuento moderno y de la novela detectivesca.
A las numerosas visitas de incondicionales que siguen depositando en su tumba toda clase de objetos y flores, a los actos conmemorativos que se han sucedido en todo el mundo, mediante lecturas, representaciones teatrales o exposiciones, hay que sumar la publicación en nuestro país de más de una veintena de títulos de diversas editoriales, en versiones completas o parciales, comentadas o anotadas, ilustradas o de bolsillo y hasta álbumes para niños y jóvenes. Una oferta que sin duda hoy habría hecho feliz a un hombre que, en palabras de su biógrafo Peter Ackroyd, "sentía una necesidad casi visceral de ser admirado".
La editorial Edelvives ha querido sumarse a tan merecido homenaje y nos ha brindado una sorprendente obra gráfica bajo el título “Tres cuentos de Poe en B/N” (Zaragoza, 2009), que incluye tres de los célebres relatos de este “maestro de escritores”: “Manuscrito hallado en una botella”, “El barril de amontillado”, y “El gato negro”. La hábil adaptación de los mismos a través de las ilustraciones en blanco y negro de Xavier Besse, nos sumerge de lleno en lo macabro y espeluznante, elementos comunes de un autor que supo dar una nueva dimensión al relato de terror y misterio, y que nos ofrecen una inmejorable puerta de entrada a su narrativa.
Hijo de una pareja de cómicos ambulantes, Edgard Allan Poe quedó huérfano a los dos años y fue recogido por una familia acomodada de Richmond, que cuidó de él y lo envió a Inglaterra para que completara sus estudios. Al regresar, Poe ingresó en la Universidad de Virginia, de donde fue expulsado por su conducta rebelde, su afición a la bebida y las desmesuradas deudas de juego contraídas. Tras un breve paso por la academia militar de West Point, de la que también sería expulsado, inició su carrera literaria a los 19 años con la publicación de “Tamerlán y otros poemas”.
El éxito le llegaría años después con su poema narrativo “El cuervo”, pero donde destacó sin duda fue en la escritura de relatos: títulos tales como “El corazón delator”, “El pozo y el péndulo” o los recogidos en la obra reseñada, configuran por si mismos una auténtica “antología del miedo”.
Allan Poe murió en Baltimore, a los 40 años, después de pasar varios días vagando por las calles, borracho y enajenado. Tal y como afirmaba Jorge Luis Borges, “la obra de Poe no existiría sin la neurosis, el alcohol, la pobreza, la soledad irreparable... Supo crear un mundo imaginario para eludir el mundo real: el mundo que soñó perdurará, el otro es casi un sueño”. Un sueño, una vida casi tan estremecedora como el mejor de sus relatos.